Luis Alvarado De Sousa (Caracas).- Los aficionados y periodistas que seguimos el beisbol venezolano vimos estupefactos como el experimentado pelotero de las Águilas del Zulia, Alex Romero, impactaba con un bate la espalda del receptor de los Caribes de Anzoátegui, Gabriel Lino. Más allá del análisis en caliente de la terrible acción de Romero, queremos ahondar un poco más en la situación desde la neutralidad.
Los antecedentes son importantes para entender lo que llevaría a propiciar la situación lamentable. El juego venía cerrado hasta el quinto episodio cuando Anzoátegui destapó todo su poderío ofensivo con un ramillete de trece carreras que se consumó en la parte baja del séptimo episodio. Es en este punto donde comienza la reyerta, ya que Rómulo Sánchez golpea a César Valera. Sólo podemos hacer conjeturas para tratar de entender la decisión de Sánchez: Frustración, pedido desde la cueva o un pase de factura.
El quiebre
Lo cierto del caso es que cuándo comenzó la revuelta, pensamos que el rol de manager en estas ocasiones debe ser el de llamar a la calma y la cordura, cosa que nunca ocurrió con Jackson Melián. El estratega de Caribes caldeó los ánimos, pateando cual balón de fútbol a Yasmani Guerra. Aquí el primero de muchos errores, esta vez por parte de un estratega tan experimentado como Melián. Pero esta situación nos hizo ver que la experiencia no vale de nada cuando se calienta el ambiente.
Luego de las expulsiones de Melián, Phipps, Guerra y Pérez, el umpire Leonardo Nieves olvidó expulsar al lanzador Rómulo Sánchez, que fue artífice del bolazo. Una concesión al lanzador, que tendría repercusiones más adelante. En la siguiente entrada y con el juego en warning, volverían a vaciarse las bancas, esta vez por un incidente aún más grave. Ángel Nesbitt intentó golpear la humanidad de Alex Romero con un pitcheo que pasó cerca de su espalda.
Cuatro errores
Aquí surge un error colosal por parte de los árbitros y principalmente el chief umpire Leonardo Nieves al no expulsar inmediatamente a Nesbitt. La intención del lanzador fue clara y la permisividad del árbitro llevó a que Nesbitt lograra impactar a Romero. Aquí viene otra decisión decisiva y lamentable.
Romero tomó su bate y golpeó con fuerza al receptor, Gabriel Lino en la espalda. Sólo podemos imaginar lo que pasó por la mente del experimentado jardinero de las Águilas, pero lo que si podemos establecer es que esta acción no puede ser aplaudida y mucho menos justificada a pesar de cualquier fanatismo. Un hombre de la experiencia y trayectoria de Romero, tiene la jerarquía para ser un ejemplo y no un bochorno. Si bien es cierto que un bolazo a noventa millas no es poca cosa, la profesionalidad debe privar.
Aquí también recae la responsabilidad en Nesbitt y Lino. Fue alevosa la intención de golpear a Romero, la culpa de los dos últimos no debe ser limpiada. De nuevo, vendrían las expulsiones, este caso de Astudillo, Romero, Nesbitt, Lino y Valera. Un último conato fue atajado, al fin de manera correcta por el principal del encuentro al expulsar inmediatamente a Luis Rengel, que golpeó a Engelb Vielma.
Queremos apuntar ciertas conclusiones que nos deja este evento. Este no es el primer caso de una pelea violenta en el beisbol, pasa en los Estados Unidos, México, Cuba y ello no implica que sea un reflejo de la decadencia en la cultura de dicho país. Alex Romero debe ser el jugador con la suspensión más alta, partiendo en quince juegos de acuerdo con el artículo 21 del Código de Ética de la liga. Finalmente, es necesario un llamado de atención a los árbitros que impartieron justicia en este compromiso. Con acciones más oportunas, se pudo haber evitado semejante situación.
Foto: IVC/TC.