Mike Petriello (MLB).- ¿Cómo se va a ver la temporada del 2020? Obviamente, no se parecerá nada que hayamos visto en el pasado.
Será una campaña de apenas 60 partidos. Se realizará en medio de una pandemia global. La Liga Nacional tendrá el bateador designado. Habrá un corredor en segunda para iniciar cada inning en entradas extras. Hay cambios en el manejo y la cantidad de jugadores en los rosters activos. Y algunos jugadores con alto riesgo de coronavirus podrían elegir no participar.
Va a ser una temporada extraña. Con eso en mente, veamos ocho elementos que van a ser los más inusuales.
1) Va a desaparecer el toque de sacrificio
En el 2019, hubo apenas 776 toques de sacrificio, o 0.16 por partido. Es la menor cantidad en la historia y continúa una tendencia de declive.
Ahora bien, la mayoría de los toques de sacrificio ha sido de parte de lanzadores—el 56%, para ser exacto. Los serpentineros no batearán en el 2020 (o al menos no estarán obligados a hacerlo). Entonces, hay que decirle adiós al toque de sacrificio, en cierto sentido.
2) Un abridor terminará la temporada invicto; y otros, ¿sin triunfos?
En una temporada de 60 juegos con una tradicional rotación de cinco lanzadores, se espera que cada uno de ellos realice unas 12 aperturas. Claro, en estas circunstancias, algunos se las ingeniarán con sus managers para hacer más.
Pero basándonos en 12 presentaciones, podemos decir lo siguiente: Catorce abridores hicieron 12 aperturas consecutivas sin cargar con la derrota. Por ejemplo, Gerrit Cole perdió el 22 de mayo y luego no fue vencido durante el resto de la campaña, un trecho de 22 aperturas. Aaron Nola, Max Scherzer y Mike Clevinger tuvieron rachas de 12 juegos o más sin perder. Wade Miley y Zach Davies, también. Va a pasar este año (completo).
¿Y qué pasará del otro lado, 12 aperturas sin una victoria? Ocurrió 17 veces el año pasado (sin contar a los “iniciadores”). Los protagonistas fueron estrellas y no estrellas (Jack Flaherty y Yu Darvish, vs. David Hess y Peter Lambert). Vamos a verlo de nuevo en el 2020, pero en una “temporada completa”.
3) Bajará la tasa de ponches, por fin. Probablemente. Un poco.
Parece que se establece una nueva marca de tasa de ponches cada año: 23% en el 2019, comparada con 18% en el 2009 y 16.4% en 1999. Hay tres motivos: Los lanzadores tiran más veneno que nunca, ha subido la velocidad y los abridores ya no llegan a 130 y pico de pitcheos en una presentación.
Pero ahora, los serpentineros de la Liga Nacional no tendrán un “descanso” con el lanzador contrario de noveno bate. A continuación, cómo se ponchan los pitchers al bate, comparados con los jugadores de posición:
4) El octavo bate en la Liga Nacional ya no verá pitcheos tan incómodos
El librito dice que hay que pitchearle incómodo o darle una base intencional al octavo bate en la Liga Nacional, para lanzarle al pitcher.
Tradicionalmente, el octavo bate en dicho circuito ha tenido la mayor tasa de bases por bolas entre los nueve puestos en el orden. Ése no será el caso este año con el bateador designado en la Nacional.
5) Adiós a los bateadores emergentes
Bueno, no completamente. Seguiremos viendo enfrentamientos zurdo-zurdo y derecho-derecho dependiendo del cambio de lanzador, o un estelar en un día libre saliendo de la banca para un turno clave en un momento importante. Pero ya saben por quiénes batean los emergentes en la mayoría de los casos, ¿verdad? Los lanzadores, obviamente.
En las últimas tres campañas con el designado disponible, ha habido 3,676 visitas al plato de parte de emergentes. Sin el BD en dicho lapso, hubo 13,027.
6) La Liga Nacional podría ser la de más ofensiva por primera vez en casi cinco décadas
La Liga Americana empezó a utilizar el bateador designado en 1973. La Nacional anotó más que la Americana en 1974, pero desde entonces, el Joven Circuito ha tenido la ventaja en cada oportunidad.
Claro que eso se debe a que los lanzadores del Viejo Circuito realizaban visitas al plato de poca calidad. Eso incluso ha sido suficiente para contrarrestar los efectos del Coors Field de Colorado, un estadio de la Liga Nacional que es casi siempre el de más anotación en las Mayores.
¿Podría la Nacional cambiar esas cosas en el 2020? Según FanGraphs, la Americana tendrá un promedio de 4.82 carreras por partido. ¿Y la Nacional? 4.91. Podría pasar.
7) La ventaja de la casa podría no ser una ventaja
Esto casi nunca cambia. El equipo local ganó el 52.9% de sus partidos en el 2019 y desde 1947, los de la casa han triunfado el 53.8% de las veces. Nunca ha habido una temporada en la que el visitante haya ganado la mayoría de los juegos. En sentido general, la proporción ha sido 53/47, a favor de los clubes de casa.
Nadie ha precisado exactamente por qué la ventaja de local significa tanto: ¿El confort de domicilio, no haber llegado tarde a la ciudad la noche anterior o la posibilidad de que los árbitros te favorezcan con sus apreciaciones? ¿O los aplausos del público?
Bueno, ahora, por lo menos para empezar, no habrá espectadores en los estadios. Ya sabremos cómo impactará esto el juego. Un estudio sugirió que el efecto del ruido del público causó que el equipo local fue favorecido en una ligera mayoría de los strikes o bolas cantados en cuenta máxima. Otro de FanGraphs afirma que este efecto podría representar “aproximadamente el 70% de la ventaja de local.
8) Algo poco común: Un jugador que salta el nivel de liga menor
Ha ocurrido en apenas 21 ocasiones y la última vez fue en el 2010, cuando Mike Leake fue directo de la Universidad de Arizona State al equipo grande de los Rojos. Bueno, sí lanzó en la Liga Otoñal de Arizona en el 2009.
En el 2020, es posible que no se juegue béisbol de liga menor, lo cual significa que las mejores selecciones del Draft de este año podrían debutar como profesionales a nivel de Grandes Ligas. De ser así, no será un jugador que venga de la escuela secundaria, sino del béisbol universitario.
Nosotros pensamos que el de mayores posibilidades sería el zurdo Burl Carraway, de los Cachorros..
Jason Beck (MLB).- ¿Recuerdan cuando la temporada del 2020 estaba supuesta a brindarnos una serie de hitos de Miguel Cabrera?
Antes de que las lesiones lo entorpecieran en los últimos años, incluyendo una rotura en el bíceps que le costó la mitad de la campaña del 2018 y una rodilla rígida que lo tuvo cojeando el año pasado, parecía una garantía que Cabrera alcanzaría los 3,000 hits y 500 jonrones y aseguraría su pase al Salón de la Fama. Uno de los bates que utilizó en el 2012, temporada en que logró la Triple Corona de bateo, ya se encuentra en Cooperstown.
El venezolano empezó la campaña del 2017 con 2,519 imparables y 446 cuadrangulares. Desde entonces, ha sumado otros 296 hits y 31 bambinazos en 304 juegos. Faltándole 185 imparables y 23 vuelacercas para llegar a los números antes mencionados, Cabrera hubiera necesitado una temporada completa y en salud para alcanzar ambas cifras redondas. La cuenta regresiva habría sido interesante, ya que en los entrenamientos primaverales Cabrera se fue de 29-10 con tres vuelacercas.
Luego, llegó la pandemia del coronavirus y la suspensión de la actividad de Grandes Ligas. Ahora nos preguntamos: ¿Cuántos jonrones podrá dar Cabrera en 60 partidos? ¿Cuántos imparables conseguiría si bateara .300 en la temporada? ¿Cuántos partidos será capaz de disputar tras unos entrenamientos abreviados?
Lo que sí sabemos es que Cabrera ha seguido enfocado en el acondicionamiento físico como lo estuvo en la pretemporada.
«Sinceramente, para que lo sepan, no ha perdido el ritmo en ese tiempo sin actividad”, dijo el gerente general de los Tigres, el cubano Al Ávila, esa semana.
Cabrera le dijo a MLB.com hace un mes que viene entrenando a diario en su casa en el Sur de la Florida.
“Cuento con un gimnasio en mi casa, así que vengo entrenando todos los días”, dijo Cabrera en ese momento. “Bateo casi a diario”.
¿Será eso suficiente para que empiece el 2020 encendido? Juzgando por la historia reciente, quizás sí.
Increíblemente, las estadísticas de Cabrera son bien consistentes en cuanto al calendario se refiere. De por vida, el oriundo de Maracay tiene promedio de .315 y OPS de .937 en la primera mitad de la campaña, comparado con .314 y .932 en la segunda.
Pero en temporadas recientes, Cabrera ha rendido más temprano en el año que tarde, lo cual podría ser indicio de desgaste a medida que avanza la campaña. El año pasado, por ejemplo, Cabrera tuvo promedio de .303 con OPS de .765 antes de la pausa del Juego de Estrellas, comparado con .254 y .715 después.
El veterano bateaba .299 con OPS de .843 cuando una rotura en el bíceps izquierdo en junio le puso fin a su temporada en el 2018. Y en la recta final del 2017, Cabrera tuvo promedio de apenas .230, con más ponches (46) que imparables (45).
Otro factor que podría explicar las dificultades que ha tenido Cabrera en la segunda mitad podría ser la motivación. Al toletero por lo general le ha ido bien cuando los Tigres han estado en la lucha por la clasificación.
En el 2016, Cabrera bateó .346 con 20 cuadrangulares y OPS de 1.057 después de la pausa del Juego de Estrellas, con Detroit en la pelea hasta el último día de la campaña. De todos los retos que ha enfrentado durante la reconstrucción de los Tigres, Cabrera reconoce que no jugar por octubre ha sido tan difícil como los problemas de salud.
La temporada del 2020 probablemente no cambie eso. De hecho, podría ser aún más difícil jugar en estadios vacíos sin un público que aporte intensidad.
“Va a ser aburrido, porque los fans son una gran parte de este juego”, dijo Cabrera el mes pasado, “Tenemos que adaptarnos a eso y con suerte salir adelante”.
Sin embargo, si los Tigres empiezan fuerte y por lo menos logran estar en la pelea en la recta final del calendario abreviado, un estadio vacío quizás no tenga importancia. A sus 37 años, Cabrera quizás cobre impulso. No bastará para que se acerque a ninguna cifra redonda este año, pero sí podría ponerlo en buena posición para el 2021..
MLB.- El Comisionado Robert D. Manfred, Jr. anunció este martes que Major League Baseball anticipa iniciar su temporada regular del 2020 en aproximadamente un mes, el 23 o 24 de julio.
El anuncio viene después de la confirmación hoy de que la Asociación de Jugadores de MLB ha aceptado los protocolos de salud y seguridad que guiarán el regreso a juego de MLB y de que los jugadores podrán presentarse a los entrenamientos para el 1 de julio.
La salud y la seguridad de los jugadores y los empleados seguirán siendo las mayores prioridades de MLB en su regreso a juego. MLB está trabajando con una variedad de expertos en salud pública, enfermedades infecciosas y proveedores de tecnología para tener una estrategia exhaustiva que tiene como objetivo facilitar un regreso seguro.
MLB ha sometido un calendario de 60 juegos para la temporada regular, a ser revisada por la Asociación de Jugadores. El calendario propuesto contará mayormente con partidos dentro de las divisiones, con la porción restante de los juegos de cada club contra la división geográfica correspondiente de la liga opuesta (Este vs. Este, Central vs. Central y Oeste vs. Oeste) para poder reducir los viajes. Se espera que la gran mayoría de los Clubes de Grandes Ligas realicen sus entrenamientos en los estadios de sus principales ciudades sedes.
Dijo el Comisionado Manfred: “Major League Baseball está contento de anunciar que la temporada del 2020 está en el horizonte. Le hemos suministrado a la Asociación de Jugadores un calendario para jugar 60 partidos y estamos emocionados de brindarles Béisbol a nuestros grandes fanáticos pronto”.
ESPN.- Los propietarios de MLB votaron por unanimidad para proceder con la temporada 2020 bajo los términos de su acuerdo del 26 de marzo con la Asociación de Jugadores de MLB, dijo la liga en un comunicado el lunes por la noche, después de que la junta ejecutiva del sindicato rechazó la última oferta de MLB de una temporada de 60 juegos con playoffs expandidos.
El voto de los propietarios ahora permite al comisionado Rob Manfred implementar un calendario de juego de su elección, probablemente entre 50 y 60 juegos.
En su declaración, la liga solicitó que la Asociación de Jugadores proporcione dos datos a las 5:00 p.m. del martes, el primero es si los jugadores podrán presentarse al entrenamiento en sus respectivas ciudades dentro de los siete días, antes del 1 de julio. El segundo es si el sindicato «acordará el Manual Operativo que contiene los protocolos de salud y seguridad necesarios para dar la mejor oportunidad para dirigir y completar nuestra temporada regular y la postemporada».
La junta ejecutiva de MLBPA, compuesta por 30 representantes de jugadores y un subcomité de ocho miembros, votó el lunes 33-5 en contra del marco de 60 juegos de la liga, que surgió de una reunión la semana pasada entre Manfred y el director ejecutivo del sindicato Tony Clark. Después de que MLB rechazó una propuesta de 70 juegos de MLBPA, la liga le dijo al sindicato que un acuerdo negociado seguiría el marco de 60 juegos, que incluía playoffs expandidos y un bateador designado universal.
En lugar de aceptar el marco, los jugadores lo rechazaron y dijeron en un comunicado que esperan que Manfred cumpla con su acuerdo del 26 de marzo, que permite al comisionado establecer un calendario y garantiza a los jugadores un pago prorrateado.
«Estamos listos para regresar al campo», dijo el relevista Andrew Miller de los St. Louis Cardinals, miembro del subcomité de la junta ejecutiva de MLBPA, a Jesse Rogers de ESPN.
Al rechazar la propuesta, los jugadores conservan su derecho a someter una queja por los términos del acuerdo de finales de marzo entre las dos partes. Después de que los entrenamientos de primavera se cerraron en marzo debido a la pandemia de coronavirus, la liga y los jugadores acordaron que cuando se retomara el juego, los jugadores recibirían un pago prorrateado y discutirían la viabilidad económica de jugar sin fanáticos en las gradas. La asociación de jugadores ha mantenido que la discusión no tuvo nada que ver con su paga. Ese desacuerdo ha llevado a semanas de acritud entre las partes.
La junta ejecutiva del sindicato se reunió el sábado y eligió retrasar su voto sobre la última propuesta de la liga para recopilar nuevos datos sobre las pruebas para COVID-19 después de varios brotes recientes en instalaciones de entrenamiento en Florida y Arizona y en ciudades de Grandes Ligas, dijeron fuentes a ESPN.
Todos los campamentos de entrenamiento de la MLB se cerraron temporalmente después de que varios equipos reportaron pruebas positivas el viernes, y la liga anunció el sábado que solo se reanudaría el entrenamiento en las ciudades de origen de los equipos. Luego, los jugadores retrasaron la votación nuevamente el domingo, dijeron las fuentes, después de que Manfred hizo ajustes tardíos a la propuesta, ofreciendo en un correo electrónico a Clark para cancelar los playoffs expandidos y el bateador designado universal para 2021 si no se juega una temporada completa en 2020..
Andrew Simon (MLB).- No es necesario ser un hijo de un jugador de Grandes Ligas para llegar a ese nivel, pero no cabe duda de que es una ventaja.
Sea que hayan crecido en un clubhouse de la Gran Carpa, contaron con los consejos de su padre o simplemente heredaron buenos genes, no es algo raro ver nombres conocidos de una generación anterior resurgir en Las Mayores.
Entre los jóvenes hijos de jugadores de las Mayores está el núcleo de los Azulejos: El dominicano Vladimir Guerrero Jr., Cavan Biggio y Bo Bichette. También están el quisqueyano Fernando Tatis Jr. de los Padres, Cam Bedrosian (hijo de Steve) de los Angelinos, Delino DeShields Jr. de los Indios, Dee Gordon (hijo de Tom) de los Marineros, Dereck Rodríguez (hijo del puertorriqueño Iván) de los Gigantes, y Travis Shaw (hijo de Jeff) de los Azulejos.
Pero cada uno de dichos jóvenes tendrá trabajo por hacer para calificar en la lista de los mejores dúos de padre e hijo en la historia de las Grandes Ligas.
La lista se basó en la estadística bWAR (según Baseball Reference) — en paréntesis — dándole preferencia a los pares que tuvieron más éxito.
1. Bobby Bonds (57.9) y Barry Bonds (162.8)
No hay otro jugador de posición en la historia de Grandes Ligas con un mejor WAR que Barry, quien tiene siete premios al Jugador Más Valioso, es el dueño del récord de jonrones en una temporada y de por vida y prácticamente cambió el béisbol a comienzos de los años 2000. Solamente las sospechas de dopaje han impedido que sea inmortalizado en el Salón de la Fama. Y mientras que Barry opaca a su padre, Bobby no debe subestimarse. Los Bonds son los únicos dos jugadores en la historia en pegar al menos 300 jonrones y robarse al menos 400 bases, también son los únicos en llegar a 20 bambinazos y 20 estafadas en 10 temporadas diferentes.
2. Ken Griffey (34.5) y Ken Griffey Jr. (83.8)
Estas figuras lograron jugar juntos con los Marineros en 1990 y 1991, famosamente volándose la cerca de manera consecutiva contra los Angelinos el 14 de septiembre de 1990. En ese momento, Griffey padre estaba al final de una carrera de 19 años que incluyó tres convocatorias al Juego de Estrellas y par de anillos de Serie Mundial con los Rojos. Aunque su desempeño fue más consistente que espectacular — OPS+ entre 96 y 129 en 14 campañas — su hijo se convirtió en una mega estrella. Con 630 bambinazos y 10 Guantes de Oro, Griffey Jr. entró fácilmente al Salón de la Fama en el 2016 (su primer año en la boleta).
3. Felipe Alou (42.2) y Moisés Alou (39.9)
Estos dos ni siquiera son toda la familia beisbolera dominicana. Los hermanos de Felipe, Jesús y Mateo, jugaron cada uno 15 temporadas en las Grandes Ligas, con el último también consiguiendo WAR de más de 20. Su primo José Sosa, lanzó brevemente en la Gran Carpa y su sobrino Mel Rojas fue serpentinero por 10 campañas y consiguió 126 rescates. Pero apenas entre Felipe y Moisés tuvieron 34 años de experiencia en las Mayores y pegaron más de 4,200 imparables, 500 cuadrangulares y 750 dobles. Y eso no incluye los 14 años de Felipe como dirigente de los Expos y Gigantes.
4. José Cruz (54.4) y José Cruz Jr. (19.5)
Como Felipe Alou, el puertorriqueño José Cruz fue uno de un trío de hermanos en Las Mayores, con Héctor jugando nueve temporadas y Tommy viendo acción por varios juegos. José jugó 19 campañas, incluyendo 13 con los Astros y está entre los líderes de la franquicia en varias categorías ofensivas, incluyendo tercero en WAR, hits y estafadas, también ocupando el primer lugar en triples. Su hijo fue elegido de tercero en el draft amateur de 1995 y tuvo una sólida carrera de 12 años, incluyendo una campaña de 30-30 con Toronto en el 2001.
5. Sandy Alomar (10.5) y Roberto Alomar (67.1)
Sandy, principalmente como intermedista, generó la mayoría de su valor con el guante y la agilidad en las bases durante 15 temporadas, con 227 estafadas. Pero también tuvo dos hijos que contaron con carreras más exitosas, con Sandy Jr. ganando el Novato del Año y consiguiendo seis convocatorias al Juego de Estrellas como receptor. Roberto resultó teniendo una carrera que lo envió al Salón de la Fama. Este último también participó en 12 Clásicos de Verano seguidos de 1990 al 2001, ganando 10 Guantes de Oro y dos títulos de Serie Mundial con los Azulejos de 1992 y 1993.
6. Cecil Fielder (17.2) y Prince Fielder (23.6)
Padre e hijo fueron acuerpados cañoneros. Ambos, de manera increíble, terminaron con exactamente 319 vuelacercas en su carrera. Cecil fue segundo en las votaciones al Jugador Más Valioso de la Liga Americana con los Tigres en 1990 y 1991, cuando sacudió un total de 95 bambinazos y remolcó 265 carreras. Prince conectó 50 cuadrangulares en el 2007 y fue un bateador más exitoso que su padre, con OPS+ de 134 en su carrera. Desafortunadamente, una lesión en el cuello lo obligó a retirarse antes de tiempo en el 2016 a los 32 años de edad.
Tony Cittadino (Mallorca).- “Jugué muchos juegos en Grandes Ligas y con los Yankees de Nueva York, pero cuando me puse la camisa de los Navegantes del Magallanes frente a mi familia, fue lo más grande. Cuando estoy por aquí lejos y veo que el equipo pierde, uno se molesta porque he sido magallanero toda mi vida. La camisa duele y mucho”. Así definió Álvaro Espinoza el amor por la divisa de la que fue uno de los referentes que dominó buena parte de la década de los 90 en la Liga Venezolana de Beisbol Profesional (LVBP).
El campocorto solo disputó cinco temporadas con el conjunto turco de las 18 en la pelota venezolana, pero fueron suficientes para ganarse un lugar entre los históricos jugadores de la franquicia. Ganó tres títulos con la divisa. Uno en la campaña 1993-1994 contra los Leones del Caracas, otro en la zafra 1995-1996 ante Cardenales de Lara y, el último, en la contienda 1996-1997, otra vez, frente a Leones.
Espinoza sufrió una lesión en la rodilla y se perdió dos temporadas en la LVBP (1991-1992 y 1992-1993). En ese proceso, fue contactado por el entonces presidente del Magallanes, Alfredo Guadarrama, para llevarlo a jugar en una etapa gloriosa con el Magallanes, club del que era fanático.
“Me llamó y no sabía que era el presidente del equipo y me preguntó si estaba dispuesto a jugar con los Navegantes. Le dije que sí, pero que tenía que esperar por la operación. Además que quería vestir la camiseta que siempre he adorado”, recordó desde su casa en Estados Unidos el ex pelotero que debutó con los Tigres de Aragua en la LVBP en la temporada 1979-1980.
Con los felinos estuvo hasta la campaña 1990-1991. En 12 temporadas, disputó 497 juegos y bateó para .255 (1.546-394), con 149 carreras impulsadas, 162 anotadas y siete jonrones. Disputó tres finales, pero las perdió todas: en la zafra 1984-1985 ante Tiburones de La Guaira (4-0), en la contienda 1987-1988 contra Caracas (4-2) y temporada en 1988-1989 frente a Zulia (4-3).
“Lo que hizo Guadarrama fue algo histórico, porque se concentró en llenar los espacios. Hizo el cambio conmigo, con Juan Carlos Pulido, con Luis Raven y así sucesivamente. Hay gente que hice que fui fundamental, pero fui un muchacho más del grupo”, dijo quién con los turcos de por vida bateó para promedio de .298 (705-210) en 191 compromisos, con 71 carreras impulsadas y 79 anotadas.
En su primera temporada con los eléctricos, pudo jugar la primera final entre los “Eternos Rivales”, ganada por Magallanes en siete emocionantes juegos. El carabobeño recordó que los jugadores de más experiencia del equipo realizaron un meeting antes del tercer juego de la final ante los melenudos. Caracas estaba arriba dos juegos por cero y no podían permitirse otra derrota.
“Nos reunimos todos y todos tomaron la palabra. Nos animamos mutuamente y decíamos que éramos mejor equipo, pero nos estaban saliendo las cosas mal. Teníamos que concentrarnos cada uno en su trabajo”, explicó el jugador que confesó que antes de los juegos de la gran final llegaban temprano al estadio y veían las novelas.
El último out de esa final, fue un rolling por predios de García que terminó en su guante. Por casualidad, era algo que habían hablado antes del encuentro. Querían realizar el out 27 del partido. “Si llega la oportunidad en el noveno inning y estamos ganando por dos outs y el rolling va para ti, me la pasas para hacer el out forzado y vicevecersa. Y así fue. Dios nos alumbró y fue un regalo”, contó el entonces que pelotero en esa final dejó promedio de .241 (29-7), con cuatro impulsadas y la misma cantidad de anotadas.
Un grupo especial
El ex bateador derecho indicó que fue especial ser parte de un grupo tan exitoso como el Magallanes de los 90’, entre quienes estaban Carlos García, Edgar Naveda, Clemente Álvarez, Edgardo Alfonzo, Carlos Hernández, Eddy Díaz, Luis Raven, Juan Carlos Pulido, Melvin Mora y Richard Hidalgo.
Magallanes disputó su segunda final en tres años, al medirse a Lara en la 95-96. Fue una serie en la que los turcos vinieron de atrás, luego de estar abajo tres juegos por uno. El batazo clave de esa final, fue el grand slam de José Francisco Malavé en el quinto juego, para voltear la pizarra. Espinoza recordó que el equipo sacó el pecho, porque sintieron que el rival estaba confiado y se burlaba.
“Esa final fue grandiosa, porque estábamos abajo tres juegos por uno y ellos se estaban burlando de nosotros. Ellos estaban en Valencia en el quinto juego y creían que nos iban a matar. Tenían las botellas de champaña. Ese día hicimos un meeting y recuerdo que Eddy Díaz contó que Robert Pérez le preguntó si estaba listo para reforzarlos en la Serie del Caribe. Eso le dolió mucho”, recordó quien bateó en esa serie para .304 (23-7), con cinco impulsadas y una anotada.
Los turcos volvieron a pelear por el título al año siguiente, retando nuevamente al Caracas en la zafra 96-97. Esta vez sólo necesitaron de cinco juegos para quedarse con la corona y ganarle la segunda final a su “Eterno Rival”.
“Estábamos mucho más controlados y con más experiencia. Ya no nos pegaba tanto la presión de una final Caracas-Magallanes, porque jugar la primera final no era nada fácil”, dijo el campocorto que realizó una llave de lujo entorno a la segunda base, junto al camarero García.“A nosotros se nos olvidaba que veníamos de jugar en las Grandes Ligas. Nos entregábamos el 100% y cuando pisábamos el diamante, se nos olvidaba todo, hasta quiénes eran nuestros amigos. Nosotros íbamos a tratar de ganar todos los juegos. Los jóvenes veían ese entusiasmo y dedicación y fue lo que nos hizo exitosos. Íbamos a la playa o a hacer carne asada juntos”.
En tanto, el infielder consideró que un Caracas-Magallanes se vive más sabroso en el estadio Universitario de Caracas. “En Valencia es diferente. Estábamos en casa, pero como pelotero sentías que había más fanáticos en Caracas que en tu casa. En el Universitario uno se sentía con más ganas. Era una cosa increíble. Uno ve la diferencia”, recordó quien tuvo a Omar Daal, Urbano Lugo y Julio Machado como los lanzadores más difíciles que enfrentó en la LVBP.
Respeto por Machado
Durante su estadía en el Magallanes, fue dirigido por managers de jerarquía como Tim Tolman, John Tamargo y Machado. Sin embargo, no tiene a un favorito. “Todos fueron especiales. Tolman no nos metía presión y jugábamos tranquilo. Tamargo era diferente, porque tenía un poco más de carácter. Si las cosas salían mal, no lo decían. Cuando Tolman se fue a Estados Unidos, Machado tomó las riendas y en un meeting le dijimos que contara con nosotros y que moviera las piezas como quisiera”.
Espinoza, al igual que varios ex jugadores de peso del Magallanes, mostró su rechazo por la decisión que tomó el Magallanes de dejar libre a Machado en la temporada 2019-2020 de la LVBP. “Eso no fue una falta de respeto para Gregorio nada más, fue una falta de respeto para todos nosotros. No pienso así yo solo. A Gregorio tienen que hacerle una estatua en la entrada del José Bernardo Pérez. No vemos el por qué, por cuestión de tres lochas, vamos a decirlo así. Eso no tiene perdón de Dios”.
Fue exaltado al Salón de la Fama del Magallanes en 2015, junto a García, quien para entonces era manager. Recordó el acto como un momento muy especial. “Nunca lo esperé, porque solamente jugué cinco años con Magallanes, pero en esos años di todo por la camiseta. Arriesgaba mi carrera de Grandes Ligas, porque jugué la final contra Lara con un dedo partido del pie y creo que es bien merecido”.
Nuevos horizontes
Espinoza tenía la ilusión de disputar su última temporada en Venezuela con el Magallanes y poder retirarse, pero no fue posible porque los turcos lo dejaron libre y tuvo que firmar, para entonces, con Caribes de Oriente (hoy Caribes de Anzoátegui). En su única campaña con la tribu, ligó para .222 (144-32), con 15 impulsadas y 15 anotadas.
“Eso me dolió mucho, porque me quería retirar formalmente con Magallanes. Me dolió y todavía me sigue doliendo. No estaba en los planes. Nunca pensé que me iban a dejar libre y menos de la forma como lo hicieron”, dijo con nostalgia el ex pelotero que cree que no colgar los spikes con el club puede catalogarse como un asterisco en su carrera, porque era su deseo.
“Me dejaron libre mandándome una carta por correo y nunca me dieron la cara, después de todo lo que hice y di por los Navegantes. Fue un error de parte de ellos y una falta de respeto hacia mi persona”.
Una vez retirado, comenzó su camino como coach en las ligas menores con equipos como los Expos de Montreal, Dodgers de Los Ángeles, Piratas de Pittsburgh, Yankees de Nueva York y Gigantes de San Francisco.
Su primera gran experiencia como manager en la LVBP fue con Caribes, en la temporada 2008-2009. Sin embargo, fue despedido por la gerencia, tras dejar marca de 18 victorias y 21 derrotas, apenas a un juego del quinto lugar que daba el último boleto de clasificación a la postemporada.
“Fue una experiencia bonita y amarga. Aprendí mucho a madurar en mi etapa de coach y manager. Pasaron muchas cosas. Se lesionaron Eliezer Alfonzo y Luis González y a los importados se fueron a Estados Unidos porque no le habían pagado. Me quedé sin nadie y estábamos a un juego de la clasificación. No sé si me error fue hablar con la verdad y no lo supieron tomar”.
Espinoza estuvo a punto de regresar como manager de los Tigres en la campaña 2014-2015. Había sido anunciado en marzo por la nueva directiva, encabezada por el presidente y ex jugador del Magallanes, Carlos Guillén. Sin embargo, luego hubo un cambio y en abril designaron a Luis Sojo. Inicialmente, el directivo lo había contactado una noche por teléfono, para que al día siguiente fuera a Tampa Bay a conocer al gerente y conocer unos peloteros.
“Manejé dos horas hasta Miami y me fui con él hasta Tampa Bay. Me presentó como el manager con el gerente. Me preguntó si podía recorrer el campo de entrenamiento buscando peloteros y así lo hice. Dejé de hacer mi trabajo en Florida. A la semana siguiente me llamó y me dijo que había cambiado de opinión, pero no me dijo el por qué. Hasta el sol de hoy, todavía estoy esperando el por qué. Lo único que le dije, es que me iba a botar sin perder un juego. Me colgó y más nunca he hablado con él”, recordó.
Dos años después sí pudo volver a Venezuela, pero ahora como coach de tercera base del Magallanes. Regresaba al equipo de sus amores, con García como manager. “Les dije que era un orgullo vestir esa camisa de nuevo y que ojalá fuera por mucho rato. Pero nos eliminaron, pasaron muchas cosas ese año y no hubo una llamada para saber si iba a volver. Todavía sigo esperando esa llamada, para ver si vuelvo a vestir la camisa”.
Su última experiencia en la LVBP fue con el Zulia, cuando fue coach de banca en la temporada 2018-2019. “Otra vez hubo una buena experiencia y una mala experiencia a la misma vez. El equipo empezó bien, pero después decaímos un poco. Se lesionaron los caballos del equipo y cerca del 8 de diciembre dejaron libre a la leyenda Wilson Álvarez (instructor de pitcheo), al manager Lipso Nava y a mí”.
A pesar del momento que atraviesa Venezuela, confesó que le gustaría dirigir en la LVBP. “Nunca he perdido la esperanza de que alguien me dé la oportunidad. El país está pasando por una mala situación, pero no es excusa para no ir. Ojalá se acomode la situación, para que todos los que están fuera del país puedan regresar a vivir buenos momentos. Siempre soñando y siendo positivo”.
Todo un grandeliga
Espinoza fue el venezolano número 36 al debutar en las Grandes Ligas. Fue el 14 de septiembre de 1984 con los Mellizos de Minnesota. En esa franquicia se mantuvo hasta la zafra 1986. En 1988 regresó a las mayores, defendiendo los colores de los Yankees hasta 1991. Ese año fue lanzador en un juego con dos tercios de labor.
Desde 1993 a 1996 jugó con los Indios de Cleveland y luego retornó a Nueva York, pero para jugar con los Mets. En 1997 se retiró con los Marineros de Seattle. De por vida ligó para .254 (2.478-630).
“Cuando llegué a los Yankees fue algo increíble. Puedo decir que me di el lujo de vestir los dos uniformes que pesan más: el de Magallanes y el de los Yankees. Cada vez que me ponía el uniforme de los Yankees, me temblaba el cuerpo. Siempre había nervios, porque la directiva y los fanáticos eran muy exigentes”, dijo el pelotero que con los “Mulos del Bronx” dejó promedio de .255 (1.528-363) en 447 juegos.
“Mi corazón se queda con Yankees y Cleveland, pero en Cleveland tuvimos otra familia. Éramos como 11 latinos y lástima que no pudimos ganar la Serie Mundial”, recordó el infielder que en 1995 participó con la tribu en la final ante los Bravos de Atlanta. Los dirigidos por Bobby Cox ganaron en seis juegos. En esa serie, conectó para .182 (11-2).
“Fue algo grandioso, porque todos soñamos con jugar una Serie Mundial y Cleveland me dio la oportunidad. Jugarla es lo máximo, pero no como una final Caracas-Magallanes. Atlanta tenía un pitcheo increíble, John Smoltz, Tom Glavine, Greg Maddux, Steve Avery y de cátcher, Eddie Pérez. Tenían mucha experiencia y creo que fue el factor para ganar”, recordó Espinoza, quien quiere que sea recordado como “un jugador que amaba el beisbol, que respetaba el juego, tenía disciplina y le daba un buen espectáculo al público”..
Tony Cittadino (Mallorca).- Edgardo Alfonzo fue uno de los peloteros más emblemáticos en la década de los 90’ de los Navegantes del Magallanes, club en el que se tituló en tres ocasiones. Fue el equipo que le permitió formarse como pelotero, crecer y dar el salto a las Grandes Ligas con los Mets de Nueva York, conjunto en el que vivió los mejores años de su carrera en la gran carpa.
Alfonzo fue fanático de los Tiburones de La Guaira y tuvo en su hermano Edgar a un ejemplo de beisbol. “Practiqué con el Caracas, pero nunca me dieron la oportunidad. Cuando iba a la capital me gustaba La Guaira por los jugadores que tenía. No pensaba firmar con el Magallanes, pero me hice magallanero como jugador. Fue una motivación para mí, por la cantidad de fanáticos que había. Fue un orgullo pertenecer a esa divisa”, dijo en una entrevista desde su casa, la ciudad de Nueva York.
Una de las personas claves para lograr la firma con los turcos fue el experimentado coach, Gregorio Machado, quien a lo largo de su carrera con el equipo fue una pieza fundamental para el crecimiento de los peloteros.
“Gregorio fue uno de los padres de nosotros. Fuimos unos cuantos los que firmamos con Magallanes y los Mets en ese momento. Hice muchos tryout, pero no me llamaban. Tenía unos 16 años y eso me frustraba. Pero Gregorio me vio y le gusté como jugaba. Luego me vio con su jefe y firmamos”, explicó.
Alfonzo debutó con el equipo en la temporada 1992-1993. Jugó 19 partidos y dejó un explosivo promedio de .324 (37-12), con un doble, un triple, cinco carreras impulsadas y ocho anotadas. En su siguiente campaña, la 1993-1994, tuvo la oportunidad de vivir la primera final entre los “Eternos Rivales”, que le ganaron en siete juegos electrizantes a los Leones del Caracas.
“Esa rivalidad es algo que hay que vivir, para contar. No jugué mucho en la final porque estaba empezando, pero en la temporada sí lo hice y era algo apoteósico. Los fanáticos te exigen mucho. Estaba emocionado, porque iba a ser parte de la historia en Venezuela”, dijo el pelotero que disputó un solo juego.
Sin embargo, también participó en la final de la temporada 1996-1997 y en la de la zafra 2009-2010, siendo el único pelotero en estar en las tres finales Caracas-Magallanes. “Tuve suerte de ser parte de esos éxitos del Magallanes y de darle al fanáticos esas emociones”.
El Magallanes fue uno de los equipos que dominó la década de los 90’, junto al Caracas y los Cardenales de Lara. Contaba con un equipo sólido y con experiencia, que le ayudó a Alfonzo a crecer y madurar dentro de una organización en la que se consagró como un pelotero importante.
“Nosotros tuvimos los éxitos por la cohesión que teníamos. Estaban Melvin Mora, Richard Hidalgo, Eddy Díaz, Carlos Hernández, Juan Carlos Pulido y Raúl Chávez. También Clemente Álvarez y Edgar Naveda, fueron claves. Éramos la nueva camada del Magallanes y compartíamos mucho. La amistad y la hermandad que teníamos fue una parte clave en los triunfos del Magallanes de los 90”, expresó el jugador que quedó campeón con los turcos en las campañas 1993-1994, 1995-1996 y 1996-1997.
El mirandino nacido el 8 de noviembre de 1973, consideró algunos de los mentores que tuvo fueron Clemente Álvarez y Edgar Naveda. “Ellos fueron muy especiales, porque me acogieron bajos sus brazos cuando llegué al Magallanes, pero con los que más compartía era con Mora e Hidalgo”.
Alfonzo agregó que otra de las virtudes de ese equipo, era que los peloteros de mayor jerarquía le enseñaron a los novatos a honrar la camisa del Magallanes. “Era una responsabilidad llevar la camiseta, porque no querías quedarle mal a ellos y tampoco al fanático. Uno trataba de hacer lo mejor posible en Caracas, en Valencia y en todo el país, porque había fanáticos por todas partes. Uno era un modelo para muchos”.
Durante su paso por el Magallanes, fue dirigido por managers de jerarquía como Tim Tolman, John Tamargo, Dave Hudgens, Phil Regan o Machado. Sin embargo, no tiene un claro favorito, pues aseguró que aprendió de todos. “Fueron managers importantes para todos. Te daban confianza y uno como jugador se siente más contento de hacer el trabajo”.
Ídolo en los Mets
Alfonzo debutó con los Mets de Nueva York en la temporada 1995. Con el equipo metropolitano, disputó ocho de sus 12 campañas en las Grandes Ligas y fue dónde comenzó a vivir la transformación de pasar de la segunda base a la tercera. A pesar de poder desempeñarse en ambas posiciones, su preferida fue la intermedia.
“Yo firmé como short stop y segunda base, pero la oportunidad de jugar en tercera fue con los Mets. Bobby Bonilla era el tercera base del equipo cuando subo, pero a él lo cambian de equipo. Bobby Valentine llegó como manager y me dijo que quería que jugara todos los días, pero en la tercera porque Jeff Kent estaba en segunda y José Vizcaíno en el short. Querían que fuera a la liga instruccional a practicar en tercera, pero les dije que prefería hacerlo en Venezuela con Magallanes”.
El ahora antesalista relató que recibió consejos importantes de su hermano Edgar Alfonzo y de Dámaso Blanco para lograr los ajustes de jugar en la “esquina caliente”. “Mi hermano me decía que me pegara a Dámaso y en verdad me ayudó mucho por el juego de piernas y fue parte fundamental. Luego regresé a la segunda base de los Mets, cuando firmaron a Robin Ventura y fue cuando logré todos mis números”.
Alfonzo fue exaltado al Salón de la Fama del Beisbol Latino en República Dominicana en el año 2017. Un año más tarde, recibió el mismo honor con el Magallanes y en enero de este año, se conoció que también estaría entre los inmortales de los Mets, siendo, además, el primer latino. La ceremonia debió realizarse el 17 de mayo, pero fue postergada por la pandemia del coronavirus, que impidió, entre otros deportes en todo el mundo, el inicio de las Grandes Ligas.
“Yo me había desencantado, porque había pasado mucho tiempo desde que me retiré y la gente decía que yo era un Hall de la Fama. Un día en una entrevista, estaba revisando mis números y estaba entre los primeros cinco o diez entre los Mets y otros con menos números estaban en el Salón de la Fama. El dueño del equipo me llamó y no lo creía. Mi esposa pensó que había pasado algo, pero fue una gran alegría porque no es fácil lograr esto en una ciudad como Nueva York”.
Alfonzo disputó 1.086 juegos con los metropolitanos y dejó un promedio de .292 (3.897-1.136), con 120 jonrones, 538 carreras impulsadas y 614 anotadas. Fue Bate de Plata en 1999, tras batear para .304 (628-191), con 27 jonrones. Al año siguiente, sacó 25 pelotas.
Entre sus actuaciones estelares, está el récord de irse de 6-6 el 30 de agosto ante los Astros de Houston. Pegó tres jonrones y remolcó cinco. También fue clave en juegos de playoff en 1999, disputó el Juego de Estrellas y la Serie Mundial del 2000 ante los Yankees de Nueva York.
El criollo dio jonrón en el juego extra de comodín de la Liga Nacional ante los Rojos de Cincinnati y se lució ante los Diamondbacks de Arizona en la Serie de División, al conectar dos jonrones e impulsar cinco carreras. Un cuadrangular fue ante el mítico Randy Jhonson en el primer inning y luego dio un grand slam en la novena entrada, para darle la ventaja a su equipo.
“Después de Cincinnati, fuimos a Arizona y en el primer juego lanzaba Randy. Ya tú sabes. Ese día. No me lo creía. Estaba demasiado contento, por las bendiciones. Era gente que tu veías por televisión cuando eras pequeño. Nunca mi vida pensé verlo en persona”, recordó.
El infielder definió jugar la Serie Mundial como una oportunidad única y un sueño hecho realidad. “Tenía la oportunidad de jugar en una ciudad como Nueva York, que se paralizó. Era una gran responsabilidad y había nervios. Veías el lineup de los Yankees y el de los Mets y creías que nos iban a ganar por nocaut. Posición por posición, era una cosa increíble. No jugué mucho, porque venía de una lesión en la ingle en los playoff. Alfonzo disputó los cinco juegos, pero apenas conectó tres hits en 21 turnos, para un pálido promedio de .143.
El primer Clásico Mundial
Edgardo fue uno de los integrantes de la selección de Venezuela que participó en el primer Clásico Mundial de Beisbol de 2006. Para entonces, la Vinotinto del beisbol quedó eliminada en segunda ronda, luego de perder con Cuba (7-2), ganar ante Puerto Rico (6-0) y caer ante República Dominicana (2-1).
“Estaba con Anaheim, cuando me plantearon la posibilidad de jugar y dije que era una oportunidad única que no podía desperdiciar. El roster de Venezuela era uno de los mejores. En el papel, teníamos un equipo ganador, pero no siempre gana el que está en el papel, sino el que ejecuta mejor. No hicimos el trabajo como teníamos que hacerlo, pero hoy en día podemos hacerlo”, rememoró.
La selección fue dirigida por Luis Sojo y estaba conformada por jugadores estelares. “Era un orgullo, porque tenías al lado a Johan Santana, Magglio Ordóñez, Bob Abreu, Kelvim Escobar y tu decías, es la crema de la crema de Venezuela. Yo era el octavo bate en ese Clásico. Vizquel en el short y yo en segunda”.
Jugó con Vizquel
Alfonzo pasó en la temporada 2003 a los Gigantes de San Francisco, equipo en el que dos años más tarde pudo compartir en el terreno con Omar Vizquel. El camarero recordó que “Manos de Seda” fue su ídolo de pequeño y que le cedió el número 13 en un gesto de reconocimiento.
“Compartí con Vizquel y con Andrés Galarraga, dos jugadores insignias del país. Cuando Omar llegó a San Francisco, había un debate por saber quién usaría el número. Los periodistas me llamaban y yo no contestaba. También me llamaba el encargado del clubhouse, para saber qué se iba a hacer y si lo haríamos nosotros”, recordó el pelotero que pasó cuatro años con los Gigantes y bateó para promedio de .265 (1.926-510) en 542 juegos.
“Cuando llegamos a los entrenamientos, agarré el número 13 y mientras los periodistas me veían le dije ‘Omar, este es tu número. Yo no quiero nada, porque fuiste mi ídolo de pequeño y lo sabes y para mí es un privilegio cederte el número”, recordó con gratitud.
El retiro
Alfonzo pasó a los Tigres de Aragua en la contienda 2011-2012, luego de que Magallanes no le dio la oportunidad de disputar un juego para retirarse. Sin embargo, demostró que todavía tenía con qué y ganó el premio Regreso del Año por segunda vez en su carrera. El bateador derecho ligó para .267 (150-40), con cinco cuadrangulares, 29 fletadas y 15 anotadas.
La primera vez que había obtenido la distinción, fue en la zafra 2007-2008 con los turcos. Casualmente, ese año reforzó a los felinos en la final y también fue campeón. En la ronda regular, dejó un excelso average de .335 (216-64), con cinco jonrones, 32 impulsadas y 25 anotadas.
“Lo disfruté mucho, no por lo que dijeron, sino porque me demostré lo que podía hacer. Fue un año excelente, porque los Tigres me dieron la oportunidad y me di cuenta que eran un grupo unido. Fue una de las cosas que me motivó a seguir jugando. Los domingos comíamos juntos en el clubhouse”, sentenció. En su última temporada, Alfonzo jugó sólo 15 duelos y bateó para .283 (46-13), con una remolcada y tres anotadas.
Edgardo regresó al Magallanes en la temporada 2014-2015, esta vez como coach de la inicial y bajo la dirección del manager Carlos García. Fue una experiencia que disfrutó, pues volvió al equipo de toda su vida. “Disfruté regresar y compartir con el fanático y mi gente del clubhouse. Ahora estaba en otra faceta y fue increíble”, dijo el manager campeón de los Mets en Clase A con los Brooklyn Cyclones. Allí estuvo acompañado del también coach de banca y otrora magallanero, Endy Chávez.
Ahora funge funciones de embajador de los Mets, pero no descarta la posibilidad de volver a dirigir. Mucho menos en Venezuela, donde estaría dispuesto a tomar el timón del Magallanes. “Siempre he tenido eso en mente y me gustaría, porque fue mi primer equipo en Venezuela. Si no se puede, también podría ser con otro equipo porque el fanático venezolano es A1”, sentenció el capitán que siempre estará enamorado del Magallanes..
Las Mayores.- El Salón de la Fama y Museo Nacional de Béisbol anunció el miércoles que su junta directiva votó unánimemente a favor de cancelar los eventos de exaltación este año, debido a las preocupaciones por la salud y la seguridad asociadas con la pandemia del COVID-19.
“El Fin de Semana de Exaltación es una celebración de nuestro pasatiempo nacional y sus grandes leyendas y aunque nos decepciona cancelar este evento tan especial, el interés primordial de la Junta Directiva es la salud y el bienestar de nuestros nuevos exaltados, los miembros del Salón de la Fama, nuestros maravillosos fans y los cientos de empleados que se requieren para presentar los eventos del fin de semana en todas sus facetas”, dijo Jane Forbes Clark, presidenta del Salón de la Fama y Museo Nacional de Béisbol. “Nos importa cada persona que visita Cooperstown”..
Tony Cittadino (Mallorca).- Gregorio Petit disfruta su nueva etapa como manager. El ex jugador de los Leones del Caracas, dirige al equipo doble A de los Astros de Houston, en una experiencia que se ha visto paralizada por la pandemia del coronavirus y que espera retomar cuanto antes.
El nativo de Ocumare del Tuy, participó este martes en el podcast Deportivísimos, que realizamos junto Luis Martínez y explicó que tomó la decisión luego de ser dejado libre el año pasado por los Filis de Filadelfia. Confesó que la idea de apartarse del terreno de juego surgió tras cumplir 40 años y que lo haría cuando algún equipo en Grandes Ligas lo dejara en libertad injustamente.
“No voy a decir que fue justificado o mal dado, pero yo todavía podía jugar y podía hacerlo con ellos en Triple A y ayudarlos en Grandes Ligas, pero ellos consideraron que no. Fue un Spring Training raro, porque era primera vez que me enfermaba. Estuve cinco días en cuarentena en mi casa y cuando regresé, ya no tenía tiempo para estar listo”, explicó.
Petit continuó entrenando en Miami y luego se fue a su casa, en Houston. Allí se dedicó a disfrutar de su familia y de su casa, algo que dijo que necesitaba, pues pudo compartir más con su esposa Yessica y su hija Greysca y sus hijos Benjamín y Sebastián.
“En ese transitar, le dije a mi esposa que no jugaba más, que iba a Venezuela y estar tranquilo. En septiembre estuve a punto de ser agente. Ese era el plan, para estar en mi casa. Pero me llamaron los Astros y me dijeron que había una vacante”, dijo quien jugó con los Astros en la campaña 2014 de las Grandes Ligas.
Entre los ex peloteros con los que conversó para pedir consejos, estuvieron Henry Blanco, Omar Vizquel y Carlos Mendez. Además pudo hacerlo con el periodista Fernando Arreaza, narrador con una dilatada experiencia por más de 25 años con el circuito del Caracas.
“El mes que estuve en el Spring Training fue súper gratificante y emocionante. Me gustó y estaba emocionado al principio, pero no porque no supiera hacer las cosas, sino por cómo me iba a sentir. Era más por saber si tendría la adrenalina y las ganas de jugar y no fue así. Cuando me sentí que no quería jugar más, dije, listo, gracias a Dios estoy bien. Esto lo voy a disfrutar al máximo”.
La decisión del retiro también fue para hacerlo en el momento acertado de su carrera. Aunque se sentía bien, lo hizo antes de que estuviera en horas bajas, a pesar de recibir ofertas de México y de ligas independientes. “Ya no iba a crecer más en el beisbol. Iba a aumentar más mis viejos y estadísticas, pero no quise. Si decidía continuar, nadie iba a saber que estaba interesado en ser coach”.
La final contra Magallanes
Petit fue parte del equipo que venció a Magallanes en la tercera final en la historia de los “Eternos Rivales”, jugada en la temporada 2009- 2010. Para el otrora campocorto, jugar con los Leones y estar en esa final, fue un sueño hecho realidad. Con los melenudos, estuvo en 13 temporadas, dejando un promedio de .263 (1.388-365), con 18 jonrones, 166 carreras impulsadas y 185 anotadas en 424 juegos.
“Fui caraquista toda mi vida, de los niños que lloraban cuando Caracas perdía y mi mamá era magallanera. Cuando ganaba el Caracas, me ponía fastidioso. Viví las finales contra el Magallanes como fanático y de niño, pero en 2005 jugué la final de la Paralela y no tuvo nada que envidiarle a la que se jugó luego con el equipo grande. Estaba Robinson Chirinos, Pablo Sandoval, Juan Apodaca, Víctor Gárate y otros más”, recordó con emoción.
Caracas ganó la final en siete juegos, imponiéndose en el último duelo en Valencia. Fue la recordada serie decisiva que cambió con el jonrón de Grégor Blanco ante Francisco “Kid” Rodríguez en el cuarto juego en el estadio Universitario”.
“Esa final tuvo de todo. Entramos de cubrir y Hudgens me dice ‘Sé que estás caliente, pero necesito la oportunidad de buscar un jonrón para, por lo menos, empatar el juego. Voy a poner a Wilson Ramos a batear por ti’. Yo me quedé en la entrada del dogout, cerca del palco. Ramos falló y Grégor en el círculo de espera, me dijo que le pasara la pesa para ponérsela al bate”.
Petit, que jugó con Blanco en estadales, contó que el jugador de La Guaira, que fue tomado como refuerzo para la final, le dijo que iba a dar el cuadrangular. “Cuando ese señor le dio a esa pelota, me dio escalofrío, porque me lo había dicho. Fue algo que marcó la historia del beisbol en nuestro país”.
El mirandino dijo que fue clave no bajar los brazos, porque Magallanes les había ganado los dos primeros juegos de la serie en Valencia. “Fuimos a Caracas y ganamos el primer juego. Estábamos en casa. La serie estaba dos a cero abajo, pero nosotros siempre tuvimos la mentalidad de ganar cuatro juegos. Perdimos el tercero y regresamos a Valencia. Se oía el rumor de que Magallanes estaba celebrando, porque en la temporada no podíamos ganarle en su casa. Eso fue la espina en el talón, porque era lo que faltaba. Ganamos el sexto juego y ahora éramos nosotros que nos sentíamos inflados. En toda mi vida de pelota nunca vi un ambiente como el de esa final y mira que jugué un Yankees-Boston en los dos estadios”.
Figura en el Caracas
Petit fue campocorto del Caracas, una posición por la que han pasado peloteros estelares como Alfonso “Chico” Carrasquel, Alex González y Omar Vizquel, lo que considera un honor. “Es algo maravilloso, porque no puedo explicarlo. Crecí viendo a Vizquel, pero vi mucho más a González, porque fue al que más vi jugar. Tener la oportunidad de compartir con los dos y ser yo quien sigue la cadena, es algo como fanático de los Leones que me llena de mucha satisfacción”.
Definió a Leones como la organización más importante de su carrera y a Henry Blanco como un gran mentor. “Leones es el equipo al que más cariño le tengo. En mi carrera fue el que ocupó un espacio más grande, en cuanto a beisbol y amor. Estuve toda mi carrera. Allí crecí, aprendí y tuve una escuela espectacular, con Henry Blanco, Marco Scutaro, Carlos Mendez o Bob Abreu. Muchas cosas son gracias a Henry, pero él tiene mucho conocimiento en el beisbol”.
No dudó en asegurar que se ve en un futuro como manager del Caracas. “Claro que me veo”, dijo entre risas. “Si Henry es el manager, no tengo problema en ser parte de su staff. Si yo soy el manager, me lo traigo como coach de banca”.
Sin embargo, para llegar a ese puesto, considera que todavía tiene que trabajar. “Tienen que pasar muchas cosas, pero todo el mundo lo relaciona con la gerencia y es que tengo que aprender. Tengo que crecer. Si la oportunidad se da, no voy a decir que no. Me siento preparado para ese rol. Con miedo, sí, con nerviosismo o como lo quieras poner, pero con las mismas ganas de aquél muchacho que debutó en 2005 y se fajó para hacerlo lo mejor posible. Nunca vas a saber si estás listo, si no lo intentas”.
Contó que uno de los managers que más lo apoyó en sus inicios en el Caracas fue Carlos Subero, estratega campeón en la zafra 2005-2006 de la LVBP y único venezolano invicto en la Serie del Caribe.
“Me dio la oportunidad de enseñar cómo podía ayudar al equipo a ganar juegos. Cuántas temporadas jugué lesionado o con dolores, pero siempre me importó ayudar al equipo. Entendía en mi momento que si no ayudaba con el bate, podía hacerlo el short”.
También compartió con Frank Kremblas, un manager de carácter fuerte y de juego agresivo en el terreno de juego. “Era súper agresivo jugando al beisbol. Un día me mandó a robar el home con las bases llenas en Puerto La Cruz y estaba bateando Josh Kroeger, con dos outs”, recordó con risas. “Arranqué y me devolví a los dos pasos. Luego me fui y llegué quieto. Me dijo, ‘te lo dije” y yo le dije que era un loco”.
Para Dave Hudgens, campeón en la 2009-2010, tuvo palabras de elogios. “Todo el mundo lo respetaba. Trataba de que todo el mundo estuviera contento. Hablaba la verdad. Es alguien a quien admiro y tengo contacto. Cuando acepté el trabajo, me llamó para saber. Lo conozco desde los 17 años, cuando estaba en Oakland”, recordó Petit, quien pidió a todos quedarse en casa para superar la grave etapa de contagio del coronavirus.
“Después que esto se acabe, vamos a tener una manera muy diferente de ver las cosas y un crecimiento mucho más allá de lo que la gente se imagina. Hay que seguir aprendiendo”..
Mark Feinsand (MLB).- Después de Jackie Robinson, ningún jugador ha sido asociado tanto con el número 42 que el panameño Mariano Rivera.
Pero de haber salido las cosas un poco distintas casi dos décadas antes, el número posiblemente no hubiese estado disponible para Rivera.
Reggie Jackson fue presentado con una camiseta con el número 42 durante la rueda de prensa en la que fue presentado como jugador de los Yankees en diciembre de 1976, después de haber firmado como agente libre. Jackson, quien utilizó el 9 en Oakland y Baltimore, no pudo tomar ese dígito en Nueva York, pues ya lo tenía Craig Nettles.
En un principio, Jackson tenía pensado utilizar el 42 en honor a Robinson, informó por aquel entonces The Sporting News, e incluso invitó a la viuda de Robinson, Rachel, a la rueda de prensa.
Sin embargo, cuando Jackson se presentó a los entrenamientos en 1977, decidió vestir el 20 en honor a Frank Robinson, quien se había retirado hacía poco tiempo. Jackson luego pasó a usar el 44 como un tributo a Hank Aaron, quien también se había retirado tras la temporada de 1976.
“Me guardó el 42 a mí”, dijo Rivera entre risas.
Rivera recordó que en un principio, el manager del clubhouse de los Yankees, Nick Priore, le asignó el Nro. 58, aunque nunca disputó partido alguno usando tal número. Priore le dio luego a Rivera el 42, que el lanzador terminaría utilizando en los 1,115 juegos de temporada regular en los que vio acción, más otros 96 de postemporada, durante una carrera del Salón de la Fama.
“Yo no lo pedí”, dijo Rivera. “Me lo dieron”.
En aquel entonces, todavía había jugadores de Grandes Ligas en muchos equipos utilizando el famoso número. No había sido retirado sino por los Dodgers, que habían homenajeado a Robinson durante una ceremonia para retirar el 42 en el Dodger Stadium en 1972.
Otros 16 jugadores de los Yankees lo habían llevado antes de Rivera, con el segunda base Jerry Coleman como el más notable de la lista. Coleman ganó cuatro anillos de Serie Mundial durante su carrera de nueve campañas (1949-57) en Nueva York. El derecho dominicano Domingo Jean, quien hizo 10 presentaciones por los Yankees en 1993, había sido el último jugador en usar el 42 antes de que se lo asignaran a Rivera.
Rivera, un muchacho de 25 años, no sabía mucho sobre la historia del juego para aquel entonces, por lo que no tenía claro cuál era el significado del número de su uniforme. No fue hasta el 15 de abril de 1997, cuando MLB retiró el 42 en honor a Robinson, que Rivera empezó a entender la importancia de los dígitos que llevaba en su espalda.
“Yo no sabía mucho de las estadísticas, de la que gente que había jugado antes. Sólo estaba feliz de jugar y de dar lo mejor de mí para ayudar al equipo a ganar”, confesó Rivera. “La gente estaba hablando de Jackie, de lo importante que era retirar el número, así que decidí aprender más sobre él y entender quién era y qué había hecho”.
“Tuve la bendición de que a medida que pasaban los años, se iban retirando los muchachos que tenían también ese número, hasta el punto en el que yo era el último”, recordó Rivera. “En ese momento, fue una responsabilidad todavía mayor usar el número 42. De verdad, era una presión».
“Yo quería que el señor Jackie Robinson se sintiera orgulloso del legado que dejó en nosotros. Yo, siendo el último 42, jugando en ese gran escenario que es Nueva York, de verdad estaba muy agradecido por el legado que nos había dejado y por poder seguir pasándoselo a las próximas generaciones”.
En el 2004, el entonces comisionado Bud Selig declaró que el 15 de abril sería el Día de Jackie Robinson, creando una celebración anual para recordar el impacto del pionero en el juego y el país.
Tres años después, Ken Griffey Jr. le pidió permiso a Rachel Robinson para utilizar el 42 el 15 de abril, en lo que sería el 60mo aniversario del debut de Jackie. Griffey recibió el visto bueno, lo que llevó a que más de 150 jugadores – incluyendo cinco equipos completos – vistieran el número en el Día de Jackie Robinson del 2007.
Ya para el 2009, todo el personal uniformado de los 30 equipos estaba usando el 42 en cada Día de Jackie Robinson. Rivera, quien para ese entonces ya tenía cinco años siendo el único jugador en vestir el número a diario, dijo que el 15 de abril se había convertido rápidamente en uno de sus días favoritos de la temporada.
“Me encantaban esos días; todo el mundo usando mi camiseta”, dijo Rivera. “Todos podíamos celebrar su vida y su legado juntos”.
Rivera confesó que pensaba mucho en Robinson a lo largo de su carrera, especialmente durante su última temporada en el 2013.
“Cada día, le daba gracias a Dios primero y luego a Jackie por dejarnos aquel legado”, contó Rivera. “Yo sabía que mi trabajo estaba hecho. Creo que Jackie estaba sonriendo, diciendo que lo había hecho muy bien”.
Rachel Robinson frecuentemente elogió a Rivera por sus valores, modales y principios a lo largo de los años, diciendo que representaba a su esposo tan bien como alguien ha podido hacerlo. En el 2013, a sólo meses de que colgara para siempre el Nro. 42, Rivera fue homenajeado por la Fundación Jackie Robinson, recibiendo el premio “ROBIE Humanitarian Award”. Rachel, junto a su hija Sharon, le entregó personalmente el premio a Rivera.
“Estaba muy agradecido”, dijo el nativo de Puerto Caimito. “Estaba agradecido de que ella me permitiera ser parte de algo tan especial”.
Cuando Robinson fue exaltado al Salón de la Fama en 1962, se convirtió en el primer Nro. 42 en Cooperstown. Bruce Sutter se le unió en el 2006, mientras que Rivera fue el más reciente y último 42 en anclar en el Salón.
“Yo no creo que alguien hubiese podido escribir un guion así”, confesó Rivera. “Jackie siendo el primero, yo el cerrador, el último, fue algo grandioso. Su legado vivirá por siempre. Nadie va a utilizar más ese número, pero cada año, mientras haya béisbol, todo el mundo podrá utilizar el número 42. Eso es algo especial. Eso dice mucho sobre la persona, las cosas por las que pasó, lo que hizo y lo que defendió. Tenemos que honrar ese legado”.
Cuando fue retirado el número de Robinson, 13 jugadores activos aún usaban el 42. A ellos se les permitió seguir llevándolo por el resto de sus respectivas carreras, pero no se volvería a asignar ese número una vez estuvieran todos retirados.
Uno por uno, esos jugadores — una lista que incluía a Mo Vaughn y al dominicano José Lima — fueron dejando el juego. Cuando Vaughn se retiró al terminar la temporada del 2003, Rivera era el último 42 que quedaba en la Gran Carpa.