Tony Cittadino (Mallorca).- La historia de Omar Enrique Vizquel González es el relato perfecto que todo pelotero sueña tener desde que comienza a jugar beisbol. Se inició en las populares caimaneras infantiles, tuvo el apoyo de su padre, jugó en los Criollitos de Venezuela, firmó al profesional, llegó a las Grandes Ligas y es todo un ejemplo a seguir.
El padre del estelar paracorto, también de nombre Omar, relató en una entrevista especial publicada en el año 2007 en el diario TalCual, que los primeros pasos del muchacho en los campos de pelota los dio de su mano, pues acostumbraba a llevarlo a jugar al Parque del Este y a que lo acompañara a sus caimaneras de softbol.
“Omar era un muchacho fogoso y tremendo. Le gustaba jugar pelotica e’ goma. Lo suyo era el beisbol. Lo único que yo pensaba era en que jugara su beisbol, porque le encantaba. Luego cuando tuviera la edad reglamentaria decidiera, pero no le iba a imponer que jugara beisbol o que estudiara medicina, economía o ingeniería”, recordó su padre desde su casa en Caracas.
Vizquel, magallanero de nacimiento, dio sus primeros pasos en la pelota con el equipo Gran Mariscal, en la Liga Leoncio Martínez de los Criollitos de Venezuela, novena que representó al estado Miranda en el campeonato nacional pre-infantil a mediados de 1977. El club se tituló y fue el representante nacional en el Mundial celebrado en el estadio Universitario semanas después.
Allí el short stop de apenas 10 años se lució a la ofensiva. Era el preámbulo a lo que realizaría en su brillante carrera dentro y fuera del país. Su elegancia con el guante, su agilidad y su excelente coordinación de movimientos, comenzó a mostrarse en ese torneo realizado en el “Coso de Los Chaguaramos”, donde algunos peloteros profesionales retirados como el ex campocorto del Valencia Industriales y de los Leones del Caracas, Teodoro Obregón, iban al estadio para ver su desempeño.
Vizquel siguió desarrollando sus cualidades en el beisbol menor distinguiéndose sobre sus compañeros de escuadra. Siempre contó con el apoyo de su padre, un elemento valioso en cualquier niño que se inicia en el difícil y cada vez más exigente deporte del bate, el guante y la pelota.
TODO UN LEÓN
“Kike”, como también era conocido entre sus amigos, esos con los que compartió infinidad de veces en las calles de Santa Eduvigis, en el este de Caracas, continuó su preparación para llegar al profesional. El pelotero participó en un Campeonato Nacional en el estado Táchira con un sobrino de Pablo Morales, quien para entonces era copropietario del Caracas junto a Oscar Prieto.
Cuando culminó el torneo lo invitaron al Universitario para que los scouts pudieran apreciar su talento con mayor atención. La exhibición dio sus frutos y a los 16 años de edad fue firmado por el buscador de talentos Manny Martínez, quien trabajaba para los Marineros de Seattle. Luego de las negociaciones Vizquel acudió junto con su padre a las oficinas del conjunto melenudo, ubicadas en la avenida Victoria, para estampar la firma de su primer contrato en el beisbol profesional ¡Todo un sueño hecho realidad!
El padre de Vizquel recordó que la felicidad de su hijo no podía ocultarse. Era el primer gran paso para algún día emular a su ídolo, David Concepción, quien por cierto influyó de manera especial en su crecimiento como beisbolista y con quien pudo compartir y tomarse fotos en torneos nacionales.
“Con esa edad se le dio la oportunidad y no lo pensó. Yo no lo iba a parar. Estaba muy contento. Firmar al profesional era su meta”, dijo el señor Vizquel, quien para entonces trabajaba en Lagoven, frente al Universitario. Recordó con risas que por la cercanía se iba a pie al estadio para ver a su vástago desde las tribunas. “No me pelaba ningún juego. Era una satisfacción inmensa”.
Su debut en la Liga Venezolana de Beisbol Profesional (LVBP) fue el 31 de octubre de 1984. Fue nada más y nada menos ante el equipo de su infancia, Navegantes del Magallanes, en un repleto estadio José Bernardo Pérez de Valencia. Mejor, imposible. Es el juego predilecto por la afición venezolana, el que todos ven y el que más vende. Una tribuna especial.
Con el número 4 en su espalda, el caraqueño entonces de 17 años demostró sus cualidades en el campocorto, sin imaginarse que a partir de ese momento estaría comenzando a escribir su propio testimonio como uno de los mejores defensores del beisbol en esa posición.
Desde ese día, juego a juego, inning por inning y out tras out, se fue metiendo en el alma de los fanáticos, en particular a los de los Leones. Con sus atrapadas espectaculares, el novato hizo olvidar a los venezolanos, así fuese durante nueve entradas, los difíciles problemas económicos que afrontaba el país tras el famoso “Viernes Negro”.
En su primer choque se fue en blanco en tres turnos. Aunque su padre dice no recordar el momento en que su hijo se inició como profesional, sabe que lo hizo sin nervios y tranquilo.
Tras su debut oficial en la LVBP, su primer juego en el estadio Universitario lo disputó ante las Águilas del Zulia el 1 de noviembre. Tampoco tuvo suerte en dos visitas al plato. En esa primera campaña, disputó 11 juegos y dio un hit en 14 turnos al bate.
Los inicios de Vizquel como pelotero pasaron casi desapercibidos. Sin una nota en los medios de comunicación impresos más importantes que, al menos, diera a conocer que un novato comenzaba su carrera. No existía el despliegue comunicacional de ahora. Mucho menos las redes sociales.
Tan desconocido era en el beisbol venezolano que en el box score de su juego inaugural su apellido fue escrito en un periódico deportivo como “Bisquel” y en su segundo choque la leyenda de una foto describía: “Omar ‘Vazquel’, el novato campocorto de los Leones que lució bien a la defensiva, pone out a Roberto Ramos cuando éste trató de estafar esa base”.
Mientras la población pensaba en cómo comprar un kilo de caraotas a 15 bolívares, Vizquel se dedicaba a escuchar los consejos del destacado inicialista, fallecido trágicamente, Gonzalo Márquez, y trataba de posicionarse como un pelotero regular del campocorto en las filas melenudas, posición que compartía con Héctor Rincones.
Junto a Márquez, de gran influencia en su desarrollo, otros jugadores que contribuyeron a que creciera como beisbolista fueron Jesús Alfaro, Andrés Galarraga, Antonio Armas y Baudilio Díaz, a quien también guardaba mucho aprecio por los consejos que le ofrecía.
En ocasiones el recordado catcher de los Leones lo ejercitaba haciéndolo subir las desgastadas gradas del Universitario, algo que Vizquel nunca tomó para mal, pues pensaba que si realizaba esa actividad era por su bien, para superarse.
“Fueron unas personas muy especiales y yo era un pelotero que acataba muchos consejos. Tuve suerte de tenerlos a mi lado. La verdad estaré siempre muy contento y agradecido porque me ayudaron mucho”, relató con alegría el estelar campocorto en una entrevista realizada en Maracaibo durante el octavo Festival de Jonrones de 2009.
Por su parte, su padre reafirmó sus declaraciones. “A él le gustaba eso, porque siempre ha sido un muchacho disciplinado y con amor al beisbol. Tomaba eso como algo positivo. Márquez fue como un padre para él, porque siempre estaba detrás de el. Incluso lo quería firmar”.
SE ESTABLECIÓ EN EL SHORT
Aquellos días de la Venezuela de los 80’ transcurrieron con noticias como la firma de un contrato de cifras astronómicas de Armas con los Medias Rojas de Boston, estipulado en 100 millones de bolívares, y la invitación al campo de entrenamiento de los Angelinos de California para Urbano Lugo y Norman Carrasco.
Vizquel fue ganando experiencia en el diamante de juego y centimetraje en los periódicos. Ahora su apellido se escribía sin errores y ocupaba un lugar en la atención de los lectores, junto a titulares donde se mencionaban a María Conchita Alonso y al “Puma” José Luis Rodríguez como los mejores cantantes venezolanos de la época.
A medida que se consolidaba como torpedero de los Leones fue creciendo el apoyo del público desde las tribunas y especialmente de su familia, cuyos miembros comenzaron a asistir al recinto de Los Chaguaramos con mayor regularidad.
En las ocasiones en que el equipo jugaba en Caracas, el campocorto se quedaba en su casa, ubicada en El Cafetal, pero cuando tenía compromisos en el interior del país, debía dormir fuera de su residencia: lo hacía en el clubhouse de los Leones en el Universitario, pues llegaba en la madrugada y no había transporte público.
En las horas diurnas acostumbraba a movilizarse al estadio por su propia cuenta en autobús o en algunos casos con el Maverick de su padre. También lo apoyó una novia, quien vivía en Los Palos Grandes y le daba la cola.
El resto es historia y de la buena. Poco a poco fue gestando su ingreso a las Grandes Ligas, que se consolidó casi cinco años después de su primera incursión en Venezuela. Debutó con Seattle el 3 de abril de 1989, convirtiéndose en el criollo número 53 en las mayores. Con el equipo con el que se dio a conocer alcanzó el primero de sus 11 premios Guante de Oro, que lo inmortalizan como uno de los mejores campocortos de todos los tiempos.
“Aunque ha crecido no ha cambiado su forma de ser. Es sencillo. Cuando ha venido a Caracas se ha metido en el Metro. Te podrás imaginar que cuando lo reconocieron todos se tomaron fotos. Fue un relajo. Cuando debutó en su primer año no viajamos a Estados Unidos para dejarlo tranquilo, pero al año siguiente sí fuimos a Seattle”.
Con los Leones jugó 13 temporadas en Venezuela, siendo la última la 2007-2008 en la que disputó 16 compromisos a sus 40 años. En ronda regular, jugó 406 encuentros y bateó para promedio de .275 (1.391-383).
Estuvo presente en un total de ocho series semifinales y disputó seis series finales, siendo campeón en cuatro de ellas (1986-1987, 1987-1988, 1989-1990, 1994-1995). La más importante fue la última, cuando se erigió como la figura de su equipo y fue designado el Jugador Más Valioso.
Así el caraqueño comenzó a dar sus primeros pasos en la pelota. Lo que comenzó en las calles de Caracas en unas caimaneras, continuó su curso en el mejor beisbol del mundo, el de las Grandes Ligas. Vizquel escribió con letras doradas una historia que, casi con toda seguridad, le convertirá en el segundo miembro venezolano del Salón de la Fama de Cooperstown, donde ya se encuentra Luis Aparicio.
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