Tony Cittadino (Madrid).- Cuenta de tres y dos, lanza el pitcher y el “Guti” batea una línea de hit al centro”. Cuántas veces Franklin Gutiérrez escuchó esa narración, sentado en el sofá, frente al televisor y con ganas de gritarle al mundo que ese muchacho que acababa de embasarse en las Grandes Ligas era su hijo.
Se trata del típico padre de pelotero venezolano, al que le corre el beisbol por las venas y que no se arrepiente de haberse sacrificado para que su hijo lograra ser un profesional. Porque nunca es fácil. Franklin Gutiérrez no tuvo límites cuando soñó con ver a su hijo de igual nombre y apellido en el terreno de juego.
El “Guti”, es el mayor de sus tres hijos. Sus hermanas son Mariam y María Fernández y su madre es la señora Leida. Su velocidad y clase en el outfield, le convirtieron en uno de los mejores jardineros centrales del país, al vestir la camisa de los Leones del Caracas en la LVBP. En Grandes Ligas, estuvo con los Indios de Cleveland (2005-2008), Marineros de Seattle (2009-2016) y Dodgers de Los Ángeles (2017).
La historia de cómo el señor Franklin fue el portaviones para que su hijo alcanzara el éxito, es fascinante. Desde que el niño tenía 7 años, supo guiarlo por el camino correcto, aunque con ciertas restricciones que, a pesar de lo duro, fueron en todo caso necesarias para que llegara a la élite del beisbol profesional.
Desde que se entra al hogar de los Gutiérrez en Caricuao, se respira beisbol. A un costado del mueble, hay una mesa donde reposa cualquier tipo de objeto de la estrella de la casa. Desde pelotas y fotos, que recogen diversos momentos en su carrera, hasta trofeos que engalanan una especie de altar, muy especial para la familia.
Lo primero que comentó el padre del pelotero en un trabajo publicado en la edición del Día del Padre 2008 del diario TalCual, es que los frutos fueron el producto de los mejores 10 años de su vida.
“Desde que era niño, supe que Franklin sería un gran pelotero y creo que no me equivoqué”, dice tajante Gutiérrez, cuya dedicación y cuidado llevaron al “Guti” a debutar con el Caracas en 2002 y con Cleveland en 2005.
Desde luego, ello hizo que Franklin renunciara a una vida como la de otros niños, al tomar en cuenta los dotes que le veía y evitando en lo posible exponerlo a una lesión. A pesar de que fueron momentos difíciles, no se arrepiente. Su hijo empezó a jugar a los 7 años, en equipos como los Piratas de Caricuao, los Astros de Caricuao y La Rinconada.
PRIMERO, BACHILLER
Una vez que el “Guti” logra jugar y estudiar al mismo tiempo, es cuando las cosas se tornan más difíciles. Las ansías por firmar al profesional, distrajeron en ocasiones la atención del muchacho. Pero, su padre tuvo visión de futuro. La mejor demostración fue que no permitió que ninguna organización de Grandes Ligas lo firmara, sin antes verlo graduado de bachiller.
“Aquí vinieron los Atléticos de Oakland. Tenía 16 años y ofrecieron 100 mil dólares. Les dije ¡no! y se quedaron impresionados. Les comenté con todo respeto que primero se graduaba y después firmaba”, explicó sentado en el mueble de su hogar, junto a su esposa, la siempre amable señora Leida, lista siempre para hacerle una buena sopa de pescado para darle fuerzas.
“Sabía que a los 15 días de recibir el título podía firmarlo cualquier equipo. Recuerdo que Franklin lloró y pataleo. Y a los pocos días de graduarse, Camilo Pascual logró un contrato con los Dodgers de Los Ángeles”, recordó el padre del 21 del Caracas, que de acuerdo a las estadísticas del portal Pelota Binaria, tiene un promedio colectivo de .279 (1.104-308) en 10 temporadas con los capitalinos.
Así pues, el “Guti” firmó con los melenudos, aunque quería hacerlo con los Navegantes del Magallanes, divisa de la que eran fanáticos él y su padre. Su debut se produjo el 17 de octubre de 2002, ante Pastora de Los Llanos en el Estadio Universitario. Para entonces portaba el número 63. No el 21 con el que tantas emociones ha vivido. En su primera campaña, contaba con 19 años y disputó 10 juegos.
“Cuando ese día jugó fue una emoción tremenda para la familia. Por primera vez estaba con los Leones. Para él fue un sueño jugar en el profesional. Hace años visualicé todo esto y le dije que sería un gran pelotero”, indicó el señor Gutiérrez.
Su primer cuadrangular lo dio al año siguiente. La víctima fue el lanzador Jorge Córdova en la jornada inaugural (16 octubre de 2003 ante Caribes de Oriente en Puerto La Cruz). “Cuando pegó su primer jonrón fue algo indescriptible. Sacó la bola con una facilidad impresionante. El hecho de que esté jugando y con tantas personas que desean hacerlo, es algo que no tiene palabras”.
MANAGER Y FANÁTICO
El gran sueño de todo pelotero llegó, tras lograr destacadas actuaciones con los melenudos y en las ligas menores. Su ascenso a las Grandes Ligas llegó el 31 de agosto de 2005, contra los Reales de Kansas City. Uno de los momentos más emocionantes de la tertulia, fue precisamente el evocar ese día.
Al padre del “Guti”, se le aguaron los ojos y se le entrecortó la voz. Hizo una pausa y prendió un cigarrillo. Luego, cerró el puño de la mano derecha y tocándose el corazón dijo: “Chamo, esa vaina la llevo aquí dentro”, exclamó con orgullo a quien siempre se le ve por el estadio Universitario con su esposa en los juegos de los Leones.
“Como padre, estoy orgulloso de que esté en las mayores. En cualquier momento iba a explotar. Siempre le dije que tuviera paciencia, constancia, que no decayera, que todo tiene su momento y que los peloteros buenos se hacen sentir”.
En ese instante, se giró hacia su mano derecha y cogió una bola. Muy orgulloso mostraba la pelota del primer vuelacercas del “Guti” en las Grandes Ligas, conectado al pitcher Andy Sisco en la apabullante victoria de su equipo (13-0).
Nuevamente, con voz emocionada traducía al español. “Mira lo que dice aquí chamo: Primer jonrón ante los Reales de Kansas City. Jacobs Field. 13 de agosto de 2006”. A pesar de que su hijo fue un pelotero regular en la tribu, no perdió la costumbre de ofrecerle consejos para que mejorara a diario. Cuando considera que está haciendo algo malo, le dice qué debe hacer para mejorar.
“Con frecuencia, le corregí los errores y me decía: ‘gracias papá, es verdad, estoy haciendo algo malo’. Eso me gusta porque me hace caso. Siempre me dice que lo que le digo, le funciona”.
Y es que su padre no dejaba de ver ningún partido. Cuando el “Guti” estaba en el plato se podía caer el mundo, porque toda su atención estaba en su hijo. “Cuando lo veo, alguien me puede estar hablando, pero no le paro a nadie. Analizo sus turnos y le digo: ¡mosca que te van a lanzar una curva, siempre te lo he dicho! Parece que le transmito eso y batea bien. Sabe lo que está haciendo”, dice Franklin, el viejo, quien considera que los padres deben apoyar a sus hijos por lograr sus sueños.
Si alguien tiene dudas, el señor Franklin y el “Guti” son un ejemplo de perseverancia y constancia.
Foto: Instagram Franklin Gutiérrez (padre).