Maradona fue hospitalizado en Argentina

Diario Olé.- Diego Maradona fue internado este lunes en una clínica de La Plata, por un cuatro que no tiene relación con el Covid-19. De hecho, los testeos al técnico de Gimnasia habían dado negativos.

El Diez había estado el viernes en el estadio del Lobo para un homenaje que le hicieron antes del partido ante Patronato. Pero no se quedó a dirigirlo y se fue al arrancar.

Esa tarde se lo había visto muy desmejorado, debilitado, con dificultades para levantar el brazo izquierdo y lo tuvieron que ayudar a caminar. Recibió una plaqueta de parte del presidente de Gimnasia, Gabriel Pellegrino; del de la Liga Profesional, Marcelo Tinelli, y del de la AFA, Claudio Tapia, por su cumpleaños 60.

Tras ese episodio, Gianinna, una de las hijas de Diego, escribió en Twitter: «Me parte el alma verlo así».  

Las primeras informaciones indican que al Diez se le harán chequeos médicos y, según le comentaron a Olé desde su entorno, el objetivo es ajustarle la medicación y que lo que ocurrió no fue una urgencia. 

Pero todavía no hizo declaraciones el médico personal del entrenador, Leopoldo Luque. Este profesional había revelado públicamente que el exceso de alcohol había complicado la salud De Diego y lo acompañó en la internación.

Según informó el periodista Daniel Arcucci, amigo de Diego, el DT padece una anemia. Además, aseguró que Luque y los demás profesionales que lo acompañan en el tratamiento fueron los que convencieron a Diego en una reunión de este lunes por la tarde, en la casa del ex futbolista, de la necesidad de internarlo.

De todas maneras, el Diez también era consciente de que no estaba bien y no ofreció resistencia. Es los últimos días no estaba bien anímicamente.

La clínica en la que está internado es el Instituto Ipensa, donde poco después de conocerse el hecho dejaron de atender los teléfonos hasta del conmutador. En ese lugar había ingresado para realizarse estudios en el mes de septiembre, y luego agradeció a los profesionales que lo atendieron en su cuenta de Instagram.

Roberto Baggio, el genio que Italia no supo comprender

Tony Cittadino (Mallorca).- Roberto Baggio es uno de los mejores futbolistas italianos de todos los tiempos. Su calidad con el balón se demostró una y otra vez, superando las tortuosas lesiones y jugando, prácticamente, con una rodilla. Aunque la relación con la mayoría de sus entrenadores no fue buena, el amor de los fanáticos los dividió entre el héroe de la cancha y el villano por errar el penal en el Mundial del 94. Un fallo que parece que nunca le perdonaron.

Baggio nació el 18 de febrero de 1967 en Caldogno, un pueblo de casi 11 mil personas cerca de Vicenza. En su autobiografía Una Porta Nel Cielo (2001), recordó que fue el sexto de ocho hermanos: Gianna, Walter, Carla, Giorgio, Anna Maria, Nadia y Eddy. Su madre es Matilde y su padre, Florindo, un ex jugador de fútbol y ciclista.

Su nombre fue en honor a dos jugadores estelares de la Juve e Italia: Roberto Boninsegna y Roberto Bettega. Comenzó a jugar a los 6 años y su firma con el Vicenza, su primer equipo, fue en parte gracias al párroco de la iglesia, que vio sus dotes de jugador y habló con la directiva del equipo. En 1979, anotó 42 goles y realizó 20 asistencias con el equipo juvenil de Caldogno. En total, en las juveniles llegó a marcar 110 goles en 120 partidos.

El Vicenza lo firmó cuando tenía 13 años, por 150 mil liras y debutó tres años más tarde, en la temporada 1982-1983. Sus ídolos eran los brasileños Cinesinho y Zico. La primera de sus tantas lesiones fue en 1982, en el menisco de la rodilla izquierda.

Ya en el Vicenza, había despertado el interés de la Fiorentina, la Sampdoria, el Torino y la Juventus. Su primer tanto fue el 3 de junio de 1984, ante el Brescia. Ya tenía 16 años. Irónicamente, lo haría con un penal. Como fue marcado por el destino. Un remate sutil, a ras del suelo, al lado izquierdo de la portería, engañando al arquero.

El 5 de mayo de 1985 se lesionó, dos días después de firmar con la Fiorentina por dos millardos 700 mil liras. Con el Vicenza jugó tres temporadas y en la última, la 1984-1985, anotó 12 goles en 29 partidos de la liga.“Me lesioné en el juego ante el Rimini, equipo del que era director técnico Arrigo Sacchi. Ganábamos un gol por cero, con un gol mío. Iba corriendo, me resbalé y la pierna se dobló hacia atrás. Sentí un dolor muy fuerte. Algunos pensaban que estaba fingiendo. Me rompí el ligamento cruzado anterior, la cápsula y el menisco de la pierna derecha. Ahí comenzó el calvario”, explicó al programa Sfide de la RAI.

Baggio se operó en Saint-Étienne con el doctor Bousquet. Fue el 5 junio, un mes después de la lesión. Le reconstruyeron la rodilla. La cirugía le dejó 220 puntos de sutura internos. Baggio más nunca fue igual en el campo, aunque sí supo reinventarse. En su libro explicó que se acercó al budismo por primera vez en 1987, gracias a su amigo Maurizio Boldrini. Fue dos años después de haberse lesionado.

“Cuando me lesioné, todos dijeron que debía retirarme. En ese tiempo, no lograba tener continuidad y no creía en mí mismo. Salía muy poco, porque siempre tenía que tener hielo en la rodilla y porque tenía miedo”, explicó Baggio, quien fue católico, pero no por fe, sino por costumbre.

El 12 de enero de 1988 inició su camino en el budismo y allí pudo refugiarse y salir adelante, porque se quería morir. No tenía esperanzas. Dos semanas después de la operación, pesaba 56 kilos. Había perdido 12, porque no dormía, ni comía.

“La operación fue un éxito científicamente en esos años, pero para mí fue terrible. La rodilla la tenía inflamada como un melón y la tenía sostenida por barras metálicas a los lados. Tenía un dolor terrible y estaba destruido. El dolor me traspasaba el cráneo. Era alérgico a los antiinflamatorios y los que me aplicaban, ni los sentía. Me sentía tan mal, que una vez le dije a mi madre que si me quería, que me matara, porque no aguantaba más. Era un tormento las 24 horas del día”, relató en su libro.

Su llegada a la Fiorentina

Baggio volvió al terreno de juego, luego de su traumática recuperación. Fue su primera campaña en Serie A con la Fiorentina en la zafra 1986-1987. Entre liga y Copa Italia, disputó 10 partidos y anotó tres goles.

En su libro, Baggio define a la entidad viola como su gran amor, porque creyeron en él y le ayudaron a recuperarse. “Nadie me entenderá, sino vivió lo que viví y si no conoce Florencia. Cuando llegué, era un campeón virtual. Tenía 18 años y un currículum de fenómeno, pero con una rodilla reconstruida. Estaba mal y la ciudad me amó rápido, confiando en mí, adoptándome como a su familia”.

El técnico que lo recibió fue Aldo Agroppi y nunca dudó de su talento. “Tenía prisa en recuperarlo, porque tenía enfrente a un gran jugador. Era inútil negarlo. Quería dirigir a un gran jugador y regresarle su valor. No pensaba en otra cosa”, dijo el estratega a Sfide.

El 3 de septiembre de 1986 debutó con el equipo ante el Empoli, en duelo de Copa Italia con par de tantos. Sin embargo, a las tres semanas volvió a romperse el menisco y tuvo que pasar de nuevo por el quirófano.

El 17 de septiembre de 1989 dio su primera gran muestra de su talento y su recuperación, al anotar un golazo ante el Napoli de Maradona en el estadio San Paolo. Tomó el balón desde antes del mediocampo y en una corrida triunfal, se fue quitando a los rivales con regates. Al llegar al área, superó al portero Giuliano Giuliani en el mano a mano y definió a puerta vacía.

Su crecimiento con el equipo viola siempre fue a más. Entre la campaña 1987-1988 y la 1989-1990, anotó 52 goles en 121 juegos entre liga y copa nacional. Los fanáticos soñaban con la nueva estrella del equipo, pero todo cambió justo antes del Mundial Italia 90.

Su partida a la Juventus, uno de los grandes rivales en el fútbol italiano, desató protestas en la ciudad, con un saldo fue de 50 heridos y 54 detenidos. El presidente del club, Ranieri Pontiello, explicó que la transacción fue para salvar a la entidad económicamente. “Su traspaso era una acción para evitarlo. Teníamos que igualar los balances económicos de la Fiorentina”.

Baggio dijo que quería quedarse en el club, pero se fue porque lo habían vendido. No era su deseo.

La magia en Italia 90

Baggio había debutado con la selección absoluta el 16 de noviembre de 1988 y su primer gol fue con un tiro libre, el 22 de abril de 1989 ante Uruguay. Había mucha expectativa de lo que podría hacer. Su convocatoria al Mundial, era el premio a la constancia.

Pero los días previos a Italia 90 no fueron fáciles, porque los fanáticos de la Fiorentina iban a Coverciano a increpar al jugador durante los entrenamientos. Por ese motivo, el director técnico de la selección italiana, Azeglio Vicini, debió cerrar las prácticas al público.

Debutó ante Checoslovaquia, en el tercer juego de la fase de grupos. Fue el 19 de junio de 1990 y en el minuto 77 anotó un gran gol con una jugada personal desde la mitad del campo. Un tanto parecido al que marcó con la Fiorentina en la Serie A. En esa Copa del Mundo, anotó dos tantos en cinco partidos. “Fue una emoción increíble e inexplicable, porque era mi primer juego y aseguramos la victoria”, dijo a Sfide.

Italia quedó eliminada en semifinales ante Argentina. Empataron a un gol en 120 minutos y cayeron en penales cuatro por tres. En el duelo por el tercer lugar, anotó uno de los dos tantos en el triunfo frente a Inglaterra. El segundo gol fue un penal de Salvatore Schillaci, al que Baggio le cedió para tirarlo y quedarse como líder goleador de la Copa.

La gloria con la Juventus

Baggio pasó a la Juventus y se consagró como un campeón, a pesar de admitir que no se acostumbró a la ciudad de Torino. “Il Codino”, apodado así por el presidente del club, Giovanni Agnelli, tuvo un rendimiento nunca antes visto. Marcó 102 goles en 171 juegos, entre la temporada 1990-1991 a la 1993-1994, la campaña previa al Mundial, perforó 22 veces las redes en 41 choques en todas las competiciones.

El momento más duro de su primera zafra con la Vecchia Signora, fue el regreso al Artemio Franchi de Florencia, donde se negó a tirar un penal por respeto a su antiguo club. Fue el 7 de abril de 1991 y el conjunto local ganó uno por cero. A pesar de ello, los fanáticos lo pitaron hasta el cansancio.

“No lanzar el penal era una decisión que habíamos tomado el día anterior, con el director técnico Luigi Maifredi. Si fallaba, entonces dirían que lo habría hecho a propósito”, expresó Baggio en Sfide. El propio estratega, confirmó la versión del jugador. “Camino a Florencia hablé con él y dijo que si eventualmente se pitaba un penal, no quería lanzarlo. Ganas tendría, pero no quería para evitar polémicas”.

En la contienda 1991-1992 llegó Giovanni Trapattoni como director técnico y se dio la tan esperada explosión de Baggio. Fue clave para ganar la Copa UEFA 1992-1993, al anotar par de goles en la victoria de tres por uno en la final ante el Borussia Dortmund. Alzó la copa como capitán y logró su primer trofeo internacional. “Fue algo bellísimo, porque fue la coronación de un año difícil”.

Al final del año 1993, ganó el Balón de Oro, siendo el cuarto italiano luego de Omar Sivori (1961), Gianni Rivera (1969) y Paolo Rossi (1982). También se quedó con el galardón FIFA World Player.

En su última campaña, la 1994-1995, anotó 14 dianas en 29 duelos en todas las competiciones y alcanzó el doblete con el título de liga y la Copa Italia, ahora con Marcello Lippi como estratega. En cinco temporadas con los bianconeros, jugó 200 partidos y marcó 115 goles.

La decisión de marcharse la tomó luego de que Bettega le comentó que si quería quedarse, debía rebajarse el sueldo a la mitad. “En el invierno había explotado Alessandro Del Piero y la directiva no tenía ganas de apostar por un jugador como yo, con 28 años y un sueldo alto. Estaba contento por Del Piero, porque lo vi crecer en los entrenamientos. Confiaba en mí, me pedía consejos y lo ayudaba”, recordó “Il Codino en su autobiografía”.

El tormento de Pasadena

Su segundo Mundial fue el de Estados Unidos 1994. En su libro describió el episodio de la final ante Brasil como una carga que siempre lo acompañó. Fue el domingo 17 de julio. Cómo olvidarlo. Antes de que arrancara la Copa del Mundo, su líder espiritual budista Daisaku Ikeda, le dijo, lo que a su juicio, era una profecía: “Ese Mundial lo ganarás o lo perderás en el último segundo”.

Baggio dijo que esas palabras las analizó día y noche y que la molestia en la pierna derecha que venía arrastrando del juego ante Bulgaria, no era impedimento para poder jugar el partido decisivo, a pesar de las críticas de algunos medios de comunicación y fanáticos.

El 10 de Italia ejecutó el último penal de la tanda, pero la pelota se marchó por encima del travesaño y Brasil se llevó la copa. “No basta cerrar los ojos para no verlo. Es como si lo reviviera todas las veces. El vuelo de la pelota, el silencio de mis fanáticos, los gritos de los otros, el abrazo de Gigi Riva. Pero ningún abrazo podría curar mi soledad. Una vez más, estaba solo”.

El estelar delantero aseguró que su vida nunca fue igual, después de ese momento. Se sintió señalado y fue hasta injusto, porque Italia llegó a la final por sus dos goles ante Nigeria, su diana ante España y su doblete frente a Bulgaria.  Además, antes que él habían fallado Franco Baresi y Daniele Massaro, algo que quizás pocos recuerdan. Si Baggio hubiera marcado, igual Brasil tenía una oportunidad más.

“Los años siguientes fueron los peores. No era yo. La carga hizo que olvidara los regates de mi infancia. Nunca había llegado hasta el fondo, porque perder en el campo está bien, pero no perder por un penal. Uno no debería ni siquiera festejar después de la victoria, porque no es una victoria. Nunca. El balón se fue muy alto. Es para reír, porque casi nunca fallé penales y los que fallé, me los pararon”, agregó en el libro.

Su amargo y triste relato no queda allí. “Uno ve al centro de la portería, a media altura, sabiendo que el portero se lanzará al otro lado. Pero la pelota agarra otro destino, como llevada al cielo por una mano invisible, tres metros por encima del travesaño. Los brasileños dicen que fue el gran Ayrton Senna. Pero lo único que queda es el dolor, con el que tienes que aprender a vivir”.

Afrontar la realidad no fue fácil. “Ese penal lo lancé luego, tantas veces. En los sueños, en el pasillo de la casa, hasta en la televisión y siempre marqué. Pero en los sueños, todo es diferente. La noche es una tortura, pero en la mañana estoy tranquilo. Voy al punto penal y antes de chutar, sé que marcaré. Cuando termina el sueño, despierto sonriente, como si hubiera anotado de verdad. Como si la carga se hubiera acabado. Pero es una ilusión. El peso se mantiene”.

Su paso por el Milan

En la temporada 1995-1996 pasó al Milan del poderoso político Silvio Berlusconi, club con el que anotó siete goles en 28 juegos y ganó el segundo título de liga de su carrera, ahora con Fabio Capello como dirigente. A pesar de su rendimiento, no fue convocado por Sacchi para la Eurocopa 96. De hecho, su presencia en la selección se fue reduciendo luego del Mundial.

“Cuando la Juve cambió de directiva, entendí que no estaba en sus planes. Elegí al Milan, porque fueron los que más me quisieron o los que me lo hicieron entender mejor. Me querían desde que estaba en la Fiorentina. Ahora estaba con Capello, ganando otro scudetto y con jugadores como Weah, Savicevic y Maldini”, dijo Baggio en su autobiografía.

En la zafra siguiente, anotó cinco dianas en 23 choques de la Serie A, pero se planteó nuevos horizontes. “Cuando Capello regresó a final de temporada, me dijo que no tenía más espacio para mí. Entonces fue momento de buscar otro equipo, porque faltaba un año para el Mundial. En esos años, gané todo lo que se podía ganar. Lo hice a mi modo. Trabajando duro”.

Baggio consideró que su firma con el equipo lombardo fue sencilla. “La Juve quería llevarme al Inter y yo dije, ‘no señor’. El Milan me había comprado moralmente en 1990, pero no se dio. Con Capello estuve bien al inicio, pero luego no. Cuando el juego se ponía bueno, me sacaba. Decía que era para cuidarme”, agregó.

La relación con el técnico se fue deteriorando sin freno. “Cuando se fue del Milan, parecía que quería arreglar cuentas con el equipo. Ya nadie lo soportaba en el vestuario. Una vez luego de ganar el scudetto, veníamos de regreso en un viaje de pretemporada y comenzó a decir cosas con doble sentido sobre mi talento. Decía que yo no aceptaba las sustituciones y que era mimado por la prensa”.

El 10 sintió que comenzaba a molestar y no quería ser un estorbo. “Entendí que era la hora de quitarles un problema. Me tenía que ir y me fui, aunque no me dolió como en el pasado. Había madurado. Solo quería conseguir un equipo en el que tuviera espacio”, explicó y recordó que con Berlusconi tuvo una mejor relación “porque además era diferente de Agnelli. Menos formal y más directo”.

Goleador en el Bologna

Su quinto uniforme lo vistió en la temporada 1997-1998, junto antes del Mundial. Luego de estar en los planes del Parma, se cayó la negociación. El Bologna lo había firmado y tuvo un rendimiento excelente, con 22 goles en 30 juegos. Fue la temporada en la que más goles firmó en su carrera, desde que anotó 21 para ganar el Balón de Oro. Sin embargo, no fue suficiente y el equipo terminó en el octavo lugar con 48 puntos.

Aquí también tuvo roces con el director técnico Renzo Ulivieri, quien lo dejó fuera de las convocatorias ante sus ex equipos Milan y Juventus. “El entrenador hace sus escogencias técnicas y pagué por eso, pero siempre pensé primero en el equipo”, explicó en Sfide.

“Ulivieri no me quería y lo dejó bien claro. Una vez no jugué por sanción y al regresar, la banda de capitán la tenía Marocchi. Me dijo que la semana que viene me la regresaba, pero nunca lo hizo. Más nunca fui capitán”, rememoró en su autobiografía.

Baggio anotó ocho goles en los últimos cinco partidos de la temporada, quedando en pleno estado de forma para el Mundial Francia 1998. Al final, se ganó la convocatoria del ahora director técnico Cesare Maldini. “Cuando me llamó para darme la noticia, pensé que era un chiste. Era una convocatoria de emergencia”.

La aventura de Francia 98

Su tercer Mundial fue el de Francia 1998, al que llegó peleando la titularidad con Del Piero, el ahora estelar jugador de la Juventus por el que la Vecchia Signora decidió apostar tres años antes en detrimento de Baggio.

“Me sentía parte del grupo, era feliz y confiaba en mí. Pero se hablaba de espacio limitado y de una rivalidad con Del Piero, que nunca existió”, dijo en su libro. El delantero disputó cuatro juegos y anotó dos goles, pero rara vez fue titular. Fue el primer jugador italiano en marcar en tres Copas del Mundo diferentes.

En el debut ante Chile el 11 de julio, dio una asistencia magistral a Christian Vieri y anotó el gol del empate a dos desde el punto penal. Otra vez, con el reto de los 12 pasos. “Pensé que si lo fallaba, me tendría que ir del país. En esos segundos, me pasó de todo por la cabeza”.

Baggio marcó con un remate bajo, a la derecha del portero. El otro tanto fue ante Austria. Italia quedó eliminada por tercer Mundial consecutivo en penales, ahora ante Francia. En la prórroga, falló el Gol de Oro con un remate cruzado espectacular, que salió fuera por poco.

“Cuando vi que falló Di Biagio desde el punto penal, me dieron ganas de llorar otra vez. Entendí que otra se había acabado y, de nuevo, de mala manera. Tenía un sabor de derrota muy amargo”.

El Dream Team del Inter

Luego del Mundial, volvió a cambiar de equipo. Ahora regresaba a Milán, para jugar con el Inter. Baggio se dio el lujo de estar en los tres grandes de Italia. Con el equipo nerazzurro, conformó una delantera de ensueño con Ronaldo e Iván Zamorano y luego con Álvaro Recoba. Estuvo dos temporadas y en todas las competiciones sumó 17 goles en 59 juegos.

“Fui al Inter, porque quería jugar la Champions y tenía 31 años”, recordó. En la primera contienda, estuvo a cargo de Luigi Simoni. El 26 de noviembre de 1998 se lució ante el Real Madrid en el Giuseppe Meazza, al anotar un doblete en la victoria de tres por uno y encaminar la clasificación a la segunda ronda.

En la segunda zafra tuvo problemas con el director técnico Lippi, quien estuvo al frente en la 1999-2000 y ya lo había dirigido en la Juve. En la primera vuelta, sólo jugó cuatro partidos y como suplente. “Jugaba el tiempo que me dejaban, pero tampoco es que tenía una varita mágica para entrar y cambiar los partidos. Nunca fui un jugador rompe grupos, ni que generara polémicas en el vestuario”, declaró en Sfide.

“Lippi me hizo al guerra, sin parar un minuto. Sin motivarme, sin lógica. No bastaban mis lesiones en la rodilla. Tenía que comer lo que él quería y si hacía un regate de más, se molestaba. Si un compañero me aplaudía, era peor. Algo nunca visto. Me vi reducido a los suplentes de los suplentes. Cada provocación suya, me fortalecía más. Me quiso destruir y no pudo”, describió en su autobiografía.

El 23 de mayo del 2000, el Inter debió jugar ante el Parma un partido de desempate, para dirimir el boleto a la Liga de Campeones. Ambas oncenas estaban igualadas en el cuarto lugar. Marcó un golazo de tiro libre en toda la escuadra superior izquierda y luego otro tanto más, ante el nobel portero Gianluigi Buffon.

Al final del encuentro, dijo a los micrófonos de la RAI. “Soy un profesional serio y lo demostré también este año, a pesar de todos los problemas que he tenido y sobre todo los que tuve con el entrenador”.

Era el enésimo capítulo de una polémica con un director técnico. Sin embargo, no se consideraba caprichoso o divo. “Nunca me comporté así. No, al menos, de forma consciente. Mi maldición es que tengo un sentimiento fuerte de justicia. Soy rebelde y eso no gusta. No me gustan las discriminaciones. Pero a la vez, soy una persona educada y controlada”, recordó en su libro.

El héroe del Brescia

Baggio no fue convocado por Dino Zoff para jugar la Eurocopa 2000, en la que Italia perdió la final ante Francia. Fue otra puñalada al corazón. Estuvo un tiempo sin contrato, a pesar de tener ofertas de Alemania, Inglaterra, España y Japón. Su prioridad era quedarse en Italia, cerca de la familia.

En el país de la bota, hubo intenciones por parte del Napoli, Udinese y Reggina. Para firmar con un club, quería contar con tres requisitos básicos. “Que el equipo jugara en la Serie A,  que estuviera cerca de mi casa y que me garantizaran la titularidad”.

Con esas condiciones, llegó  a un acuerdo con el Brescia, club con el que se retiró tras cuatro años. Jugó desde la temporada 2000-2001, hasta la 2003-2004. En total, estuvo en 101 partidos y anotó 46 goles en todas las competiciones.

El director técnico Carlo Mazzone lo recibió como a un hijo o mejor dicho, “como un hermano gemelo”, como lo describió, y el presidente del club Luigi Corioni hizo el esfuerzo para contratarlo. “Contratar a Baggio es un privilegio de pocos. Se dio la posibilidad de traerlo, a pesar de que su manager pretendía demasiado”, expresó el directivo a Sfide.

El contrato se firmó con una clausula curiosa. La estadía de Baggio en el Brescia, dependía al mismo tiempo de la de Mazzone. Si el técnico se iba, él también lo haría. “Es un jugador educado, profesional, puntual, generoso y es un ejemplo para todos. Si además me hace ganar, no puedo hablar mal de él”, expresó el técnico.

Durante su estancia en el Brescia, Baggio compartió con jugadores como Pep Guardiola y los jóvenes italianos Andrea Pirlo y Luca Toni, a la postre campeones del mundo en Alemania 2006.

Baggio dijo que Mazzone fue el mejor técnico que tuvo en su carrera. “Fue el que me hubiera gustado encontrar desde el comienzo. Sincero, no era hipócrita y no le gustaba el autoritarismo. Si el fútbol fuera dirigido por personas como él, fuera el mismo que soñé desde niño. Las estrellas no tuvieran miedo de manifestarse, los jóvenes no tuvieran prisa en madurar y los profesionales serían más honestos”, reflexionó en su libro.

Para entonces, buscaba su cuarto Mundial y tenía un entrenador en quién confiar. Tenía  la fe y la convicción de que quedarse en Italia era la decisión correcta. No se fue a Japón, porque quería seguir luchando por estar en la selección.

“En ese momento llamé a Trapattoni y le consulté si era bueno ir a Japón, porque tenía una oferta espectacular. Si no me hubiera dado esperanzas de ir al Mundial, aceptaba la oferta. Pero me dijo que me estaría siguiendo y que todo dependía de mi. Fue muy claro. Sabía que iba a ser difícil, pero había una posibilidad”, dijo en su autobiografía.

Pero su físico volvía a poner en duda su talento. El 23 de diciembre del 2000 se lesionó  en un juego ante el Lecce, tras cobrar un tiro libre y sufrir una lesión muscular.

El 24 de febrero del 2001 regresó al campo ante la Fiorentina en Florencia y marcó dos tantos que le dieron el empate a dos al Brescia. Uno fue un tiro libre que pegó en el travesaño y entró, dejando parado a Francesco Toldo.

El 1 de abril de 2001, anotó el golazo del empate a uno ante la Juventus en el Delle Alpi. Un pase en profundidad magistral del novato Pirlo, fue bajado de primera por Baggio con su pierna derecha, regateó al portero Edwin van der Sar y definió a puerta vacía.

“Fue un gol muy bello y un punto vital para nosotros. En especial, por cómo bajé el balón. Lo hice de primera y pude driblar al portero. Cuando comenzó la jugada, ya lo había pensado. Son decisiones que tienes que tomar rápido y todo salió. Casi nunca sale, pero cuando sucede, la satisfacción es triple. Si no lo intentas, sólo harás goles normales”, señaló en su libro.

Veinte días más tarde, también perforó las redes ante el Napoli, con un tiro libre, llevando adelante una remontada espectacular en la tabla. Salieron del descenso y terminaron en el séptimo puesto.

En la campaña 2001-2002 arrancó con ritmo demoledor, con ocho goles en ocho jornadas. El 30 de septiembre del 2001, anotó par de tantos en el segundo tiempo para darle el empate al Brescia en el derby frente a la Atalanta.

En la décima jornada, anotó ante el Piacenza, pero salió lesionado. Se recuperó y volvió a jugar el 28 de octubre, contra el Venezia. Baggio recibió una falta por detrás y se temió lo peor por su rodilla izquierda. Reingresó al campo y anotó un gol de penal en la segunda etapa. Minutos más tarde, se cayó sólo en el campo. La rodilla izquierda había sufrido una distorsión de primer grado, pero sin afectar a los ligamentos.

Al legar a casa, estuvo rezando seis horas. Estuvo tres meses fuera, a pesar de que al principio se hablaba de un par de semanas. Su recuperación fue en tiempo récord.  El 30 de enero ante el Parma en partido de semifinal de Copa Italia, se volvió a caer solo con fuertes dolores en la rodilla izquierda. “Durante media hora no la pude mover, porque era un dolor muy fuerte”, explicó. Esta vez sí se había roto los ligamentos cruzados. Se esperaba que debía estar fuera ocho meses, pero se recuperó en 76 días.

El 12 de febrero comenzó la rehabilitación, que realizó con el balón de la Copa del Mundo. Su deseo de jugar el Mundial 2002, con 35 años, lo mantenía motivado. El 21 de abril volvió una vez más a jugar, ahora ante la Fiorentina. Entró al minuto 71 y anotó par de tantos, para mantener la pelea por evitar el descenso.

Llegó el último juego de la temporada contra otro ex equipo, el Bologna. Fue el 5 de mayo de 2002. Baggio cobró un penal que le detuvo su compañero de selección en el Mundial del 94, Gianluca Pagliuca, pero le quedó el rebote y marcó el dos por cero. El Brescia ganó tres por cero y mantuvo la categoría, por segundo año seguido.

A pesar de la gran recuperación que tuvo, no pudo ir al Mundial. Trapattoni no lo convocó. No había espacio, porque el ataque estaba integrado por Vieri, Totti y Del Piero. “El técnico me llamó y me dijo que no me podía convocar, porque no me veía al 100%. Le dije que estaba bien, que todas las pruebas eran positivas y que todavía quedaba un mes para el Mundial. No pude convencerlo. Me dijo que ya tenía la convocatoria lista”, declaró a Sfide.

Baggio no vio los partidos de la selección, porque pasó sus vacaciones en Argentina. Casualmente, regresó a Italia el mismo día que el grupo regresó eliminado de Corea y Japón. En la 2002-2003 logró los 200 goles en Serie A y el 300 de su carrera, también de penal. Esa campaña terminó anotando 12 dianas y en la siguiente, también coleccionó una docena.

A pesar su estado de forma, Baggio también se quedó fuera de la Eurocopa 2004. Su retiro con la selección fue un partido amistoso ante España, jugado el 26 de abril de 2004 en el estadio Luigi Ferraris de Génova. Terminó uno a uno y jugó 87 minutos.

Su último partido en la Serie A fue el 16 de mayo ante el Milan en San Siro, que lo despidió con una ovación merecida y con Maldini como capitán. Así puso fin a una mágica trayectoria, que finalizó con 205 goles en Serie A y su dorsal 10 fue retirado en el Brescia. Un justo reconocimiento para un fuera de clase incomprendido en Italia.

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Alessandro Del Piero, el eterno capitán de la Vecchia Signora

Tony Cittadino (Mallorca).- Se escribe Alessandro Del Piero, pero se pronuncia Juventus. Así se puede resumir lo que significa el delantero italiano para el equipo de Torino. Un futbolista que estuvo en las buenas y en las malas, dejando una huella difícil de borrar y que servirá de ejemplo a generaciones.

Del Piero nació el 8 de noviembre de 1974 en Conegliano (Treviso) y tuvo como a uno de sus ídolos en el fútbol a Diego Armando Maradona. Su madre Bruna era ama de casa y su padre Gino era electricista. Su pasión por el fútbol le llevó a que su papá le acondicionara un pequeño lugar fuera de la casa.

“Mi padre era electricista y fuera de la casa había un espacio, donde colocó tres lámparas. De noche teníamos el campo iluminado y soñábamos con la Liga de Campeones. Es de los momentos más felices de mi vida”, dijo a la RAI en un documental.

Comenzó a jugar a los 8 años en el AC San Vendemiano y su madre le pidió a su primer entrenador, Umberto Prestia, que lo dejara como portero, para que no corriera y no se hiciera daño. ¡Menos mal que no le hizo caso! El muchacho se fajó como los buenos y años más tarde le tocó sustituir a Roberto Baggio, tomar su lugar en el campo, su dorsal 10 y escribir páginas doradas en la Juve y en la selección italiana.

Su primer equipo profesional fue el Padova, con el que debutó en la Serie B el 15 de mayo en la temporada 1991-1992. Tan sólo jugó cuatro partidos y no anotó. En la campaña siguiente, saltó al campo en 10 choques y marcó su único tanto.

El salto de calidad llegó el 28 de junio de 1993, cuando fue firmado por la Juventus, club con el que jugó 19 temporadas. Los contactos con el Milan no dieron frutos y el presidente de la Juve, Giampiero Boniperti, no dudo en firmarlo. Su primera temporada fue la 1993-1994 y usaba el dorsal 16. El 12 de septiembre de 1993 se estrenó como goleador ante la Reggiana, luego de entrar al minuto 74 en sustitución de Fabrizio Ravanelli.

Recibió un pase en profundidad y en el mano a mano, definió de zurda, cruzado al vertical izquierdo. Luego del gol, fue “bautizado” en la celebración por el equipo. “Todos mis compañeros celebraron conmigo y hacía mucho calor. En ese momento, Baggio tenía una bolsita con agua, que abrió y me la echó en la cabeza”, dijo Del Piero en declaraciones al programa Sfide de la RAI.

El 20 de marzo ante el Parma firmó su primer triplete, respondiendo a la confianza del director técnico Giovanni Trapattoni. En total, jugó 11 partidos en la liga y marcó con cinco goles. Al final de los entrenamientos, solía quedarse con Baggio practicando los tiros libres. Esas clases valieron la pena, porque los goles a balón parado fueron una de sus especialidades.

Se consolidó como jugador

En la contienda 1994-1995 llegó Marcello Lippi al banquillo, ganando mayor responsabilidad en el equipo. Ya usaba el dorsal 10. Ante la Fiorentina marcó uno de sus goles más emblemáticos, al recibir un centro desde la media cancha de espaldas al arco y en plena carrera, sin dejarla caer, remató de derecha, con un toque sutil, para darle la victoria a la Juve tres por dos. Así firmó la remontada luego de ir perdiendo dos por cero y enrumbar el título de liga.

Su crecimiento no paró y se estrenó como artillero en Europa, al anotar ante el Borussia Dortmund en la Liga de Campeones. Fue el 22 de noviembre de 1995, con una perla que terminó reafirmando su “Gol a la Del Piero”. Eran remates al arco con efecto y al segundo palo, al que no podían llegar los arqueros por más que se estiraran. Fue el primero de cinco goles consecutivos en esa fase de grupos de la Champions.

Poco a poco se fue convirtiendo en uno de los mejores jugadores que dio la generación de mediados de los 90, comparado constantemente con otros atacantes estelares como el brasileño Ronaldo y el español Raúl.

La temporada 1995-1996 fue la consagración como jugador. Baggio se había marchado al Milan y Alex no defraudó, al punto de ser una pieza clave en de la Liga de Campeones. En cuartos de final liquidó al Real Madrid con un gol de tiro libre y en la final se tituló para ganar su única Champions y la segunda del equipo.

“Todas estas cosas sucedían, hacían pensar que eran predestinado. Era fanático de buscar la victoria y mejorar. Todo lo veía como un reto”, explicó Del Piero en Sfide.

El éxito no paró y el 26 de noviembre de 1996 anotó el tanto del triunfo, para que la Juventus venciera a River Plate y se quedara con la Copa Intercontinental. Pinturicchio, apodado así por ex presidente del club de la Juve, Giovanni Agnelli, fue el mejor jugador del encuentro.

“Sabíamos que este logro era más prestigioso y hacerlo de esta manera, nos hace felices de corazón”, dijo Del Piero luego del encuentro a la RAI.

El año 1997 también comenzó con títulos, al derrotar al PSG en la Supercopa de Europa. La Juve ganó con global de 9-2 y Alex marcó en los dos encuentros. Con apenas 22 años, ya sumaba la liga italiana, la Liga de Campeones, la Copa Intercontinental y la Supercopa de Europa.

La Vecchia Signora jugó otras dos finales consecutivas en Europa. La de la campaña 1996-1997, que perdió ante el Borussia Dortmund tres por uno y en la que Del Piero marcó un golazo de taco y la de la zafra 1997-1998, por la mínima diferencia ante el Real Madrid.

“Más allá de la mala suerte u otra cosa, creo que es justo admitir que también fueron mejores que nosotros. Creo que podíamos hacer algo más”, expresó luego de la final ante los españoles a la RAI.

En esta última temporada europea, terminó como líder goleador de la Champions con 10 tantos. Cuatro de ellos se los endosó al Mónaco en la semifinal, siendo a su vez, tres en el partido de ida en Torino.

Aunque el equipo bianconero no se tituló en Europa, sí pudo hacerlo en casa, al lograr el segundo título consecutivo y el 25 de la historia.

Altos y bajos

Del Piero disputó con Italia su primer Mundial en Francia 1998, quedando eliminados en octavos de final ante Francia, a la postre el campeón. Luego comenzó la campaña 1998-1999 y, con ella, llegó la lesión más dura de su carrera. El 8 de noviembre, un día antes de su cumpleaños, sufrió ante el Udinese una fractura en la rodilla izquierda.

Corría el minuto 92, cuando entró al área a disputar un balón. Salió llorando del dolor en camilla y con las manos en la cabeza. Se operó en Estados Unidos y estuvo fuera de acción durante nueve meses. Su ausencia en el campo fue un desastre para la Juve, que a final de temporada llevó a Lippi a renunciar.

Su regreso fue en la contienda 1999-2000, luego de renovar con el club por cinco años y 10 millones de liras al año (antes ganaba 3,5 millones). “No sé si soy el mejor pagado, porque no es mi aspiración, pero creo que es adecuado al mercado actual. Mi primer deseo, luego de estos meses de inactividad forzada es de volver a jugar”, expresó a la RAI, luego de la rueda de prensa en la que se anunció el acuerdo.

Para entonces, en su retorno al fútbol encontró a Carlo Ancelotti como director técnico. Su primer juego fue el 4 de agosto de 1999, ante el Rostov de Rusia, en la semifinal de la extinta Copa Intertoto, que terminaron sumando a la vitrina de trofeos. Ingresó al minuto 55, sirvió una asistencia para gol de Filippo Inzaghi y luego anotó otro.

Se recuperó y jugó la Eurocopa 2000 con la selección italiana. En la fase de grupos marcó ante Suecia, pero perdió la final ante Francia dos por uno, con el famoso Gol de Oro de David Trezeguet. En ese juego, falló dos oportunidades claras de gol antes del pitazo final.

Otro duro momento llegó en la temporada 2000-2001, cuando falleció su papá. El 18 de febrero marcó un gol ante el Bari y se lo dedicó. “En ese momento, muchas personas pensaron que no volvería a ser el mismo jugador de antes, porque cuestionaban todo si hacía algo bien. Tuve momentos de altibajos, con mejores momentos de forma que otros”.

Lippi regresó a la Juve en la zafra 2001-2002 y con él, también volvieron los triunfos. “Cuando regresé, encontré al mismo Del Piero. Incluso, me conseguí con un jugador más fuerte después de la lesión”, dijo Lippi al programa Sfide.

En esta nueva etapa, Del Piero arrancó como capitán, distinción que tuvo hasta su retiro en 2012. En el primer juego, anotó un doblete en la victoria ante el Venecia de cuatro por cero. Su primer gol en la edición de la Champions 2001-2002 fue ante el Rosenborg, para el empate a uno en condición de visitante.

“La motivación feroz con la que Del Piero entrenó desde el primer día, me hacía pensar que con todas sus fuerzas quería volver a niveles excelentes, como los que mostró ante el Rosenborg”, dijo Lippi luego del encuentro a la RAI.

“No puedo limitarme personalmente por hacer un buen juego y anotar un gol en Europa después de tanto tiempo. Tenemos que mirar los objetivos importantes”, declaró Alex al mismo medio de comunicación.

Del Piero volvió a brillar el 5 de mayo de 2002, para darle el título 26 de la liga a la Juve y el cuarto para él. Anotó el segundo tanto en la victoria ante el Udinese. El triunfo, a su vez sumado a la derrota del Inter ante la Lazio, fue más especial. El equipo bianconero volvía a ganar el scudetto.

El delantero disputó en junio su segundo Mundial, también sin éxito. Marcó ante en México de cabeza en la fase de grupos, para darle el empate a Italia a un gol y así avanzar a octavos de final. En esa instancia, la Azzurra quedó eliminada en un partido polémico ante el anfitrión, Corea del Sur.

La campaña 2002-2003 comenzó con otro título. Anotó par de tantos, para ganar la Supercopa de Italia ante el Parma. Ante el Brescia, anotó su gol 100 en Serie A. El 26 de enero de 2003 anotó otro tanto para la galería ante el Piacenza, que dedicó a Gianni Agnelli, quien había fallecido dos días antes por cáncer de próstata.

“Pienso que nos dejó el que siempre me sorprendió. Tenía siempre una capacidad para hacerlo en cada situación”, declaró visiblemente triste antes del partido.

A finales de abril de 2003 ya se había colgado otra medalla de campeón de la liga italiana y el 14 de mayo, protagonizó una de las remontadas memorables de la Juve en la Champions. Anotó el segundo gol de la victoria de tres por uno ante el Real Madrid en el Delle Alpi, para avanzar a la final. Fue el partido que registró el récord de asistencia al estadio con 75 mil personas.

“Preparamos el partido como algo histórico, porque así tenía que ser. Enfrente teníamos al Real Madrid, con jugadores ganadores del Balón de Oro. Probablemente fue el partido más bello. El estadio estaba lleno y teníamos la convicción de ganar. Se sentía en el aire. Fue una noche mágica para todos”, recordó en Sfide.

La Juve volvió a caer en el partido decisivo. Esta vez ante el Milan de Maldini, en la primera final italiana de la historia. Empataron sin goles en 120 minutos y los rossoneros se impusieron en penales 3-2.

Los problemas con Capello

Fabio Capello llegó en la temporada 2004-2005 como director técnico a la Juve y fue un momento duro para Del Piero. Fue perdiendo minutos de juego y ya no era titular. La llegada al club del sueco Zlatan Ibrahimovic, le quitó espacio. La relación con el técnico no fue la mejor, aunque siempre respondió como suplente.

“No fue algo fácil para mí, porque nunca estuve acostumbrado a este tipo de situaciones. Pero siempre creí en mí, al igual que otras personas. Fui jugando 5 minutos como suplente, luego 15 y luego fui titular en algunos juegos. De ahí en adelante, fueron sucediendo cosas importantes para mí”, rememoró Del Piero a Sfide.

El 8 de mayo de 2005 realizó una chilena al límite del área por la banda izquierda, para asistir a Trezeguet, quien de cabeza anotó el gol para vencer al Milan en el juego directo que, al final, les dio el título. La dupla de ataque que hizo con el francés, fue de las mejores de Europa en su momento.

La situación con Capello no cambió en la temporada 2005-2006. Pinturicchio debió reinventarse una vez más y lo consiguió. El 10 de enero se convirtió en el goleador histórico del club, superando las 182 dianas de Boniperti. Anotó tres tantos ante la Fiorentina y llegó a 185, en la vuelta de los octavos de final de la Copa Italia en el Delle Alpi.

La campaña terminó con otro scudetto, que a la postre fue revocado junto con el del año anterior por el escándalo Calciopoli. Del Piero asistió al Mundial con Italia y se consagró campeón del mundo. En semifinales anotó en tiempo extra para sepultar a Alemania con el dos por cero y en la final, marcó uno de los penales para batir a Francia.

El infierno de la Serie B

La temporada 2006-2007 inició en la Serie B y en el Estadio Olímpico de Torino, pues el Delle Alpi se comenzaba a demoler para la construir el Juventus Stadium. Fue inédito que un campeón del mundo se quedara en el equipo al descender de categoría, al igual que sus compañeros Gianluigi Buffon y Mauro Camoranesi. Sin embargo, dos figuras más de envergadura y amor por la camiseta decidieron apostar por el renacimiento: Pavel Nedved y David Trezeguet.

Fue el momento de reafirmar la famosa frase escrita en una carta al equipo y a los fanáticos, en la que anunció su continuidad, cuando renovó su contrato en 2003 hasta 2008: “Un caballero nunca abandona a su señora”.

El 28 de octubre de 2006 ante el Frosinone marcó el gol 200 con la camiseta de la Juventus. “Estamos felices, porque es algo positivo a pesar de las dificultades que hemos conseguido hoy y en Trieste. Ganar también en partidos como estos es algo muy significativo”, señaló mítico 10 en declaraciones a la RAI.

El 20 de enero de 2007, sumó otra cifra importante. Ante el Bari disputó su juego 500 con el club, anotó un gol y dio dos asistencias para la victoria de cuatro por dos.

Ese trago amargo en la Serie B, le permitió sumar el título de goleador con 21 tantos y al año siguiente, en la Serie A, ser también el máximo artillero con 20 dianas. Es el primero en la historia del calcio en ganar la distinción en ambos torneos consecutivos tras subir de categoría.

Durante la celebración en el campo por retornar a la Serie A, agradeció a los fanáticos a los micrófonos de la RAI. “Hemos hecho un camino muy largo y agotador, pero cada uno de nosotros merece festejar y aplaudir a todas las personas que nos han seguido y nos han apoyado”.

El renacimiento

No fue fácil el regreso a la Serie A y a las competiciones internacionales. Sin embargo, Del Piero siempre dejó su huella. La campaña 2008-2009 fue brillante en Europa. Se estrenó en la fase de grupos de la Champions el 17 de septiembre, anotando un golazo de tiro libre desde la media cancha ante el Zenit, para darle la victoria a la Juve uno por cero.

Luego, el 21 de octubre, volvió a sentenciar al Real Madrid. Esta vez con un misil desde fuera del área en Torino. La Juve ganó ese juego dos por uno. En la vuelta, también perforó las redes. Fue el 5 de noviembre. Marcó los dos goles para vencer a los merengues, siendo el primer italiano en marcar un doblete en el Santiago Bernabéu, estadio del que salió ovacionado al ser sustituido por Paolo De Ceglie.

“Fue lo máximo, en un partido tan importante. Ganar, marcar dos goles y luego lo que sucedió con el público. Es lo más bello que le puede pasar a un jugador, porque es un reconocimiento sincero que supera todo. Esta noche estoy orgulloso y muy feliz. Agradezco a la gente de Madrid y recordaré esta noche por mucho tiempo”, dijo Del Piero al final del partido a los micrófonos de Sky Sports.

La despedida

La campaña 2010-2011 fue importante para implantar registros históricos y también en la que firmó la última renovación de contrato de un año y un millón de euros. El 30 de octubre de 2010 durante la victoria por 2-1 sobre el Milan en San Siro marcó su gol número 179, superando a Giampiero Boniperti como el goleador histórico de la Juventus en la Serie A.

El 5 de febrero de 2011 en la victoria por 3-1 sobre el Cagliari Calcio durante la vigésima cuarta jornada del campeonato, llegó a las 444 apariciones en la Serie A superando nuevamente a Boniperti y estableciendo así un nuevo récord.

Su última temporada con la Juve fue la 2011-2012, que inició con Antonio Conte como director técnico y con el estreno del Juventus Stadium. El 18 de octubre durante la asamblea de accionistas, el presidente Andrea Agnelli anunció que el contrato de Del Piero se vencía al final de la zafra y no sería renovado.

“Estaba en el acuerdo y lo había dicho Alessandro de primero. Hoy le damos un justo tributo al hombre y capitán que ha representado la historia de la Juventus”.

Fue titular en el primer juego en el nuevo estadio fue el 11 de septiembre de 2011, con victoria ante el Parma de cuatro por uno. Su primer gol lo marcó el 24 de enero de 2012, en el partido de cuartos de final de Copa Italia ante la Roma.

Fue un disparo al ángulo superior izquierdo desde la frontal del área, con el que volvió a hacer historia como el único jugador de la Juventus en marcar en cuatro estadios distintos del club: Estadio Comunale, Estadio Delle Alpi, Estadio Olímpico de Turín y Juventus Stadium.

Su magia volvió a verse el 25 de marzo marzo, cuando anotó su primer gol en la liga. También fue como local y esta vez la víctima fue el Inter de Milan. Perforó las redes para el 2-0, que desató la locura en Torino. El 11 de abril jugó su partido 700 y con un gol de tiro libre ante la Lazio, acercó más a la Juve al primer título después del escándalo de Calciopoli.

Su último encuentro con la Juve en la Serie A fue el 13 de mayo de 2012, cuando vencieron al Atalanta tres por uno y anotó el último tanto de su carrera y el 290 de por vida, siendo el máximo anotador del club. Fue un disparo desde fuera del área al minuto 28. El capitán fue sustituido en el minuto 57 por Simone Pepe y la ovación duró hasta el final del encuentro.

Del Piero, ahora con 37 años, recorrió el estadio a los costados de la cancha. El juego se seguía disputando, pero nadie lo veía. Pinturicchio era el centro de atención. La Juve se convirtió en el primer equipo en la historia en ganar de forma invicta la Serie A (23 victorias y 15 empates).

“El cariño demostrado por la gente, va más allá de lo que sucedió hoy. Nació hace 19 años y con el tiempo se consolidó con momentos únicos, en el bien y en el mal. Conocen todo lo que di. Pasión, sobretodo. Ganas de ganar y victorias. Hoy fue un bellísimo último partido de la temporada y no podía ser mejor para mí”, dijo Del Piero al final del partido a la RAI.

Semanas antes del juego del retiro, la directiva del equipo había pensado en la posibilidad de retirar el dorsal 10 en su honor, pero Pinturicchio pidió que no lo hicieran. “No quiero que se retire. Quiero que los niños sigan soñando vestir esa camiseta algún día. Espero que los que la usen, tengan una carrera tan fantástica como la mía”.

El último duelo en el calcio fue una semana más tarde. El 20 de mayo disputó la final de la Copa Italia en el estadio Olímpico de Roma. El Napoli se llevó el trofeo, con victoria de dos por cero.

Del Piero se convirtió en una bandera de su generación y con el equipo de su vida, al igual que Paolo Maldini en el Milan o Francesco Totti en la Roma. Un jugador que entró en la historia de la entidad bianconera para siempre y con el que dejó un palmarés exitoso: ocho campeonatos de Serie A (dos revocados), cuatro Supercopa de Italia, una Serie B, una Copa Intertoto, una Copa Italia, una Liga de Campeones, una Supercopa Europea y una Copa Intercontinental..