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Agonía de una pasión: Temporada 2019-2020 de la LVBP

Yelimar Requena (Caracas).- El beisbol que nos distingue como venezolanos, no se desvaneció con las prohibiciones de MLB. Hace ya bastante tiempo que el llamado «principal pasatiempo nacional», dejó de ser familiar para muchos venezolanos. Quizás la temporada 2019-2020 ha sido la que más evidencia la desconexión, pero la verdad es que la decadencia del deporte en general nada tiene que ver con las recién llegadas sanciones de Estados Unidos.

Ha habido demasiada controversia alrededor de la LVBP y su patrocinio. El radicalismo político, que se ha cultivado como prioridad en los últimos 20 años, ha hecho que muchos antiguos fanáticos se declaren enemigos de la pelota. Y eso se constata en las tribunas vacías, pero también en las calles carentes de aquellos uniformados que defendían a capa y espada a sus equipos, bromeaban y sonreían. Vivían el beisbol.

Ahora, que muchos dicen que la temporada es de baja calidad debido a la ausencia de las Grandes Ligas, todos están pendientes de la asistencia en los estadios, e incluso, pareciera que celebran la sombría escena que insinúan el fracaso de la contienda. No obstante, la verdad es que hace ya varios años que no se llenan los parques en Venezuela, en la mayoría de las ocasiones por un tema de economía y prioridades que afecta por igual a los teatros, cines, centros comerciales y demás recintos destinados al entretenimiento.

Y es que aquí lo que falta no es calidad de juego, sino calidad de vida. Lo que afecta a la pelota va más allá del precio de la entradas y el consumo en los estadios. El rechazo tiene que ver con un todo. Envenenaron de tanta política la cabeza de los venezolanos que se satanizó la pelota desde que Pdvsa se convirtió en su patrocinante y todos comenzaron a cazar los errores para hacer eco de las carencias, de lo que ya no es como antes.

A este punto, con el añadido de las sanciones de MLB, ni siquiera los duelos entre los «Eternos Rivales» llenan los estadios, acaparan la televisión o paralizan al país. En ninguno de los dos encuentros que se han dado hasta ahora entre Caracas y Magallanes la taquilla ha llegado si quiera a 10 mil personas.

Nada es suficiente para reconciliar al fanático con la pelota. Y es que no le disculpan a la liga que haya recibido dinero del Estado para mantener el espectáculo, cosa que, en una economía normal, no tendría porqué ser algo extraordinario, mucho menos imperdonable.

Pareciera que la necesidad de vivir en el conflicto impulsa a los ciudadanos a criticar todo lo que sobrevive a la crisis. Hay tanto empeño en decir que la temporada es un fracaso, que pocos han notado que hay equipos como Caribes de Anzoátegui o Tigres de Aragua que, prácticamente, están intactos en relación a su versión del año pasado. Muchos han dejado pasar por alto la presencia de peloteros que hasta ayer eran llamados «caballos» como Henry Rodríguez, Wilfredo Tovar, Ramón Cabrera, Carlos Rivero, Alex Romero, Daniel Mayora, Luis Jiménez y Héctor Sánchez, entre otros.

La mayoría está tan enfrascada en la ola de novatos que llegó al circuito, que han desmeritado el hecho de que René Reyes está a punto de llegar a los 1.000 hits y ni siquiera han notado que Ronny Cedeño está a tres vuelacercas de los 50. Y eso solo hablando de bateadores, porque desde la lomita Yohan Pino y Raúl Rivero, dos veces ganador del premio Pitcher del Año, están a una victoria de las 40. Un registro con el que dejarían atrás a Horacio Estrada y Omar Daal, para ubicarse a un paso de los 20 mejores brazos de toda nuestra historia.

No se trata de fingir que no hace falta ver a Ildemaro Vargas y Juniel Querecuto en Cardenales, a Jesús Aguilar en Tigres, o al «Cafecito» Martínez en Tiburones. Por supuesto que se resiente su ausencia, al igual que la de Harold Ramírez en Caracas o Adonis García en Magallanes. Pero seamos honestos, el rechazo a la pelota tiene que ver más con la necesidad de acentuar el conflicto sociopolítico, que con la falta de peloteros de experiencia.

Es cierto, la actual contienda es la más rechazada de nuestra historia, pero ya sabíamos que eso iba a pasar. Gabriel García Márquez lo llamaría «Crónica de una muerte anunciada» ¿Por qué insistimos?, porque que nadie está preparado para ver morir lo que ama y todavía hay mucha gente que ama al beisbol. Aún en estos momentos de agonía, mantienen la esperanza de revivir los éxitos de antaño.

Basta de criticar todo. En este tierra nació Luis Aparicio, David Concepción, Omar Vizquel, Andrés Galarraga, Bob Abreu, Johan Santana, Miguel Cabrera, José Altuve y muchos otros, que han cambiado la forma de ver el beisbol. Todos fueron novatos y jugaron aquí antes de ser estrellas, a todos en algún momento les salió mal una jugada de rutina y todos alguna vez recibieron un reproche. Quizás algunos de los muchos que están aprovechando la coyuntura como una segunda oportunidad en el beisbol, está llamado a hacer algo grande y muchos pueden perdérselo porque simplemente se cerraron al hecho de que una temporada pueda funcionar sin los prospectos o demás peloteros de Grandes Ligas.

Esta bien, elegir lo que los entretiene es un derecho universal, pero recuerden que, hoy por hoy, aún están esperando por ustedes el Universitario al pie de El Ávila, el Alfonso «Chico» Carrasquel en el puerto, el José Pérez Colmenares en la ciudad jardín, el Antonio Herrera Gutiérrez en la capital musical de Venezuela, el Luis Aparicio «El Grande» en la tierra de la gaita, el José Bernardo Pérez en la industrial Valencia y el estadio de Guatamare en la perla del Caribe. Quizás en años próximos eso ya no sea así.

Recuerda que para que haya beisbol, se necesita una fanaticada.

Foto: Luis Alvarado.

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