Javier Conde/ @jconde64/@futbolella
Una vive del gol, otra quiere sanar de su lesión, la tercera promete trabajar más duro. Jeomar Guarecuco, Iceis Briceño y Leury Basanta apuestan todo por seguir en el competitivo torneo profesional del país cafetero.
Son más de 40 las venezolanas –también un entrenador y su asistente en Unión Magdalena– que participaron en la segunda edición de la liga femenina de fútbol profesional de Colombia. La mayoría fueron protagonistas en sus equipos, desde la portería hasta el ataque. Oriana Altuve, en Independiente Santa Fe, y Karla Torres, en el Atlético Huila, son figuras del torneo por sus goles en ambos equipos, que están en semifinales y buscan reeditar la final de 2017: color vinotinto para regalar.
El éxodo de estas chicas evidencia que hay una fructífera cantera femenina en Venezuela, que quieren contrastar su fútbol en campeonatos más exigentes y la necesitan de sentirse que son profesionales del balón.
Pero hay suertes dispares
Aquí hablan tres de estas jóvenes que pasaron por Estudiantes de Guárico, referencia del fútbol femenino en Venezuela, antes de dar el salto a Colombia.
“Me piden que meta goles, más nada”: Joemar
Nació en Socopó, en Barinas, en el piedemonte andino, hace casi 24 años. “Empecé a jugar a los 10, con chamos (muchachos)”, dice. De ahí a la selección de su estado y después a la del país. En 2010 estuvo en el Sudamericano Sub17 que se realizó en Brasil y en el que la Vinotinto clasificó para el Mundial del año siguiente en Trinidad y Tobago. “Jugué contra Nueva Zelanda, contra Japón, España..”, recuerda.
Esbelta, de pelo negro largo, es una nueve que puede también caer por un carril y a la que le gusta driblar, tener el balón. Con esa estampa y su fútbol llamó la atención de Miguel Coira, un reclutador de talentos, que se la llevó con 18 años a probar en el Atlético de Madrid féminas. “Estuve dos meses, lamentablemente se me rompió el ligamento”, cuenta.
Este es un buen año para Joemar Guarecuco, en el que hizo dos debut: con Cortuluá, el equipo colombiano del Valle del Cauca, y en la Copa América Femenina. “Fue chévere, bonito, teníamos que empatarle a Argentina para pasar de ronda pero no se pudo”, dice del torneo sudamericano. A su club actual llegó de la mano de su compañera la portera Malieke Pacheco que le habló de la posibilidad durante un módulo de la selección. “Ya era profesional pero el sueldo no alcanzaba”, apunta.
Con Cortuluá, que llegó hasta los cuartos de final, hizo 11 goles en una docena de partidos, incluido un hack-trick en los inicios del campeonato como para decir aquí estoy yo. “Eso es lo que me piden, que meta goles, más nada”.
En Tuluá, la ciudad sede del equipo, a 100 kilómetros de Cali, vive como una profesional: comparte vivienda con sus compañeras Pacheco, Soleidys Rangel y Marialba Zambrano, tiene un salario que le rinde, entrena todos los días y en el tiempo libre sale, duerme y ve la tele. “Esto me encanta, el ambiente, la gente”, dice. Su deseo es claro: “quiero quedarme aquí”. Los goles la defienden.
“He madurado en todos los sentidos”: Iceis
Es la más joven de este grupo, solo 18 años, de Maracay, lateral derecho y volante 5, como casi todas aprendió en la calle, donde alguién la vió y fue a un equipo y luego a otro hasta llegar a Estudiantes de Guárico. A Iceis Briceño le ha sucedido todo muy rápido: su primera salida al extranjero para jugar en una institución de renombre como Junior de Barranquilla y también tener una lesión de cuidado. “Fue en un partido contra Unión Magdalena, aquí en el Metropolitano, un golpecito y se me rompió el ligamento”, relata.
Y adiós temporada, tuvo que ser operada y ahora está en fase de recuperación. Pero no hay decaímiento. “Estoy muy contenta de estar en este equipo por todo lo que me han brindado”, expresa. Comparte hospedaje –que corre por cuenta del equipo además de la alimentación y el salario– con las venezolanas Neily Carrasquel y Cinthia Zarabia. “Nos conocemos de la selección, hay mucha confianza entre las tres”, dice. Le gusta salir y disfrutar con sus amigas pero se apura a señalar que “ahora lo que quiero es quedar bien, para lo demás hay tiempo”.
A su corta edad se sorprende y se alegra de compartir o rivalizar con jugadoras colombianas de renombre, como Daniela Montoya, o su compatriota Ysaura Viso. “Ahora somos de la misma talla, te puedes enfrentar a cualquiera”, acota. Su deseo es sanar y jugar una temporada completa. “Son cosas que pasan, no pude cumplir mis metas, pero he madurado en todos los sentidos”.
“Si en algo fallé, lo voy a recuperar: Leury
Es del sur del país, del muy grande estado Bolívar. La adolescencia la pasó en Santa Elena de Uairén, en la frontera con Brasil. Ahí aprendió a jugar de verdad. “Formamos un equipo de puras brasileñas, solo dos venezolanas, y salimos campeonas”, revive. A los 25 años presume de un curriculo abultado: cuatro años en el Caracas, tres subcampeonatos con Anzoátegui, un título con Estudiantes de Guárico, cuatro participaciones también en la Libertadores femenina. “Conocí a Cristiane y a Marta”, cita orgullosa.
También dice su hoja de vida futbolera que es goleadora pero este año las redes le fueron esquivas. Solo hizo un gol con el Atlético Bucaramanga. “Todos los años no son iguales”, confiesa. A pesar de tener agente fue un amigo el que le hizo el puente para Colombia. “Quería estar aquí, sudar otra camiseta, ayudar a que mi equipo sea de los mejores”.
Pero no les fue bien y lo admite. El equipo no superó la fase de grupos. Ella siente que tiene que trabajar aún más duro y confía en que los goles volverán. “Si en algo fallé, lo voy a recuperar”, dice serena. Comparte vivienda con Vimarest Díaz, Yolgrelis Rengifo y María Rodríguez. Después de las prácticas le encanta ir al cine y seguir el fútbol por la tele: Hago todo lo que tenga que ver con este deporte”
El contrato de Leury Basanta expira el próximo 10 de junio y luego queda libre. “No han hablado de volver a contratarme, esperemos a ver qué pasa”, y no hay prisas en sus palabras.
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