Héctor Becerra relata por qué Miguel Cabrera es “El Bateador Maravilla”

Tony Cittadino (Madrid).- Héctor Becerra Sardá es uno de los brillantes periodistas de la vieja escuela que, cuando fija su atención en algo, no suele fallar. Así sucedió hace dos décadas con Miguel Cabrera, el slugger venezolano que este año se retirará de las Grandes Ligas tras 20 años, una Triple Corona, más de 500 jonrones y 3 mil hits y dos veces Jugador Más Valioso de la Liga Americana.

Becerra presenta en su libro El Bateador Maravilla, disponible en Amazon y de 148 páginas, un relato testimonial de la carrera del pelotero maracayero al que le vio condiciones para convertirse en uno de los mejores jugadores venezolanos y latinos que han pasado por las Grandes Ligas.

“No es un libro teórico. No es una biografía. No es un reportaje. Se van hilando 15 relatos, que comienzan con un viaje a Nueva York. Doy datos, que quizás mucha gente no conoce. Se mezcla todo hasta el jonrón 500 y luego da el hit 3 mil. También voy narrando testimonios personales y vamos entrelazando historias”, rememoró.

El periodista nacido en Caracas, ya le seguía la pista a un joven Cabrera que había firmado con los otrora Marlins de Florida (hoy Marlins de Miami) en 1999 y que había debutado en Las Mayores, ganando la Serie Mundial del año 2003.

“Con tantos años viendo beisbol, nunca había un venezolano con un nivel tan alto como Cabrera. Había estelares peloteros como Luis Aparicio, que está en el Salón de la Fama, pero no un bateador de esas características y con tantos lideratos. Lo vimos crecer paso a paso, hasta pasar por la Triple Corona y lo que es hoy”, recordó Becerra con emoción.

Su experiencia en los medios y la agudeza informativa, le permitió tener ese olfato para poder seguir la carrera del pelotero que estuvo en 12 Juegos de Estrellas, ocho con Detroit y cuatro con los Marlins. Trabajó en El Nacional (1977), El Diario de Caracas (1991) y la United Press International (UPI), agencia con la que cubrió el Mundial de Fútbol USA 1994.

También estuvo en medios como AFP y 800 Noticias, además de la sección de deportes del Diario TalCual durante 15 años, cuatro y medio de los cuales los pasamos bajo su excelente tutela.

Becerra siempre estaba pendiente de cualquier detalle en el periódico, pero recordamos en particular el interés diario que tenía por Cabrera. Buscaba datos, información, anécdotas, entrevistas y los valiosos numeritos. Guardaba links y recortes de periódico. Armó un archivo interesante.

“En esa época del 2013, Mike Trout y Miguel Cabera era lo mejor que había. Tenía unas proyecciones tremendas, pero lamentablemente en los últimos años tuvo las lesiones y lo frenaron.  Cuando ganó la Triple Corona, recuerdo que el periódico era una locura. Especialmente Teodoro Petkoff, al que le gustaban los numeritos. Preguntaba siempre «qué hizo Cabrerita ayer». La temporada que tuvo fue algo fabuloso y en ese momento, ya pensaba en la posibilidad de hacer algo sobre él”, explicó y recordó que TalCual fue el primer periódico en sacar un reportaje de la familia del jugador en 2003, firmado por Pedro Pablo Peñaloza

Así nació la idea

Durante el año 2020 y en medio de la pandemia, tuvo la oportunidad de aprovechar el tiempo y se sentó a escribir a ver qué salía. Contactó al periodista Eduardo Orozco, quien le comentó que estaba editando libros y fue otro empujón más para decidirse a la creación del texto.

“Me acordé de la idea de hacer el libro. Ya tenía números interesantes, para acercarse a los 500 jonrones y 3.000 hits. Ya era el primer venezolano con 400 cuadrangulares, porque a Andrés Galarraga le faltó uno. Todos los números conducían a Cabrera”.

El relato del libro cuenta la experiencia vivida en un viaje a Nueva York para ver a Cabrera, luego de ganar la Triple Corona en 2012. Fue un juego en el nuevo Yankee Stadium en el 2014, en una serie de jueves a domingo entre Detroit y Nueva York y en el que, además, pudo reencontrarse con valiosas amistades. Una experiencia única.

“Organicé las vacaciones con la familia para ir a Nueva York y tengo tres amigos que no los veía desde que éramos adolescentes en Caracas, porque se fueron a Estados Unidos. Incluso jugamos en Los Criollitos en un equipo de La California Norte. Nos reencontramos por las redes sociales y quedamos en comprar las entradas antes del Spring Training”.

Sin embargo, Cabrera no jugó desde el inicio en ese encuentro, que, por cierto, coincidió con el año de la despedida de Derek Jeter. “Cuando entramos al estadio, vemos la alineación y Cabrera y Jeter no estaban en el line-up. No lo podíamos creer, pero tomó un turno en el noveno inning como emergente por JD Martínez. Falló y el juego terminó una a cero a favor de los Yankees”, rememoró.

Al día siguiente, se citaron para cenar y, sin saberlo, coincidieron en el mismo restaurante con Jim Joyce, el árbitro del famoso Juego Perfecto de 28 outs de Armando Galarraga. En ese encuentro, Cabrera cogió el rolling y le pasó la bola al lanzador, pero el árbitro decretó quieto una jugada que era claramente out.

“No sabíamos que ahí en Nueva York estaba el centro de las transmisiones para las repeticiones. Qué casualidad que Jim Joyce y Cabrera estaban involucrados en esa jugada. Antes de volver a Venezuela, pasamos por Miami y las revistas de los aviones tenían a Cabrera en las portadas. En esas revistas siempre hablan de ensaladas o viajes y tenían a Cabrera como tapa. Todo eso fue atando cabos”, dijo con asombro.

De los capítulos que más disfrutó al escribir, dijo que está el primero por el viaje a Nueva York y también su paso por TalCual, porque recordaba el cierre diario del periódico rumbo a la Triple Corona y la adrenalina de tener la información en la portada.

El Bateador Maravilla recoge la historia, las vivencias y los relatos que un amante del beisbol debe tener en su biblioteca. Una joya para la colección.

El dato

El Bateador Maravilla es el cuarto libro de su autoría, luego de El Universitario cuarentón (1991), Ocho medallistas olímpicos (1992) y 200 grandes Venezolanos en las Mayores (2007). Cada entrega ha sido rica en información y anécdotas, pero recomendamos especialmente su primer libro para los amantes de la LVBP y esa época dorada del histórico estadio capitalino, que ya pasa de los 70 años.

Foto: Fabio Becerra

 

Alejandro Chacón, el periodista irreverente

Tony Cittadino (Mallorca).- Parece mentira que tenga que escribir de ti, Alejandro Chacón. Pero, hacerlo, es el mejor homenaje que puedo hacerte. Mi amigo y colega, te marchaste sorpresivamente este domingo 24 de noviembre y tu pérdida no puede más que dejarme un gran vacío y mucha tristeza, porque sabes que te debo mucho y te quiero mucho.

Te conocí en el año 2007, cuando ingresé como pasante de prensa en nuestra casa, el Diario TalCual. Desde entonces, nos unió una gran amistad, que perdurará por siempre. Con sus aprendizajes, sus consejos, sus alegrías y sus rabietas, pero que siempre fueron para bien.

Durante cinco años, compartí contigo en la redacción del periódico y fue una experiencia que siempre te voy a agradecer. Lo mejor es que siempre lo supiste, porque cada vez que pude te lo dejé saber y para ti era gratificante. Lo recibías con mucha humildad, porque sabías que habías aportado un grano de arena.

Esa manía que querer pulirme, me ayudó a forjar el carácter en el medio. Fuiste el periodista más terco, agudo e irreverente que he conocido. Pero a su vez, una persona muy noble, pícara y hasta burlona. “Gordo” Chacón, eras una mezcla rara, pero te queríamos.

Tu manera de ver la noticia, muchas veces nos hacía discrepar y entrábamos en esos largos debates. Manejabas no solamente el fútbol, al que le entregaste toda tu vida. Especialmente el venezolano. Siempre contabas con orgullo cuando fuiste jefe de prensa de la FVF, en la época en la que la Vinotinto era de vacas flacas. Te gustaba evocar que viviste el “Centenariazo” y la época en la que fuiste redactor de Luis Manuel Fernández en Noticiero Venevisión.

Eras magallanero y culé de corazón, pero recalcabas la importancia de escribir sin la camiseta. Eras muy delicado con eso. Sabías de todos los deportes, pero qué difícil era llevarte la contraria. Contigo se podía hablar de cualquier tema, porque insistías que el periodista debe ser integral: deporte, política, cultura, religión o música. Tenías una capacidad de análisis, que pocas veces he visto. Como siempre decías, te gustaba “buscarle la quinta pata al gato” y que la fuente se pusiera nerviosa al saber de ti. No a la inversa.

Todavía recuerdo esos días en los que te encerrabas en la sala de reuniones del periódico y se te escuchaba alzar la voz al realizar una entrevista, en la que alguna fuente se quería ir por otro lado. No tenías medias tintas. Contigo no valía ser “blandengue”. Era blanco o negro. Siempre querías más. Hacer algo diferente. Marcar pauta, pero sin buscar fama. No te gustaba el show.

Recuerdo que llegabas a la redacción y me saludabas cantando: “Antonini Cittadini Bambini”, mientras yo te llamaba “Alessandro Chiaccone”. Reíamos recordando la vez que fui de traje y corbata a la primera pauta del periódico, porque decías que me parecía a un vendedor del Atalaya en el Metro de Caracas. También gozabas con mis discursos de agradecimiento en las reuniones del periódico y ni hablar del “clásico” de la toalla rosada en la Serie del Caribe 2010 en Margarita, que planeaste con Saúl Uzcátegui. Cuando los dos se juntaban, había que correr. Eran un peligro, porque les gustaba chalequear. Nuestro amigo David Ludovic, puede dar crédito de eso.

Un aprendizaje constante

La primera vez que estuve a tu cargo fue en agosto de 2009. Para entonces, nuestro coordinador de deportes, Héctor Becerra, se tomaba unas vacaciones y asumías el puesto mientras tanto. Creo que los tres, formamos un gran equipo de trabajo. Los primeros días fueron una guerra, al punto de tener discusiones airadas. Querías cambiarme el estilo de redactar y darle un vuelco total a las pautas. No querías tanto beisbol y no te gustaba la página de las tablas.

De ahí nació el apodo de “El Cabito” que en broma te colocó nuestro también querido Héctor Landaeta. Cada vez que entrabas a la oficina, el “Gordo” decía que eras una especie de Cipriano Castro, porque te gustaba mandar y susurraba: “A pararse firmes, viene ‘El Cabito’”, mientras reíamos y bajaba la tensión.

Sin embargo, las cosas fueron mejorando y comenzamos a sacar trabajos interesantes. Teníamos dos reuniones diarias. Una en la mañana, para dar un bosquejo del día y, otra, al final de la tarde, para pensar en trabajos fríos, mientras te gustaba escuchar a Los Amigos Invisibles, porque “sus letras son una nota y el ritmo de la música era diferente”.

Había que rezar para convencerte, porque eras terco, pero honesto. Tanto, que provocaba darte un coquito. Así nació la idea meternos con el Mundial de Natación de Roma, por los polémicos trajes de poliuretano. Hicimos una serie de trabajos sobre los estadios deportivos de la capital, la visita de Iker Casillas a Venezuela y una entrevista al delantero del Caracas FC, Fernando Aristeguieta. Tu orgullo por saber que el jugador era del colegio San Ignacio de Loyola era inmenso. Siempre sacabas tu chapa por haber estudiado allí.

También recuerdo las pautas con el ex presidente de la FVF, Rafael Esquivel, buscando sacar información acerca de si el defensa Fernando Amorebieta jugaría o no con Venezuela. Tanta fue la insistencia, que el propio Esquivel lo llamaba por teléfono en mi presencia para ver que no mentía y se hacían los contactos necesarios. Una vez me enseñó su celular y me dijo: “Mira los mensajes que le mando, no es mentira. Dile a Chacón que se quede tranquilo”.

Al año siguiente, se repitió la dupla. Héctor se fue de vacaciones, volviste al mando y recuerdo la mejor pauta que hayamos hecho juntos. Siempre la cuento, porque fue muy especial. Por esos días, el ex presidente Hugo Chávez en otro de sus delirios de poder, argumentaba que el golf era un deporte de ricos y burgueses. Esa tarde, mientras tomábamos un café en “El Comején” y pensábamos en las pautas, decías que a eso había que darle la vuelta, porque Fidel Castro y el “Ché” Guevara jugaron golf en los años 60.

“¿Sabes qué? Vamos a llamar al Hotel Meliá Las Américas en Cuba. Ahí la ex atleta y golfista Ana Guevara impartirá una clínica en octubre. Vamos a ver qué piensan ellos”, me dijo con su característico tono de voz ronco y la vez cansado y con un cantadito, que Max Cordaro sabe imitar a la perfección.

Yo te miraba incrédulo: “Chacón, tú estás loco. Quién nos va a atender y, de paso, diciendo que somos de TalCual, menos”, te dije entre risas. Pero tú, insistías y me aupabas a hacerlo. Cuando se te metía una idea en la cabeza, no había quién te la sacara.

Hicimos una apuesta. Si lográbamos hacer la pauta, te tenía que brindar una “sfogliatella” que vendían en la Pastelería Doris, que quedaba muy cerca del periódico. La  nota la sacamos en la contraportada y la titulamos: “En Cuba sí le paran al golf”. Fue un éxito y, al día siguiente, me dijiste que César Miguel Rondón le leyó en su programa de radio.

Fueron tantos los momentos buenos, que hoy me vuelves a sacar lágrimas, pero de nostalgia y tristeza. Cuántas veces fuimos a pautas en tu camioneta Samurai, en la que, además, celebramos que me gané un televisor en un evento de la Big Cola durante la histórica goleada del Barsa de Pep al Real Madrid de Mourinho de 5-0 en 2010.

Las últimas dos veces que te vi, hablamos largo y tendido, por más de dos horas. Una fue en la fiesta del Día del Periodista de la Gobernación de Miranda en 2013 y, la última, en la presentación de Noel “Chita” Sanvicente como director técnico de la Vinotinto en 2014.

Este año retomamos el contacto en enero, porque querías comprar unos pantalones en la fábrica Lois. Nos pusimos al día y me contabas sobre la difícil situación en Venezuela, que te llevaba a vivir algunos meses en Colombia, con tu familia. Me diste consejos para adaptarme a España como inmigrante y me animaste a seguir adelante.

Te sentí preocupado por la salud, en especial por conseguir las medicinas para la hipertensión y el colesterol. Durante el año volvimos a hablar, hasta que lo hicimos por última vez en chat privado en septiembre por los amistosos de la Vinotinto.

Hasta hace nada, compartiste con nosotros en el grupo de WhatsApp de TalCual. El sábado en la noche leía tus tuits de la final de la Copa Libertadores antes de dormir y. este lunes por la madrugada, despierto con la triste noticia de que ya no estás.

Aunque es muy difícil de digerir, estoy seguro que allá arriba te recibieron con mucho cariño Teodoro Petkoff, Héctor Landaeta, Kees, “la negra” Alicia, Pedrito Febles y Carlos Horacio Moreno.

Vuela alto, Gordo!

Dios te bendiga siempre.

 

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¡Gracias, TalCual!

Tony Cittadino.- Este jueves 2 de noviembre, mi querido diario TalCual dejará de circular por falta de papel. El medio de comunicación que siempre ha sido mi casa y del que más me siento orgulloso, comenzará a dar la pelea desde su portal digital www.talcualdigital.com.

Es un momento de emociones encontradas. Será duro no verlo en los kioscos y revisar su información en papel, ése que tanto les ha costado conseguir por caprichos del gobierno que busca asfixiarlos. Pero, no lo van a lograr. De alguna u otra forma seguiremos luchando, porque algo tenemos muy claro los que hemos sido parte de ésta gran familia: tenemos sentido de pertenencia, orgullo y un gran agradecimiento.

Será un gran reto afianzar el proyecto de la web, pero estamos seguros que será un éxito. No es la primera vez que ponen a prueba de qué está hecho TalCual y saldremos adelante. De nuestra parte, continuaré apoyando al periódico que nos dio la oportunidad de formarnos como periodista y con el que mantenemos una estrecha y hermosa relación.

El juego no se ha acabado y todavía falta que vuelva a batear la parte gruesa de la alineación, para luego acreditarse el juego salvado. No en vano Yogi Berra dijo que «el juego no se acaba, hasta que se acaba».

A continuación, publico una carta hecha cuando el periódico pasó de ser matutino a semanario en febrero de 2015. Un duro golpe que sirve para recodar de dónde venimos y hacia dónde vamos. En TalCual no nos vamos a rendir.

Hay líneas que uno nunca quisiera escribir, pero sabía que éste día llegaría.  Jamás lo imaginé ni en el peor de los escenarios, pero cuando la Democracia se desvanece, la realidad te cachetea sin tiempo de que reacciones.

Hoy mi querido diario TalCual realizará su última edición diaria, por ahora. Toca reinventase. Dejar el diarismo y pasar a informar los fines de semana y por la página web. Muchas han sido las batallas de las que hemos salido airosos y, ésta vez no será la excepción.

Amenazas, juicios, demandas, multas, campañas sucias y pare usted de contar, de parte de un gobierno que mantiene su «legado» y lejos está de llamarse democrático. Muy lejos. Desde hace tiempo tengo la convicción de que lo que vivimos hay que llamarlo por su nombre: Dictadura. Por más difícil que sea para muchos.

Pero, ése no es el tema que me motivó a escribir éstas líneas. Si bien no hay forma de agradecer tantas cosas que me dio TalCual, valga al menos unas cuartillas para reiterar mi cariño y solidaridad.

Todavía recuerdo cuando en septiembre de 2007 me llamó al teléfono Amador Montes Bolet, antiguo jefe de prensa del Caracas, con quien trabajé como pasante en la temporada 2006-2007, para decirme que en TalCual buscaban un pasante para Deportes.

Recuerdo que le dije «¿En TalCual? ¿Y qué voy a hacer en un periódico político y más con la fama que tiene Teodoro?». Bueno, lo pensé unos minutos y decidí llamar al coordinador de Deportes, Héctor Becerra, con quien hoy me une una gran amistad.

Luego de cuadrar la entrevista de trabajo, asistí. Fue un viernes. No podía ocultar la emoción, ni los nervios. Justo antes de comenzar la charla, escuché por primera vez la voz y el grito del «gruñón» Teodoro. «¡Coño, otra vez cadena! Hasta cuándo éste loco. Pilas con lo que dice, aunque seguro será pura paja». Se refería a una de las tantas cadenas de Hugo Chávez. Mientras, yo pensaba «¿en qué lío me estoy metiendo»?.

Bueno, acepté y comencé a trabajar el lunes 13 de septiembre de 2007. Una época de profundo aprendizaje, de alegrías y tristezas, de aciertos y errores, que duró hasta el viernes 11 de marzo de 2011, al menos como parte de la nómina fija. Sin embargo, jamás nos despegamos porque siempre tuvimos el honor de continuar escribiendo en sus páginas hasta hace unos meses atrás, por la reducción del papel. Sin embargo, todavía continuamos aportando en la web con las noticias deportivas.

Sería injusto dejar de recordar algunas anécdotas, pero son tantas, que no dudo en pensar que fue la mejor experiencia laboral que he tenido. TalCual me enseñó a caminar en el periodismo. Me dio la oportunidad de trabajar y estudiar al mismo tiempo. De presentar mi pasantía y graduarme en 2010.

Me permitió cubrir mi primer juego de la Vinotinto en 2009, mi primera Serie del Caribe en 2010 y estar presente en  5 temporadas consecutivas del beisbol profesional venezolano, además de vivir la Eurocopa y los Juegos Olímpicos de 2008 y también el Mundial 2010, desde la redacción. De igual forma, participar de lleno en una edición aniversaria inédita de 3 cuerpos, dedicada al beisbol, con temas como el inicio de Johan Santana en su natal Tovar, hasta dónde llegamos para certificar la donación de un camión de bomberos.

Eso sin contar la temporada de Grandes Ligas y las pautas diarias. Me enseñó a patear la calle. A buscar la noticia, sin importar los límites que implicara una llamada a Cuba para hablar del golf, el deporte que según «El Supremo» era de la «oligarquía criolla», pero que Castro y el Che, jugaron en Cuba.

Siempre digo que TalCual me enseñó que el medio de comunicación más pequeño no es el peor, ni el más grande el mejor. Me ayudó a entender que con poco, se puede hacer mucho. Me ratificó a escribir sin miedo, claro y raspao, como su lema. Sin compromisos con nada, ni nadie. Jamás vi la más mínima intención de censura, ésa que tanto nos acecha en estos tiempos en los que se habla de “guerra mediática”. Una “guerra” que sabemos de dónde viene, que nos acorrala para reinventarnos y que se dedicó a comprar medios de comunicación privados, censurarlos o mucho peor, obligarlos a la auto censura.

TalCual me enseñó a hacer periodismo, sin miedo de retar al poder, aunque eso implique un editorial en primera plana firmado por Teodoro con las palabras «Gobierno de Mierda», que desató la furia de los «poderosos». Los mismos que catalogaron días atrás una derrota electoral como «Una victoria de mierda de la oposición».

Trabajar en TalCual era llegar temprano en la mañana imitando a Teodoro con su peculiar frase «epa, qué hubo», tomarse un sabroso café de Iris y marcharse a la casa escuchando a Kees masacrar los colores en el sacapuntas eléctrico, para terminar sus espectaculares caricaturas. Ni hablar de las charlas de Omar Pineda en la web, sobre sus aventuras en Artigas y sus conquistas con «La Ardilla», antes «de que Omareliz hubiera nacido». Y cómo dejar por fuera los cuentos de nuestro querido Héctor Landaeta sobre su experiencia en Londres y el diario El Mundo. ¡Una joya!

Son tantas cosas, que da nostalgia y alegría recordarlas. Incluso, hasta les agradezco la oportunidad de cruzarme en el camino con mi futura esposa. ¿Cómo olvidar las charlas de Deportes con Teodoro y sacarle la piedra con sus amados Tiburones de La Guaira? ¿O la ocasión en la que juntos hicimos la portada cuando España se tituló campeón del mundo en 2010? Por cierto, de Teodoro se dirá lo que sea, pero siempre me demostró ser un caballero, un amigo, con gran sentido humano. Siempre será un honor haber compartido con él durante todo éste tiempo.

Recuerdo que antes de aceptar la oferta de la reestructuración del diario 2001, me dijo. «Tony, nosotros somos como un equipo pequeño de Grandes Ligas.  Como Tampa Bay. Ustedes son como los prospectos, los formamos y luego tienen que firmar con los Yankees de Nueva York. Así es esto».

Pues, la respuesta que le di en ése momento, todavía la mantengo. «Teodoro, sí, hay que crecer, pero el amor por la camiseta nunca muere. Estaremos en otras lides, pero siempre con TalCual en el corazón».

Por eso, siempre pienso que no hay que perder el horizonte que queremos alcanzar, pero sin olvidarnos de dónde venimos. Yo puedo decir con mucho orgullo y con la frente en alto, que vengo de TalCual.

Por eso ayer, hoy, mañana y siempre, gracias TalCual.

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