Tony Cittadino (Mallorca).- Es difícil pensar que se pueda chocar dos veces con la misma piedra, pero pasa. Italia perdió con Macedonia en Palermo con un gol en el tiempo de descuento, para quedar fuera del Mundial por segunda vez consecutiva por primera vez en la historia.
Se cuenta y no se cree. Caen ante Macedonia y en casa. No puede haber excusa y el director técnico Roberto Mancini ha asumido la responsabilidad absoluta. Se pasó de la gloria de Wembley al foso de Palermo. Otra vez.
Todo parecía indicar que el fantasma de la eliminación en 2017 había quedado atrás. El trabajo de Mancini con la selección venía siendo impecable. Supo guiar el recambio generacional, le dio identidad de juego y llevó a Italia a ganar su primera Eurocopa desde 1968 y segunda de su historia.
El camino al Mundial, iba bien hasta que llegó la etapa post Eurocopa. Se complicaron con un empate en casa ante Bulgaria y remataron la faena con dos empates más ante Suiza, en los que Jorginho falló dos penales.
En realidad, Italia se complicó la vida sola esa noche del 12 de noviembre en Roma. El mediocampista brasileño naturalizado italiano erró el penal en el minuto 88, que pudo dar la victoria a la Azzurra y el boleto a Qatar. El escenario era perfecto. Todo iba encaminado.
Sin embargo, a la selección le faltó el hombre gol y cómo pesa la ausencia del lesionado Federico Chiesa. Capaz la historia era otra. No lo sabremos nunca. El empate sin goles ante Irlanda del Norte en la última fecha, sumado a la goleada de Suiza a Bulgaria, condenó a Italia a un repechaje que se antojaba peligroso y daba muestras de fatiga.
El sorteo puso en el camino a Macedonia, una selección accesible que había complicado a Italia en el camino a Rusia 2018. Empataron a un gol en Torino y debieron ganar remontando de visita con doblete de Immobile. Además había derrotado a Alemania en el camino a Qatar.
La posibilidad de quedar fuera en el repechaje no era de subestimar, especialmente porque en esta ocasión se cambió el formato de juego. Ya no era eliminatoria a ida y vuelta, sino un playoff con cuatro equipos, dos de ellos cabezas de serie que posiblemente se enfrentarían. Un formato absurdo y rebuscado, de por sí.
Pensábamos que se podía dar la ley de los promedios, porque era inimaginable quedar fuera de dos Copas del Mundo consecutivas. Una puede ser una accidente, pero dos no.
El libreto del juego en Palermo era el previsto. Italia salió al campo nerviosa, pero buscando el arco rival. Macedonia encerrada atrás, con calma, esperando un contragolpe o forzar la prórroga y así sucedió.
La Azzurra se ahogó en su propio esquema. La posesión del balón y los constantes ataques por las bandas eras inertes. Immobile tuvo poco o nada y Lorenzo Insigne se vio en un nivel irreconocible, ya listo para su partida a la MLS.
Domenico Berardi y Marco Verratti fueron el pulmón de una Italia que se encontró ante un muro y la pólvora mojada. Remató 32 veces al arco, con cinco tiros a puertas. Tuvieron 16 saques de esquina, la gran mayoría sin la mínima intención de peligro. Italia dominaba en la estadística, pero el juego no era efectivo. En ocasiones, a trompicones. El reloj pasaba y los nervios aumentaban.
La eliminación del Mundial es un duro golpe. Pensamos que es peor que en 2017, pues al menos, en esta ocasión, se ve un trabajo serio en la selección y estaba de respaldo del título logrado en Wembley. Pero, Italia se fue desinflando y no hubo un atacante capaz de cargar con el peso necesario.
La convocatoria del brasileño naturalizado italiano del Cagliari, Joao Pedro, es un buen espejo. Italia no tiene un delantero titular en los tres grandes equipos. Juventus, Milan e Inter apuestan al talento extranjero y el Sassuolo, un equipo de mitad de tabla, es quien tiene a los delanteros italianos con mejor proyección.
Italia, que se podía dar el lujo de tener delanteros titulares y buenos hasta en la banca, hoy no tiene uno que la meta. El caso de Immobile es de estudio. Fenómeno en la Lazio y goleador en la Serie A, pero en deuda con la selección, con la que también fue titular en la catástrofe de 2017.
Sería una pena que Mancini renunciara, pero este golpe es muy duro. Apostamos a que continúe con el trabajo y pueda recomenzar, sin necesidad de resetear todo el sistema.
Al final, el tema del fútbol italiano es más complejo de lo que se piensa y, al menos, Mancini le cambió la cara a la selección.
Además el discurso de hoy es el mismo de hace cuatro años. Hay que dar espacio a los jóvenes y volver a figurar con los clubes en Europa. Eso no va a cambiar si Mancini se marcha. Debe quedarse y seguir. Es un problema de fondo y no de forma.
Si la Serie A hubiera querido hacer cambios y apostar al Mundial, debía haber comenzado, por ejemplo, por posponer la fecha del fin de semana pasado para que Mancini tuviera más margen de maniobra. La solicitud fue negada.
El director técnico tuvo sus aciertos y errores, pero en un juego de vida o muerte pesan más. Pensamos que fue un error dejar a jugadores como Nicolò Zaniolo o Gianluca Scamacca en la tribuna en Palermo, pero el daño ya está hecho.
Lo peor es que, prácticamente, una generación entera se quedará sin Mundial. La próxima cita será en 2026 y la espera, otra vez, será eterna. Por si fuera poco, se esfumó una remota posibilidad de ver a Gianluigi Buffon como tercer portero en Qatar, aunque no estuviera en los planes del cuerpo técnico.
De momento, toca pensar con cabeza fría y recomponerse. Centrarse en el nuevo ciclo y buscar una pareja de centrales que reemplace por edad a Leonardo Bonucci y Giorgio Chiellini, que no es fácil.
Luego será enfocarse en la Nations League y la clasificación a la Euro 2024, para defender el título. Esto sin contar una copa de consolación ante Argentina el 1 de junio en Wembley, declarada como La Finalissima, que enfrentará al campeón de Europa ante Argentina (campeón de Copa América), pero un duelo que ya pierde casi todo interés por no ir a Qatar.
Pasar dos Mundiales sin Italia no será tarea fácil. Pierden los italianos y pierde el espectáculo.
La pesadilla de Milano en 2017, se repitió en Palermo.
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