Messi rindió un homenaje a Maradona en la goleada del Barcelona

Jordi Blanco (ESPN).- Maradona en el palco, con una foto del 10. En el marcador electrónico, con una imagen, en el minuto de silencio dedicado, en las flores con su número colocado en el césped… Y en el gol de Messi, el homenaje final, sentido y directo de un Barsa que pudo rendirle su especial homenaje a Maradona.

De esta manera el Barcelona volvió, por fin, a enlazar dos victorias consecutivas en la Liga, respondiendo a la derrota del Real Madrid frente al Alavés con una solvente goleada (4-0) sobre un Osasuna que resistió media hora el empate inicial y se fue despidiendo del partido al descanso, derrumbado por los goles de Braithwaite y Griezmann.

Coutinho y Messi cerraron la goleada en la segunda mitad, en la que el árbitro anuló un gol a Dembélé antes de que Lio pudiera rendir su particular y personal homenaje a Maradona, tras el 4-0 que celebró sacándose la camiseta azulgrana y mostrando la que llevaba debajo de Newell’s, con el 10 a la espalda. Una camiseta, la de los leprosos, que comparten en su historia tanto Lionel como Diego.


Dinámico, ágil de piernas y de cabeza, firme en la idea y confiado en su plan, el equipo de Koeman repitió una primera mitad tan convincente como fue la segunda de Kiev, sin alcanzar el nivel mostrado en Ucrania pero solvente en su juego y sin temor al error.

El entrenador apostó por dar continuidad a Braithwaite en el centro del ataque y el danés le respondió con su tercer gol en dos partidos que acabó con la resistencia de un Osasuna contestón pero inferior, más ocupado en defender las combinaciones azulgranas que en encontrar la meta de Ter Stegen, aunque el portero local tuvo que intervenir en más de una ocasión, siempre con acierto.

A los diez minutos rozó Coutinho el gol, tras una asistencia de Griezmann que salvó bajo palos la defensa navarra y después de hasta tres ocasiones llegaría el 1-0, en una jugada habitual en combinación de Messi con Alba, que desembocó esta vez en el centro cerrado y raso del lateral que remató al cuerpo del meta Coutinho antes de que Braithwaite necesitase dos remates para, por fin acabar con la resistencia.

El gol calmó los ánimos del Barça, bien en ataque, firme en defensa pero poco acertado en un centro del campo donde Pedri, pareja de De Jong en el mediocentro, no encontró nunca su sitio, hasta el punto que el entrenador solventó sustituirlo durante el descanso por Busquets, quien reapareció tras la lesión muscular que sufrió con la selección.

Antes, sin embargo, llegándose al final del primer tiempo, llegaría el golazo de Griezmann, con un obús desde fuera del área tras un rechace de la defensa de Osasuna al que no pudo responder Herrera más que con la mirada ante la espectacularidad del disparo del francés, quien por primera vez desde que llegó al Barça enlazó dos partidos marcando.

Más y mejor

Si buena fue la primera mitad del Barça, mejor fue la segunda, con más frescura y menos oposición de un rival que salió con ganas de meterse en el partido con un gol pero acabó, rápido, dándose cuenta de la imposibilidad de poner en problemas al equipo azulgrana.

Dos llegadas del equipo navarro dieron paso a la respuesta local, se diría que furiosa y que desembocó en el 3-0 de Coutinho, asistido magníficamente por el renacido Griezmann y antes de que a Dembélé, que acababa de entrar en el campo se le anulase un gol.


Con ritmo y solvencia buscó más el Barça, especialmente se diría para que Messi pudiera tener su protagonismo especial, su forma de homenajear a Maradona… Hasta que llegó el momento, a los 73 minutos y gracias a un zambombazo lejano del capitán que significó el 4-0 y la celebración inmediata de Leo, mostrando aquella camiseta de Newell’s, la primera que lució siendo un niño y que Diego también defendió en los últimos años de su carrera.

Fue la guinda de una tarde amable, tranquila y optimista. Una goleada para creer. Y para homenajear a un Maradona cuya figura estuvo presente en el Camp Nou.

 

Real Madrid pinchó en Valdebebas ante el Alavés

Carlos Colón (Caracas).- El Real Madrid de Zinedine Zidane aún no consigue la estabilidad en su juego, y esta vez cayó como local dos goles por uno ante un Deportivo Alavés que mostró solidez defensiva y aprovechó los errores del equipo blanco.

El Madrid comenzó el juego de manera desastrosa desde el minuto uno, donde luego de una mano muy dudosa de Nacho que fue revisada por el VAR, concedió un penal que luego Lucas Pérez cambió por gol desde los once pasos.

A partir de allí el conjunto blanco empezó a atacar más, sin embargo sin muchas ideas ni certeza, y un arbitraje dudoso, se hizo cuesta arriba la remontada del conjunto merengue, quienes después de una jugada de posible penal, perdieron al llamado a ser su máxima estrella, el belga Eden Hazard, quien salió lesionado a los 28 minutos del primer tiempo por Rodrygo.

El final del primer tiempo también tuvo una jugada bastante polémica, donde Victor Laguardia le hace un claro jalón de pelo a Marcelo dentro del área, jugada donde el VAR no intervino y pudo haber significado un penal para el Madrid antes de irse al vestuario.


El inicio del segundo tiempo siguió la tónica del primero, con un Madrid sumergido al ataque y que temprano se descuidaría atrás con un pase erróneo de Thibaut Courtois que dejó en los pies de Joselu, quien metió el segundo del conjunto albiazul a los 49 minutos.

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El descuento de los dirigidos por Zinedine Zidane no llegaría hasta los 86 minutos, donde después del remate de un córner por parte de Vinicius Jr, Casemiro aprovechó un rebote para descontar y darle vida al Madrid en busca de la remontada.

Los últimos minutos no fueron más que un asedio constante de los merengues, pero que aún sin ideas no provocarían peligro al arco de Pacheco hasta la última jugada del partido donde Isco Alarcón estrelló el balón en el poste justo antes del silbatazo final del encuentro.

Con este resultado, el Madrid queda a seis puntos del Atlético de Madrid y Real Sociedad, a la espera del juego de mañana entre el conjunto vasco y el Villarreal.

Foto: AS

El Madrid cayó por goleada en Mestalla ante el Valencia

AS.- Con y sin público, Mestalla es Corea para el Madrid. Y desde este domingo, también para Gil Manzano, al que ni el VAR pudo rescatar. Pitó tres penaltis contra el equipo de Zidane, dos claros (aunque uno precedido de falta previa a Asensio) y otro inexistente. Jamás había ocurrido en la historia de la Liga.

El Madrid jugó aceptablemente hasta el 1-1 y catastróficamente después. Tras el desastre todo está en solfa. La alineación de Zidane, que resultó inexplicable. Isco, que camina hacia caso perdido. Varane, en tinieblas desde la noche de autos en el Etihad. Asensio y Vinicius, que no son carne ni pescado. Muchos debates abiertos y uno cerrado: el VAR no tiene el color que le pintaban.



La noche también premió a un Valencia esforzadísimo y a Gayà, un lateral de cien metros. Con él empezó todo. Definitivamente el Madrid midió mal el tamaño del adversario, que aun descapitalizado honró a su historia. De artista a artista, Zidane le pasó la pelota a Isco, que ahora juega en el Madrid la mitad que hace tres años sin que haya que reprochárselo a este técnico ni a los que le precedieron.

Lleva demasiado tiempo esperando sentado a las musas. Este tren también pasó de largo. Con él puso a Marcelo, otro bajo investigación, en uno de esos partidos que exigen material de escalada y el día en que faltaba Casemiro, el patrullero. Al otro lado estaba Lucas, una espada obligada a ser escudo, algo que no siempre resulta.

En definitiva, que el Madrid se metió en la obra sin casco. Y sin Kroos, pero con Modric, el más versátil del grupo: vale para ordenar, para llegar y para recuperar. Ningún otro centrocampista del Madrid ofrece tanto. El fútbol acabó dándole un Oscar, que pasados los treinta sonó a honorífico. La cosa quedó en una especie de 4-2-3-1 mutante, con Modric y Valverde en el eje y por delante una rotación permanente, con el croata dominando la escena.

En el Valencia Javi Gracia tiró de lo que tiene, después de la expropiacion de gran parte de sus figuras. Ahora mismo no es un club confortable. La afición está incómoda con la propiedad, el entrenador está incómodo con la plantilla y la plantilla está incómoda con su situación en la tabla.

Así que sobre la cantera (Guillamón, Yunus, Soler, Racic, Kang-in Lee…), que está para las estrecheces, recae más peso del que conviene. Con los citados y sin Guedes, otro genio menguante, salió a este clásico con el agua hasta el cuello, pero jugó con inteligencia, muy por encima de lo previsto.

Benzema… y el desastre

El Madrid dejó, de salida, una sensación recurrente: hay mucho pincel y poco martillo. Tomó la pelota bajo el brazo y con ella se paseó hasta tres cuartos de campo. Y de ahí en adelante, la anemia habitual. Vinicius es más gacela que pantera, Asensio no acaba de romper en figura, Isco huye de la zona… Así que queda Benzema, con el liderazgo subido después de nueve años como mayordomo de Cristiano. Y eso es mucho.

Andaba ya Ramos cambiando de área, síntoma inequívoco de falta de actividad arriba y de incontinencia propia, cuando Benzema agarró un balón fuera del area y soltó un balazo más potente que preciso que Jaume no vio. Hasta entonces había funcionado la estrategia del Valencia, con el plan de caza de los grandes felinos: esperar y ser oportunista en esfuerzos cortos y selectivos. Para eso les bastó Gayà, incansable por la izquierda.

En una de esas llegó el empate, tras doble metedura de pata de Lucas Vázquez. Primero cometió penalti al interceptar con la mano un centro de Gayà. Lo tiró Soler, rechazó Courtois, volvió el balón al centrocampista, que disparó al palo, y ese segundo rechace lo aprovechó Yunus. Entonces asomó el chivatazo del VAR. El estadounidense había entrado antes en el área… y Lucas también. Soler no falló en la repetición.

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El gol amortiguó mucho el dominio de este Madrid más ladrador que mordedor. La pelota no fue ya tan suya ni le ganó tanto terreno a este Valencia minimalista, que además se encontró con el regalo de un autogol de Varane, en un despeje grotesco. Por unos instantes fue fantasma porque las cámaras tardaron en revelar si la pelota traspasó la línea o no.

Al Valencia le había llegado al balón tras una más que posible falta de Cheryshev a Asensio. El VAR miró lo uno y lo otro y concluyó que aquello era gol. Así que el Madrid, sin ser peor pero sin garras, se fue al descanso perdiendo víctima de un accidente múltiple.

La goleada

Y al regreso se encontró más percances: otros dos penaltis. El primero, más inexistente que dudoso, de Marcelo a Maxi Gómez. Según las tomas parece más falta del uruguayo que del brasileño. El segundo, clarísimo, por una mano absurda de Ramos en una disputa con Yunus. Carlos Soler tiró los dos por el mismo lado y Courtois anduvo cerca de sacar los dos.

Ahí se acabó el partido. El Madrid encadenó algunas ocasiones (de Asensio, de Lucas Vázquez…) sabedor de que no le llevarían a ninguna parte y Zidane hizo los cambios sabedor de que aquello no tenía remedio. Las cinco sustituciones llegaron con el 4-1. La última fue la de Isco. Debió ser la primera.

Entraron incluso Mariano y Jovic, que andaban en estado vegetativo, y se marchó Benzema agarrado a su aductor, cuando el único futuro del Madrid en el corto plazo pasa por mantenerle saludable. Fue la enésima desgracia de un equipo abatido y desfondado frente a otro vestido de superviviente que ha decidido hacer su trabajo y el de Peter Lim.

Foto: AS

Yangel Herrera le dio la victoria al Granada

Marca.- El Granada se llevó el derbi andaluz contra el Sevilla en el tramo final gracias a un gol de Yangel Herrera, aprovechando el regalo que le hizo en forma de expulsión de Jordán. El catalán se llevó una doble amarilla en apenas 30 segundos que marcó el devenir de la segunda mitad, donde el Sevilla notó la inferioridad con el paso de los minutos.

La primera mitad tuvo de todo excepto goles. Escudero y Domingos Duarte se tuvieron que retirar lesionados. El sevillista se fue quejándose del costado derecho tras un gesto que hizo él solo. El nazarí fue al caer de un salto con Carlos Fernández, donde se dañó el hombro izquierdo. Kenedy fue otro de los que tuvo problemas tras una entra de Fernando donde apoyó mal la pierna. Se estuvo quejando de la rodilla todo el encuentro, pero pudo continuar hasta bien entrada la segunda mitad.

Lesiones aparte, las tarjetas fueron las otras protagonistas del partido, incluidas las dos a Jordán, que dejó al Sevilla con 10 justo antes de terminar la primera mitad y en apenas 30 segundos. Dos patadas a destiempo, la segunda incluso sin balón de por medio, propiciaron su expulsión. Y ahí cambió el encuentro.

La segunda mitad parecía dar un giro con dos llegadas peligrosas del Granada nada más comenzar, contrarrestadas con un tiro al palo de Munir. Diego Martínez y Lopetegui movieron sus respectivos banquillos sin el resultado esperado de cambiar la dinámica.

Todo cambió en la parte final cuando se notó el cansancio hispalense de estar con unos menos en el campo. Puertas animó de nuevo el partido con un remate casi en área pequeña que se encontró con un gran Bono. La banda derecha fue por la que el Granada encontró algún pequeño resquicio y por ahí volcó su ataque. El Sevilla se centró en no romperse atrás y tratar de salir a la contra.

Tanto insistir tuvo su recompensa en el 82′ con un remate de cabeza de Yangel Herrera a otro centro de Foulquier, que ya venía dando varios avisos.

El Sevilla no pudo reaccionar y vio cómo se consumaba su primera derrota del campeonato, mientras que el equipo de Diego Martínez alcanzaba los 10 puntos entre los primeros puestos de la clasificación.

Foto: Marca

El Cádiz sorprendió amargamente al Madrid

AS.- Mientras hacía el equipaje para el Himalaya (Europa y el Clásico) al Madrid se le olvidó el Cádiz, que resultó no ser lo que le pareció. El grupo de Álvaro Cervera se mostró como un equipo estupendo, tan ordenado como atrevido. Fue imposible advertir que se trataba de un recién ascendido. Y en el Madrid quedó la impresión de que la falta de gol ha derivado en metástasis: defendió mal, no creó nada y arriba siguió en blanco. Un eclipse total que pone a la afición en lo peor cuando ya suena de fondo el himno de la Champions.

Saben Zidane y el planeta entero que por las ventanas FIFA se escapan insospechadamente puntos, heridas de otoño que duelen en primavera. Este paréntesis se llevó por delante a Odegaard, que empezaba a ir a cola de pelotón, y cargó las piernas de casi una docena. Así que el francés optó por una alineación geográfica: se quedaron fuera los tres que cruzaron el Atlántico, tradicionalmente los más afectados por el Virus FIFA, claramente estacional. Y retomó el casting de la banda derecha, donde muchos pasan y nadie se queda. La plaza parece reservada para Asensio, eterno emergente pero al que las lesiones no le permiten despegar. Así que esta vez le tocó a Lucas Vázquez, por delante de Nacho, dos madridistas nativos, dos jugadores sin márketing pero con un alto sentido del deber.

Un Cádiz osado

A Álvaro Cervera no le arrugó la historia, que habla de unos cuantos revolcones del Cádiz en sus visitas a Madrid, e inició la faena en los medios: juntó a Negredo, veterano de tantas guerras, y ‘Choco’ Lozano, dos cazadores, más Álex Fernández, su todocampista de cabecera, que se fue a la izquierda a enemistarse con su hermano. El duelo tuvo su guasa.

El once del Madrid le hizo un hueco a Isco, un futbolista cuyo puesto no existe en la geometría clásica de Zidane. Por eso entra y sale. O sale más que entra, para ser exactos. Y es que en los últimos tiempos se ha apreciado un punto de desilusión en su juego. Un viaje del arte mayor al menor que le ha sacado incluso de la Selección y que no ha invitado al técnico a cambiar el dibujo en su favor. Ahora anda sin magia ni gracia.

El gol de Lozano

Ese aire distraído también lo ofreció de salida el Madrid. Uno de esos arranques tontorrones que con su falta de pólvora actual le complican luego extraordinariamente los partidos. Antes del primer cuarto de hora Ramos sacó muy cerca de la línea un remate de Negredo que entraba; Courtois fue una buena pantalla ante Lozano y le hizo un paradón a Cala; Negredo pifió dos cabezazos en ventaja… Y al final, aquella fiebre amarilla acabó con un remate sutil de Lozano ante Courtois, al que se le habían acabado los milagros. Un gol que establecía la diferencia entre un equipo ausente y otro omnipresente. Y una prueba de que el efecto barrera que impone Casemiro es imprescindible en el Madrid y de que el pretendido blindaje defensivo del equipo se ha quedado en los huesos. Los de ambos brazos de Courtois, concretamente, que salvó muchas y pifió una sin consecuencias.

Lo que vino después fue previsible. Un arranque en cuesta del Madrid con Modric como único remolque. Demasiada tarea para un solo futbolista que antes del descanso no le llevó al área de Ledesma: Isco no filtró pases, Vinicius no fue ni osado, Benzema resultó una sombra fucsia y Lucas Vázquez no ofreció demasiados progresos ante un rival trabajadísimo en el repliegue. Un Cádiz lleno de gente de orden y con instinto asesino en los contragolpes que cerró  probablemente los mejores 45 minutos de su historia ante el Madrid. Al otro extremo, el equipo de Zidane, en su peor rato en meses con el agravante de la lesión de Ramos tras propinar un rodillazo a Lozano. Tampoco pudo seguir el hondureño.

Cambios sin cambio

Visto el desastre, Zidane se despojó de la diplomacia y el politiqueo. Cuatro cambios en el descanso, un temblor inédito: Casemiro y Valverde para cambiar el motor, Asensio para volver a volar y Militao como parche de Ramos. Y en el cuarto de hora final, Jovic, al que compraron como goleador de segunda instancia para partidos así.

Pero la reacción lógica del Madrid pilló avisado al Cádiz, protegidísimo en dos líneas muy juntas y con pocas fisuras. Había sabido atacar en las maduras y también sabía defender en las duras.

Tuvo dos Vinicius, más emprendedor en la segunda mitad, y se le fueron. Es costumbre. En la carga final, con el Madrid buscando los espacios que no existían en el juego interior, le anularon un gol a Jovic por fuera de juego de Benzema, que estrelló poco después un balón en la madera. Sucedió en un final nervioso, con más empuje que claridad, y en el que resistió con solvencia el Cádiz, que suma tres victorias en tres salidas (y la primera de su historia en feudo blanco) mientras el Madrid desafina a las puertas de los grandes conciertos.

Foto: AS

El Barcelona cayó por la mínima ante el Getafe

AS.- La fe del Getafe se impuso por 1-0 a un Barça impotente que dejó pasar la oportunidad de aprovechar el batacazo del Madrid en un partido en el que los blaugrana se fueron deshinchando a medida que avanzaba el partido. Un error infantil de De Jong al cometer un penalti fue el inicio del fin de un Barça incapaz de reaccionar.

Koeman se movió en el Coliseum e introdujo un par de variantes, además de la obligada entrada de Sergiño Dest como titular, en el equipo que había resultado inamovible desde el inicio de la competición. Le dio el holandés la enésima oportunidad a Dembélé para dar descanso a Ansu Fati y colocó a Pedri en la media punta en lugar de Coutinho mientras que Griezmann salía como nueve y Messi partía de la banda derecha. La primera decisión salió mal, la segunda bien con matices.

Dembélé volvió a ser en la primera parte una máquina de perder balones (hasta 14 en los primeros 45 minutos) fiel a su particular interpretación del juego que se basa en la idea de que él juega un partido diferente al resto de las 21 personas que están sobre el terreno de juego. En cambio, la aparición del futbolista canario vino a confirmar las sensaciones que había dejado en los minutos disputados hasta ahora. Con 17 años tiene presencia, idea de juego, clarividencia y una rapidez mental fuera de lo común. Messi desde la derecha participaba hasta que se apagó en el segundo tiempo, pero donde el Barça volvió a pinchar en hueso de forma preocupante fue con Griezmann.

Koeman dio entrada a Ansu y Coutinho por Dembélé y Pedri regresando así a su dibujo más habitual, pero nada cambió. El Barça había perdido pie y el Getafe se encontraba en su salsa tratando de dormir un partido ante un rival aún más dormido.

En un último intento de despertar a los suyos entraron Braithwaite y Trincao por Griezmann y De Jong para jugar a la desesperada y ya en el tramo final Riqui Puig por Sergi Roberto para cerrar con tres.

El Barça ya iba a por el todo o nada cerrando con tres y el Getafe tuvo la opción de matar el partido en dos contras de Cucho, una fue al larguero y la otra alta que impidieron que el Barça se llevara un castigo más duro.

Foto: AS

El Barcelona no pasó del empate con el Sevilla

SPORT.- En su primer gran examen de la temporada, el Barça se quedó a medias: sumó un empate ante uno de los mejores equipos del campeonato, el Sevilla, en un partido muy igualado.

El equipo de Koeman estuvo serio y compacto. Pero le faltó energía en el tramo final y recursos para desarbolar la compacta defensa del Sevilla. Hasta el pitido final, el partido pudo caer de uno u otro lado.

Golpeó primero el Sevilla, un señor equipo, excelentemente trabajado por Lopetegui: el equipo andaluz buscó el cuello del Barça desde el arranque y después de un primer remate amenazador, Luk de Jong embocó a la red de Neto después de aprovechar un balón muerto en el punto de penalti tras un córner botado por Suso.

La respuesta de «Cou»

El Barça no se desencajó: Koeman ha logrado armar un equipo, ante todo, ordenado. Solo necesitó un par de minutos para empatar, en una acción de pura verticalidad y que contó con la inestimable ayuda de Jesús Navas. Messi filtró un balón largo para la carrera de Alba, con ventaja para Navas, que se equivocó en el rechace.

El balón quedó franco a los pies de Coutinho, que seguía muy de cerca la jugada y pudo marcó a placer. He ahí otra de las grandes virtudes de este Barça: llega al área rival con muchos jugadores.

Nuevamente igualado el marcador, Barça y Sevilla se dedicaron a combatir como dos pesos pesados. Llegaron minutos de vértigo, con dos equipos explotando lo mejor de su catálogo. El Barça, presionando muy alto, con una excelente versión de Coutinho y un Messi muy activo (a cambio, Ansu y Griezmann parecieron quedar arrinconados en sus bandas), frente a un Sevilla compacto, excelente en las transiciones defensa-ataque y en los duelos individuales.

El Barça jugó más por dentro que por fuera: apenas aprovechó las bandas, más allá de alguna aparición puntual de los laterales. Le costó filtrarse en la defensa del Sevilla, pero su voluntad fue inquebrantable. Lo probó Griezmann, en un remate muy forzado que salió lamiendo el palo derecho de Bono, y poco después Ansu, con un disparo de media distancia que murió en las manos del portero del Sevilla.

El equipo de Lopetegui no renunció al ataque: tras el gol del Barça, el Sevilla pareció dar un paso atrás, pero es un equipo diseñado para competir ante cualquiera (estuvo cerca de tumbar al Bayern) y amenazó con varios zarpazos a la contra, siempre con Suso en la conducción, Ocampos como referencia y Rakitic y Jordán en la sala de mandos.

Los ataques del Sevilla fueron neutralizados de manera solvente por la defensa del Barça: los focos apuntaban a Araujo, sustituto del sancionado Lenglet. El uruguayo cumplió a la perfección ante una delantera de primer nivel. Bien en la colocación, listo en la anticipación y sin problemas a la hora de sacar el balón. Si nada se tuerce, Araujo tendrá recorrido en el primer equipo.

Primeros cambios

Tras una primera parte tan igualada como intensa, Barça y Sevilla bajaron ligeramente el ritmo del partido. Pero siguieron mirándose a la cara, retándose sin reservas, aunque los ataques se hicieron más largos, más horizontales.

Koeman movió piezas para meterle gasolina a su equipo: entraron Trincao y Pedri, en sustitucón de Ansu y Griezmann, que pasaron por el partido de puntillas. Lopetegui respondió al instante, renovando su delantera: entraron En-Nesyri y Munir por Ocampos y Suso.

En-Nesyri tuvo la primera nada más pisar el césped: desde la línea de fondo, envió un centro envenenado que Araujo envió a la portería de Neto. Por suerte para el Barça, el balón se estrelló en el larguero.

Apretó el acelerador el Sevilla, que empezó a creerse la victoria. Rakitic probó un disparo lejano, que salió desviado. También apretó a Neto para forzar un córner: el Barça empezaba a transmitir dudas. Koundé remató el córner de cabeza. El balón se fue fuera por muy poco.

El estreno de Dest

Físicamente, el Barça dio un paso atrás frente al vendaval del Sevilla. En-Nesyri volvió a olfatear el gol en un remate de cabeza forzado. El Barça estaba quedándose sin baterías. Jordi Alba se fue tocado y Koeman hizo debutar a Dest, aunque como lateral zurdo. También entró al campo Pjanic, en sustitución de un desfondado Coutinho.

De Jong, que acabó de media punta, estuvo a punto de deshacer el empate llegando desde segunda línea para rematar un centro de Busquets, que se disfrazó de extremo diestro.

El partido estuvo vivo hasta el final, aunque el cansancio hizo mella. Demasiados errores no forzados, pero nada que reprochar a dos equipos muy bien trabajados. El Sevilla, con más cuajo y un punto más de físico; el Barça, con más calidad. Al final, tablas en un partido que exigió lo mejor de ambos.

Foto: Reuters

El Real Madrid sufrió para vencer al Levante

AS.- Asensio-Benzema-Vinicius. Apúntenlo, porque se avecina el fin del debate. Definitivamente la proa del Madrid. Con un gol del brasileño y la buena compañía del francés y el balear el equipo blanco firmó los mejores minutos del curso. Luego ganó como siempre, por un tubular, porque el don del gol no está en esta plantilla, y por Courtois, cuya relevancia en los partidos debe disparar la alarma.

Zidane lanzó por cuarta vez los dados esperando que salga gol. Jugadores y entran y salen del hormiguero, ordenados en diversas geometrías, con la pretensión de que el Madrid se vuelva productivo. De aprobado raspado en aprobado raspado alcanzó el sobresaliente la Liga pasada, pero existe la convicción de que no alcanzará ni en esta ni en Europa, donde hay mucho león suelto. Esta vez tocó la vuelta a los extremos, una relectura del clásico, con Asensio y Vinicius, los más populares entre la afición. Al brasileño le toca decidir si va para Robinho o para Neymar. Al balear, si es jugador de paso o de época. En la otra punta, Paco López juntó a Morales y Roger, compañeros de pupitre ya hace una década en el filial. Una pareja de gran reputación: Roger, un goleador; Morales, un atacante completo, válido para el eslalon por su habilidad y para el descenso, por su velocidad.

La presencia de los cuatro dio para mucho desde la salida, en un partido sin preámbulos, con viajes regulares de área a área y un ritmo de rock impropio de principio de curso. Y como consecuencia lógica, el gol, de VInicius, desenfilado en el saque de un córner que no remató nadie. Supo esperar a la pelota y colocarla junto al palo con suavidad y exactitud, en detalle de rematador sereno y escrupuloso, lo que nunca fue. Al valor torero que se le suponía empieza a acompañarle el temple. Por ahí le van quedando menos rendijas a Zidane para no ponerlo.

El Levante es un equipo con pretensiones. Presión elevadísima, defensa muy cerca del centro del campo y dos puntas y dos jugadores creativos, Campaña y Bardhi, para acompañar de fuera adentro. Un atrevimiento que le da y le quita. Es permanente amenaza pero tolera mucho atrás. Así que lo mismo roza el gol con un remate cruzado de Morales o un cabezazo al larguero de Vukcevic que se traga cuatro contras seguidas del Madrid, todas más resueltas, porque en el camino del gol Benzema se pierde a ratos. Estamos en uno de ellos.

A partido abierto, todo mejoró en el Madrid: Nacho volvió a ser el bombero perfecto, Casemiro y Valverde cogen el tono, Asensio está muy por encima de sus competidores, Vinicius existe y Hazard no, Varane y Ramos son un fuerte… Y ordenándolo todo, el mejor Modric, cuya enorme presencia se tragó al Levante.

Acelerón y desmayo

En la segunda mitad el Madrid abrió gas. Demasiadas victorias mínimas, de esas que alargan el partido y el sufrimiento en partidos recientes. En apenas diez minutos dispuso de oportunidades para golear: remate al palo de Benzema, picadita demasiado cruzada de Vinicius, pifia a puerta franca del brasileño… Y pasado el vendaval, el desmayo: dos remates de Bardhi y dos salvavidas de Courtois, el segundo con el pie, por reflejos, tras rechace en Casemiro, y otros dos zapatazos fuera de De Frutos y Morales. Cuatro ocasiones para un empate ante un Madrid perezoso en el repliegue. Ese tic es recurrente en el equipo de Zidane: la temperatura de su juego sube y baja súbitamente y eso le impide echar el cierre a los partidos.

Y para que no faltara en un partido del Madrid, el VAR, que ilegalizó un gol de Ramos por un fuera de juego de microscopio. Antes el Levante, descamisado ya, había pedido la segunda amarilla de Casemiro. Presintiendo el peligro Zidane cambió creatividad por trabajo en las bandas (Lucas y Rodrygo). Fue un cambio a peor. El Levante llegó mucho y bien. Courtois sacó otras dos a un equipo que superaba a un centro del campo rival devorado. Aquella acometida no le dio para el empate y sí le hizo encajar el 0-2, en contra de Benzema. El fin de la angustia y el principio del nuevo liderato del Madrid.

FOTO: GETTY IMAGES / ALEX CAPARROS

Ansu Fati brilló y el Barcelona ganó en Balaídos

AS.- Ni la lluvia, ni el viento, ni Balaídos ni siquiera la inferioridad numérica por expulsión de Lenglet al final de la primera parte frenaron a un Barça que se impuso a todas las adversidades que se le plantearon a base de orgullo para ganar por 0-3 un partido de esos que ponen a prueba a cualquier grupo. Si al trabajo y a la seriedad le sumas la magia de Ansu y Messi, no hay obstáculo que sea demasiado alto.

Ronald Koeman no engaña. Va con sus ideas hasta el final. El holandés tiene muy claro quienes son sus titulares y repitió equipo en Balaídos, un estadio donde el Barça lleva mucho tiempo sufriendo. Esta vez, no fue diferente, porque apareció Del Cerro Grande para subirle un palmo el listón al equipo blaugrana que se había adelantado en otra delicia de Ansu Fati, que ha decidido que no hay puerta que se le resista.

El partido fue uno en igualdad y otro a partir de que el colegiado expulsó a Lenglet por dos amarillas que los barcelonistas juzgaron excesivamente rigurosas. Venían calientes los catalanes desde que en el minuto 35 el árbitro sacara rápidamente la roja para expulsar a Piqué por derribar a Denis mientras el asistente le indicaba desde la banda que el gallego había arrancado en fuera de juego. Rectificó con presteza el colegiado, pero dejó en los jugadores del Barça un aire de sospecha que con la segunda amarilla a Lenglet puso el partido en carne viva.

Hasta ese momento, el Barcelona se había mostrado como un equipo disciplinado, dinámico y que se sentía más cómodo sin la pelorta que con ella. La actitud de los de Koeman para recuperar el balón era encomiable. En cambio, a la hora de salir con la pelota o finalizar las jugadas el panorama se oscurecía.

Únicamente Ansu Fati, un jugador dotado de una capacidad de resolución fuera de lo común iluminaba al equipo blaugrana. Su tanto a los 11 minutos de partido fue una nueva exhibición de talento al finalizar una jugada con un recurso, el chut con el exterior, que hubiera firmado el propio Romario.

Pero el Barça no logró sacar rédito de esa ventaja y el Celta se desplegó en el campo blaugrana. Sin crear ocasiones claras, pero forzando una sensación de falta de control que llegó al clímax con la expulsión de Lenglet antes del descanso.

En la reanudación, con Araújo, que salió al campo por un Griezmann de nuevo intrascendente, como pareja de Piqué, al Barça parecía que le tocaba lo de siempre en Balaídos: sufrir.

Pero fue entonces, en inferioridad, bajo la lluvia y con un viento que añadía dificultad a cada jugada cuando los barcelonistas sacaron su mejor versión. El Barça apretó los dientes. A los seis minutos, Baeza embocó en su portería un centro de Messi que Ansu esperaba para rematar tras una enorme arrancada del argentino.

Poco después, el propio Messi volvió a marcar, pero su tanto fue anulado por un fuera de juego de esos de centímetros. El Barça trataba de no perder su sitio en el campo, pero la inferioridad empezaba a pesar. Baeza, obstaculizado por Sergi Roberto, envió un balón al larguero tras un mal rechace de Neto, lo que llevó a Koeman a oxigenar al equipo dando entrada a Trincao y Pedri mientras que Òscar ponía toda la carne en el asador. Pero esta vez el Barça supo sufrir y defender un triunfo contra los elementos que culminó Sergi Roberto marcando el tercero en el descuento.

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El Madrid sufrió para derrotar al Valladolid

AS.- Al Madrid le fue mejor el vértigo que el mando, los extremos que el manejo, Vinicius que Jovic y tener a Courtois que no tenerlo. En un golpe de timón sobre la marcha acabó liquidando al Valladolid, un modesto que no se arruga ni se descompone. Esa resistencia en la carestía le ha mantenido vivo en esta selva. El partido, en cualquier caso, reiteró la inquietud sobre el porvenir del Madrid: arriba sigue justo y el blindaje que le dio el título hace un cuarto de hora ha desaparecido. Sólo un Courtois magnífico vigila esa frontera.

El Madrid se desayunó con otra lesión para un mes de Hazard, el galactigate que se avecina. Pasada la canción del verano (Bale) el equipo de Zidane se topa con un caso clínico que va para crónico. El del belga era el sitio de Vinicius, pero mientras pasa la vida sin Hazard Zidane sigue dando la espalda al brasileño sin demasiados argumentos a la vista. Y en cambio, contra todos los pronósticos (el rendimiento general, su partido ante el Betis, su puesta en el mercado, la falta de adaptación…), repitió con Jovic como acompañante de Benzema, que con el serbio se acerca más al diez que al nueve. Y aprovechó el viaje para colar a Isco, su mediapunta favorito, y a los dos laterales suplentes, Odriozola y Marcelo. Sobre estos queda la explicación de que su utilidad es mayor en campo ajeno que en el propio y que en un once repleto de futbolistas para el juego interior, dos cruces de lateral y extremo siempre vienen bien. A cambio, Casemiro tuvo que hacer guardia como tercer central esporádicamente. Así que la cosa quedó a ratos en un 3-5-2, con el brasileño en labores de salvamento y socorrismo ante la debilidad defensiva de los dos jugadores de banda.

El Valladolid se comportó como lo que es, un equipo minimalista, sin pegada pero con mandíbula, con buenos mecanismos de autodefensa y pocos goleadores. Un presupuesto reducido pero aprovechado hasta el hueso. Y también un equipo aún a medio hacer, como la mayoría. Con la falta de público y la masa salarial en el cogote es difícil salir de ese área. Orellana es su hecho diferencial, un jugador que juega al escondite entre líneas y con un buen último pase. El partido no le dio demasiadas oportunidades, pero demostró finura en sus llegadas. Y tampoco fue fácil para Weissman, el goleador israelí que era un cañón en Austria. Cargó con toda la pólvora Hervías, un extremo obligado a jugar de lateral por las bajas.

Valverde y el apagón

El partido, en cualquier caso, no tuvo un solo sentido por ese mando suave, desapasionado, que ofrece este Madrid, sobrado de posesión y corto de remate.

Valverde abrió la primera brecha desde la banda derecha. De sus pulmones llegaron las dos primeras oportunidades de su equipo: un disparo cercano bien rechazado por un Roberto medio a contrapié y un pase con música a Jovic, que lo echó fuera, en carrera, con la izquierda. Tampoco ahí asomó su mejor virtud: la definición a un toque. Hace tiempo, desde que con la salida de Cristiano perdió el comodín del público, el Madrid está condenado a ganar casi todos los partidos a los puntos. El KO se ha vuelto casi una rareza.

Así que, y esto también es recurrente, al Madrid empezó a aburrirle el partido, a espaciar cada vez más sus llegadas, a darle aire a un rival estupendo en las estrecheces. Al equipo le falta juego al espacio, una agitación que descoloque al rival y un ritmo que lo agote.

Cerca del descanso Jovic tuvo la segunda, con peor ángulo y mayor oposición frontal. Mandó su remate al lateral de la red. El disparo interrumpió un largo periodo de fútbol sin gracia ni provecho. Un tiempo en el que el Valladolid se sintió confortado y amagó con tibieza en dos disparos.

Los cambios y el cambio

La reanudación dejó otro buen cabezazo de Jovic, un remate al palo de Casemiro en el rechace y dos ocasiones del Valladolid, una de ellas resuelta magníficamente por Courtois, otra vez con manos milagrosas, a tiro de Weissman. Zidane entendió que había que cambiar de registro: 4-3-3 con extremos, Asensio y Vinicius. Más Carvajal, otro de gran motor. La sacudida que necesitaba el Madrid, el alboroto que temía el Valladolid. La remodelación tuvo efecto inmediato. Un doble error de Bruno dejó a Vinicius frente a Roberto y el brasileño evidenció su mejoría en esas situaciones límite. Y de inmediato, la segunda gran parada de Courtois, a tiro de Carnero. No fue el fin del contencioso. El Valladolid entendió que ahí tenía una oportunidad y apretó lo suficiente como para ahogar la reacción del Madrid.

Así que hubo partido hasta el final, con un palo de Modric, varias llegadas pucelanas y la sensación general de que el campeón gana demasiados partidos al sprint.

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