Eduardo, el hipismo y el periodismo

Tony Cittadino (Mallorca).- Por primera vez escribimos una columna fuera de lo convencional. No analizamos un tema deportivo en específico, como de costumbre. Es una experiencia emocionante, porque está dedicada a una gran persona y un gran periodista como Eduardo Rodríguez Giolitti ¿Usted se preguntará qué tiene que ver con el deporte? Pues, le contamos que mucho. Eduardo es un gran amante del hipismo.

Estas líneas fueron publicadas en su momento en el diario TalCual, cuando teníamos la columna Libreta Deportiva, el 30 de agosto del año 2014. Ahora aprovechamos para volver a hacerlo, desde esta vitrina. La idea nació cuando leímos el libro escrito por Eduardo: Mi vida en el medio, la emoción de comunicar. Allí terminamos de reafirmar lo que ya había demostrado. Su pasión por los caballos, que le acompaña desde pequeño.

Guardando las distancias, debemos decir que nos emocionamos al leer momentos de su vida relacionados con el hipismo, porque, en paralelo, nos recordó nuestros inicios con el beisbol. El hipódromo es a Eduardo, lo que para nosotros es el estadio Universitario. Cuántas cosas en común detrás de una pasión deportiva, que nos terminó llevando al periodismo.

Es admirable el amor y el conocimiento que tiene Eduardo por los caballos. Creció recorriendo el Hipódromo La Rinconada de la mano de su padre, José Luis Rodríguez, quien era agente de jinetes y, además, corrector de la Gaceta Hípica, publicación de la que Eduardo, años más tarde, fue también corrector, redactor y coordinador.

Su pasión lo llevó a ser relacionista público de un criadero de caballos, en haras Montalbán. Su cercanía con el periodismo tuvo muchísimas etapas, entre ellas vivir en el edificio La Esfera. Allí estaba muy cerca de lo que era la antigua Torre de La Prensa, en la avenida Panteón, donde estaban las sedes de los periódicos Últimas Noticias y El Mundo. Caminar de domingo a domingo por el palco de prensa del hipódromo, le permitió sentir de cerca el periodismo impreso. Tanto así, que en su casa se sentaba frente a la máquina de escribir y realizaba periódicos artesanales.

Luego, interesado en la locución, solía escuchar los circuitos radiales de Caracas y Magallanes, para luego grabar las cuñas y poder jugar a las grabaciones caseras, en las que soñaba con ser locutor. Un título que obtuvo y que en el día de la prueba estuvo acompañado por Marco Vinicio La Cavalerie, hijo del gran «Musiú» La Cavalerie. Y cómo no lograrlo, si además tenía como ejemplo a dos glorias del periodismo deportivo como Delio Amado León y Carlos Tovar Bracho. Imagínese usted, dos cuarto bate del periodismo deportivo, en especial en las transmisiones de beisbol por Venevisión ¡Un lujo, qué época!».

Siempre atento

Eduardo siempre está pendiente de lo que sucede en los hipódromos, tanto en los nacionales, como en los internacionales. Todavía recordamos con asombro como en junio del año 2013, pedía estar pendiente de la carrera de California Chrome, que no pudo lograr la Triple Corona en Belmont, Nueva York.

Además no pierde oportunidad para explicar cualquier anécdota relacionada a los caballos. Tanto los que corren en los hipódromos o los de paso. Eso sí, Eduardo es de los que defiende siempre al animal. Está en contra de los maltratos y, además, de las apuestas. Prefiere quedarse con lo interesante y romántico que rodea a los alazanes.

También aprovecha sus dotes para en un momento libre dibujar un bello caballo a mano alzada. Cuántas veces lo vimos. Uno mejor que el otro. Es impresionante la facilidad con que los hace. Parece que tuvieran vida propia. Una obra de arte que podía hacer durante la pausa comercial del Noticiero Venevisión, por ejemplo, donde tuvimos la fortuna de trabajar juntos en la emisión meridiana.

Tampoco se ruboriza al imitar la narración de una carrera de caballos mientras prueba el sonido de la balita, antes de ir al aire, al mejor estilo del gran Aly Khan. Cualquier ocasión es buena para demostrar que el hipismo lo lleva en la sangre.

También ama el beisbol

La pasión deportiva de Eduardo no se queda en los caballos. También es un gran fanático del beisbol. Caraquista confeso, como pocos, no perdía oportunidad para bromear con la magallanera Anna Vaccarella durante cualquier época del año.

Su amor por la pelota también le hace estar atento a lo que sucede noche a noche en las Grandes Ligas o en los parques nacionales, cuando hay temporada. En muchas ocasiones, antes de comenzar a narrar la sección deportiva, siempre preguntaba «¿Tony, qué tienes por ahí?  ¿Viste lo que hizo Cabrera anoche?» Preguntas como ésas eran rutinarias, dependiendo lo noticioso de la jornada.

En realidad, Eduardo es un personaje único. Un hombre, profesional y amigo, como pocos. Además, tiene una gran familia, que siempre presenta con orgullo y amor: su esposa Candi, sus hijos Fabiana y Diego y su inseparable Milka. Ahora que Dona no está, su compañera es Milka. Dona era una perra bellísima. Como él diría, ¡un caramelo!

De verdad, tienen que conocerlo. Van a gozar un pullero. Por fortuna, tuvimos la bendición de poder compartir a diario con él y es una de las mejores experiencias de nuestra vida. Siempre tiene un consejo a la mano, con un poder de inspiración y humildad que no hemos visto en otras personas. Algo difícil en éstos tiempos, por cierto.

Ahora es tiempo de despedirnos y como diría Eduardo antes de marcharse: «Señores, partió Tiberio».

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